Diari Més

Los hechos delictivos en las zonas rurales del Camp de Tarragona se reducen casi a la mitad en tres años

Disminuyen por término medio unos 150 incidentes anuales

Plano general de dos agentes de los Mossos D'Esquadra conversando con un campesino al lado de su tractor en una masía de Vallmoll (Alt Camp), el 7 de julio del 2017

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Los hechos delictivos en las zonas rurales del Camp de Tarragona bajan en picado. En tres años, los hurtos, robos y daños en fincas agrícolas se han reducido casi a la mitad y, desde el 2011, los incidentes han ido disminuyendo, por término medio, en unos 150 cada año. En una comarca rural como el Alt Camp, de las 75 denuncias registradas el año 2013, se ha descendido a las 39 en el 2016, y en lo que va de año se han hecho una decimoquinta -igualando el registro del mismo periodo del año pasado. Las patrullas de prevención se intensifican cuando se presenta una cosecha. Justo ha acabado la campaña de la cereza que los agentes de la unidad del mundo rural ya están pendientes de que arranque la de la fruta seca. El jefe del Grupo de Proximidad Rural de la comisaría de los Mossos D'Esquadra a Valls, el cabo Jaume Carbó, explica en una entrevista al ACN que, si bien la crisis marcó un repunte en los delitos en el campo, la colaboración ciudadana, del brazo con una persistente presencia policial, ha sido la clave de bóveda para frenarlos.

«Vivo muy tranquilo». Ricard Solé vivo con su familia en una casa aislada al término de Vallmoll (Alt Camp), en medio de una zona eminentemente agrícola. Hace 20 años que se construyó ello mismo la casa y desde entonces sólo lo han entrado a robar una vez. Y eso ya hace diez años. Su masía es una de las muchas fincas rurales que las patrullas de Mossos velan para que no sean objeto de robos. La ruta es amplia. Abarca más de 500 masías censadas a la comarca, un censo que el mismo cuerpo policial tuvo que ir llenando, desde cero. Con este censo de referencia, la unidad destinada a vigilar las zonas rurales de la comarca del Alt Camp, integrada por doce profesionales, está operativa desde que Valls tiene comisaría, ahora hace ocho años.

En el conjunto del Camp de Tarragona la tendencia de hechos en el mundo rural desde el 2011 es claramente descendente y lineal, con una media de unos 150 hechos menos cada año. El año 2016 no se llegó al medio millar de incidentes. En números absolutos, si en el 2011, el global de hechos superaba los 1.200, el año 2012 bajaron a los 1.058. En el 2013 fueron 835; en el 2014, 749; en el 2015, 629; y en el 2016, 477 -un 24% menos que en el 2015.

Los hechos en el ámbito del mundo rural, sin embargo, no sólo disminuyen en número, sino en el valor de los objetos sustraídos, que también tiende a la baja. De hecho, durante el año pasado no se detectó ningún robo de maquinaria pesada agrícola y ganadera en toda la región. Si antes los ladrones se interesaban por el gasóleo y el hierro, ahora predominan entradas a almacenes para sustraer herramientas u otros bienes que están al alcance.

Uno modus operandi sencillo

«Después los robos de cobre y hierro -como grifos, acequias y hierros para guiar las líneas de las viñas, etc. -, a nivel de región se hizo mucha presión a las chataerrerías y la tendencia disminuyó; cuándo hacemos presión se nota, eso es así, es un hecho», explica el cabo Jaume Carbó, el responsable de la Unidad Mundo Rural en la comisaría de Valls.

Los ladrones acostumbran a ser hombres jóvenes o de mediana edad, provenientes de Rumania, Marruecos o nacionales, que practican uno modus operandi sencillo. Escogen explotaciones agrarias o ganaderas con pocas medidas de seguridad y, en algunas ocasiones, fuerzan los accesos. No tienen ninguna técnica de sustracción que reproduzcan sistemáticamente en todos los hechos.

Perfil de delincuente poco cualificado

Con las entradas en almacenes agrícolas, los ladrones buscan maquinaria pequeña o herramientas que puedan vender a cualquier precio. «Pero a menudo es mucho mayor el daño que el beneficio que sacan, hacen más daño con los destrozos que generan que aquello que acaban tomando», añade el responsable de la unidad. «Son muy sucios con las maneras», explica Carbó.

El perfil de delincuente está «menos cualificado». No busca dinero ni joyas ni objetos de gran valor. «No van a buscar cosas específicas, van a ver qué encuentran, por ejemplo, pueden robar una moto-sierra que al campesino le puede haber costado 300 euros y ellos la venden por 20 euros», dice el cabo. «Es especialidad de abajo nivel, pero también son los más difíciles de encontrar», añade.

Alta reincidencia

Los ladrones actúan en lugares aislados, a menudo de noche y en una comarca que, de punta a punta, hace 42 kilómetros. «Localizamos y detenemos, pero es difícil de controlar», reconoce el cabo. En muchos casos, el delincuente es reincidente. Si bien el índice de reincidencia es alto, son ladrones «que no dan un paso más allá, es decir, no entran en una casa o en una empresa», según el cabo.

De entre las diferentes tipologías de hechos delictivos el hurto es el más frecuente en las zonas rurales. Carbó también niega que el campo sea el ámbito habitual donde camuflar plantaciones de marihuana -una modalidad de cultivo que continúa al alza-, sino que es un cultivo más propio de mantener en interiores, con el fin de obtener un mayor rendimiento de las plantas bajo un ambiente controlado.

En comarcas rurales como el Alt Camp, la policía está en contacto permanente con cooperativas y sindicatos, una coordinación básica para el decrecimiento de los hechos delictivos. Un factor mejorable, según Carbó, es que los campesinos tengan la voluntad de denunciar siempre los hechos. El desinterés hace que en ocasiones se recupere material robado, pero se desconozca el propietario.

Plano general de dos agentes de los Mossos D'Esquadra, de espalda, ante un campo de calçots en el Alt Camp, en un servicio de patrullaje de prevención en zonas rurales, el 7 de julio del 2017

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