«Sería fabuloso que los chiquillos también pudieran participar en la educación, y decir la suya»
Montero, quien es monitor de ocio desde 1984, defiende que el aprendizaje se tiene que hacer divertido, así los niños asumen más y mejor los conocimientos
Francis es de los que piensa que en la fórmula matemática de la educación, nunca pueden faltar la diversión y la ilusión. Lo dice, después de estar 32 años tratando con los más menudos. Estos días, dentro del Casal de Semana Santa del Espacio Joven Kesse (que cuenta con 10 actividades gratuitas), él explica y comparte todas las clavesde su profesión con una veintena de chicos y chicas.
—Se puede aprender jugando?
—Hombre pues paramí sí. La clavees aprender de manera divertida, si no, no asumen tanto los conocimientos. Yo intento hacer cursos y sesiones muy prácticos, y transmitirles ilusión. Lo mejor es cuando tú estás explicando un juego o una actividad, y ellos antes que tú terminesde hablar, ya están deseando hacerlo. Pasa el mismo con los conocimientos y los estudios: conseguir explicarles cosas y que ellos todavía quieran saber más.
—Apostaría por cambiar el sistema educativo?
—Yo pienso que sería fabuloso que los chiquillos también pudieran participar en la educación, y decir la suya. Es decir, tenerlos en cuenta. ¡Escuchémoslos! A ver qué tienen a decir. A veces dicen cosas que piensas: ¡ostras, es verdad! Pero también pienso que actualmente está bastante bien compensado, y el ocio, al fin de semana, se complementa con la enseñanza ordinaria.
—Qué más intenta aportar a sus niños y niñas?
—Se trata de educar en valores. Trabajar la autoestima, las habilidades sociales y el reforzamiento de la persona. Sobre todo trato de potenciar su parte positiva y sus potenciales, siempre partiendo desde el juego y la motivación.
—Hablando de la educación en valores... ¿Hay padres que todavía creen que eso es una tarea exclusiva de los profesores y monitores?
—Bien, yo pienso que en casa es el sitio donde se tienen que cocer realmente bien las cosas. Es la base importante. Hay de todo, pero tengo que decir que hay muchas familias que lo están haciendo muy bien y se interesan.
—Es fácil lidiar con un grupo de adolescentes?
—Hay grupos que son más complicados pero tú te tienes que buscar la vida para darle la vueltay hacer que participen.
—Cómo lo hace para mantener el complicado equilibrio entre la proximidad y la autoridad?
—Como todo a la vida, se trata de poner límites, pero dejando libertad. Tienes que intentar animar pero al mismo tiempo también frenar.
—Supongo que habrá jóvenes que quieran llevar siempre la batuta y otros que se escondan más. ¿Cuáles técnicas tiene para equilibrarlo?
—Se trata de animar a participar lo que no lo hace. Cuando empiezas un curso, ya haces una especie de radar y detectas la necesidad del grupo.
—ha cambiado mucho la juventud del 84, de la del 2016?
—Con los chiquillos realmente no hay mucha diferencia. Lo único que antes no había tantos recursos. Yo pienso que la ilusión sigue. En las colonias, como hace 20 años, siguen quedándose alucinados con las actividades.
—Como|Cómo voz en los de ahora, vienen con ganas de comerse el mundo?
—Y tanto! A veces se dice que los jóvenes no hacen nada, que si no hay compromiso... Y no es verdad. Sigue habiendo muchos comprometidos para hacer cosas. ¡Y si no, mira (señala a sus alumnos del curso del Kesse), aquí veinte jóvenes con ganas de hacer! Lo que sí creo es que hacen falta más iniciativas de este tipo, para darles este empuje.
—En 32 años tratando con pequeños, tendrá muchas anécdotas.
—Un día no hace mucho tiempo, una chica me paró para decirme que todavía se acordaba de mí y de unas colonias que habíamos hecho en 1992! ¡Ella se sabía incluso la canción que cantábamos! ¡También me pasa que algunos chicos y chicas que yo había tenido, ya son padres, y ahora me traen a sus hijos!