Miquel Morera, excombatiente de la Guerra Civil: «Me he encontrado con estudiantes que no saben ni quién era Franco”
Uno de los últimos supervivientes de la Columna Macià-Companys, que actualmente vive en les Borges del Camp, explica la importancia de preservar la memoria histórica
A sus 97 años, Miquel Morera todavía recuerda con pelos y señales su experiencia como combatiente en el bando republicano durante la Guerra Civil Española; también los ocho meses que pasó en la prisión Model, y su internamiento en tres campos de concentración durante la dictadura del general Francisco Franco. Dice que no culpa a nadie de aquello ocurrido en combate porque él mismo lo buscó; ahora bien, lo que no perdona ni perdonará «nunca» es la represión posterior. A Morera le preocupa que cuando él ya no esté, a medida que se vayan apagando las voces de los últimos testigos presenciales de los episodios más trascendentales del siglo XX en Cataluña, la preservación de la memoria histórica no encuentre relevo generacional. «Eso no puede acabar aquí: tiene que ser un recuerdo para toda la gente que tenemos detrás y que tiene que ir formando Cataluña», dice. Por este motivo lamenta haber encontrado en los institutos «estudiantes que no saben ni quien era Franco», aunque también reconoce que algunos jóvenes están «tan o más interesados» en la historia que la gente de su generación. En eso se refería precisamente la frase introductoria de su libro de memorias Un noi al front: una joventut trencada 1936-1945: «Quien conoce el pasado y aprecia el presente merece el futuro».
Morera es uno de los últimos supervivientes de la Columna Macià-Companys y de la Quinta del Biberón, el nombre con que se conocen los cerca de 30.000 chicos que fueron llamados en filas cuando sólo tenían entre 16 y 18 años. «Nos robaron la juventud», dice.
Nacido en Barcelona el 26 de abril de 1920, actualmente reside en Les Borges del Camp y dedica buena parte de su tiempo a tareas de preservación de la memoria histórica y a forjar al taller que tiene en una antigua bodega en el sótano de casa. Morera aprendió el oficio de metalúrgico de su padre, que fue quien lo llamó en el frente y de quien no se separaría durante todo el conflicto.
Morera guarda una colección inalcanzable de reliquias de gran valor histórico y todo tipo de objetos relacionados con la contienda. La más preciada es un banderín de guerra que perteneció a los maestros armeros de la Columna Macià-Companys, y que lleva bordadas la senyera y la bandera republicana. Entre los armeros se contaban Morera y su padre.
Acabada la batalla, la suerte de Morera siguió ligada a la de su progenitor. Después de once días escurriéndose entre las filas enemigas, llegaron a casa de noche. A amanecer, sin embargo, se presentaron en casa dos agentes y se los llevaron. Acabaron en la prisión Model, y durante ocho meses se quedaron cerrados en una celda con dos camas y una decena de personas. Morera todavía no sabe por qué los arrestaron.
Al salir, se los llevaron al campo de concentración de las Escoles Pies d'Horta, y después en el de los Llars Mundet. Finalmente, acabaron en Reus. Morera recuerda que durante este tiempo casi muere de tifus; cuando lo examinó, el médico del campo dijo que le quedaban «un par de días». Su padre, sin embargo, no se dio por vencido e hizo lo imposible por encontrar la medicina que necesitaba. Lo consiguió. «Me volvió a dar la vida», dice Morera.
La historia de Morera está recogida en el Banco Audiovisual de Testigos del Memorial Democrático de la Generalitat de Catalunya. La suya es una del cerca de un millar de entrevistas que conforman el archivo a día de hoy, 421 de las cuales son públicas.
Este mes de julio, el Memorial firmó un convenio con la Corporació Catalana de Mitjans que suponía la cesión de cerca de un millar de entrevistas del fondo documental de TV3, y que pronto estarán disponibles en línea. Eso convertirá el archivo de historia oral del Memorial, que actualmente ya es el mayor del estado, en el mayor de Europa.