Diari Més

«Huimos del tiroteo con los niños y unos desconocidos nos acogieron toda la noche»

Una pareja de Lleida abrió las puertas de su casa a una familia de vascos y a tres jóvenes que se encontraron de cara con uno de los terroristas en Cambrils

Captura del vídeo que difundió un testigo donde aparece el quinto terrorista antes de ser abatido.

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«Nos vimos en medio del tiroteo y al lado del terrorista. Empezamos a correr y a huir. Unos desconocidos nos acogieron durante toda la noche en su casa. Cuando vengan al País Vasco, tendrán su casa en Donostia y, nosotros, volveremos a Cambrils y los volveremos a ver en otras circunstancias». Este es el principio y el fin del relato de la larga noche que vivió Elisa C., una turista vasca que se encontraba en Cambrils cuando cinco terroristas perpetraron el atentado la madrugada del pasado 18 de agosto.

Elisa C. calcula que debe ser la trigésima vez que explica la historia. Sin embargo, lo quiere hacer una vez más para dar a conocer como, gracias a una pareja de leridanos, su familia y tres catalanes más fueron testigos de las dos caras de una misma moneda en cuestión de pocos minutos: la del terrorismo más cruel y la de la solidaridad ciega de la que es capaz el hombre.

Elisa C., su marido, Javier F., y sus dos hijos, Pol y Aitana –de siete y tres años, respectivamente– llegaron a Cambrils el 10 de agosto. El jueves era su último día de vacaciones y «fueron una serie de casualidades las que nos llevaron a estar en medio del tiroteo», narra Elisa C.

El Hotel El Camí, donde se alojaban, les habían regalado unos tickets gratuitos para que los niños pudieran saltar en los parques de camas elásticas que hay instalados en las playas de Cambrils. «Teníamos los tickets desde hacía días, pero no los habíamos usado. Era la última noche en Cambrils y, después de cenar, decidimos ir, aunque era un poco tarde», recuerda. Fueron al parque de camas elásticas situado unos metros más allá del Club Náutico, justo donde los Mossos abatirían, poco después, a cuatro de los cinco terroristas de Cambrils.

Recuerda que había muchas familias aquella noche en las atracciones. «La niña estaba cansada y se sentó en la sillita. Después de saltar, decidimos pasear un rato por el paseo marítimo, en dirección a Vilafortuny», dice.

Cuando habían avanzado sólo unos metros, escucharon los gritos de la gente. «Empezamos a ver a mucha gente corriendo hacia nosotros y una señora se detuvo para decirnos que no fuéramos hacia el otro lado, que había un chico con explosivos», explica Elisa C.

La familia vasca no se lo acababa de creer y, en los primeros instantes, llegó a pensar que se trataba de un episodio de psicosis provocado por algún incidente menor.

«Nos quedamos parados, confusos, sin saber qué hacer. Pero pasaron cuatro chicos más en bicicleta y también nos empezaron a gritar que huyéramos». Y la familia vasca empezó a huir sin saber exactamente hacia dónde.

Cruzaron la calle y se situaron delante de un bar, el Beach Point. «De repente, apareció un vehículo de la policía de paisano que llevaba la sirena, bajaron dos hombres y empezaron los tiros», recuerda.

«No quería mirar atrás»

«Yo no quería mirar atrás, sólo corría, pero mi marido sí que lo hizo y vio al terrorista con un cinturón de explosivos y como lo abatieron», detalla. Se trataba del quinto terrorista que bajó del coche que volcó a la altura del Club Náutico. Había conseguido alejarse unos quinientos metros por el paseo marítimo, dirección a Vilafortuny, y caminaba por el medio de la calle con gestos aturdidos, según han descrito los testigos. El destino quiso que Javier F., el marido de la mujer, viera con sus propios ojos lo que otros han visto en el vídeo que difundió otro testigo.

«Al principio, no me lo acababa de creer, sólo corría. Oía disparos, pero no tienen el sonido que uno espera: parecían petardos. Pero mi marido, quien había visto cómo sacaban la pistola, estaba muy nervioso y empecé a sentir mucha angustia. Suerte que Aitana iba en la sillita y dormía, pero Pol no dejaba de gritar: ‘Corre, corre, que nos cogerán'. Yo sólo pensaba en mis hijos», continúa el Elisa C.

Por el camino se encontraron tres jóvenes –un chico y dos chicas– que también huían dirección a la vía del tren. Estaban tomando algo en la terraza del bar Beach Point cuando se echaron a correr al ver que el terrorista venía hacia ellos. «Queríamos ir hacia el hotel Tryp, pero ya veíamos que no podríamos llegar, y decidimos acompañar a los tres jóvenes, que son de aquí y conocían la zona», recuerda.

Mientras tanto, una pareja de funcionarios leridanos que tiene un apartamento en la zona había salido a la terraza al escuchar el griterío.

«Y nos vieron sobresaltados en la calle. Nos preguntaron qué sucedía. Les explicamos y, acto seguido, bajaron a abrirnos». –narra Elisa – Una vez en el apartamento, vimos las noticias. Entonces es cuando nos pusimos más nerviosos todavía. Fuimos conscientes de que todo lo que estábamos viviendo era real, que se trataba de un atentado. Empezamos a pensar qué podría haber pasado... La pareja nos ayudó a calmarnos, a nosotros y a los otros tres chicos. Se portaron muy bien, no tengo palabras de agradecimiento. En su casa nos sentimos seguros».

La noche fue muy larga. Hasta las cinco y media no salieron del apartamento. «Los agentes de Mossos estaban en la calle y nos decían que no nos podíamos ir, que mejor que no lo hiciéramos y, claro está, cinco horas dan para mucho», añade.

Las dos hijas de la pareja de Lleida ya dormían cuando llegaron los siete desconocidos. «Nos ofrecieron llevar a Aitana a su cama para que pudiera dormir también. Pol estaba asustado y se durmió en el sofá. Y, entre todos, lo acabamos pasando bien, teniendo en cuenta las extrañas circunstancias y todo lo que estaba sucediendo fuera», dice Elisa. Recuerda especialmente a los agentes de Mossos que custodiaban la calle: «Eran jóvenes, muy jóvenes. Nos sorprendió, pero lo hicieron muy bien, demostraron una gran responsabilidad y valentía».

Hacia las cinco y media de la mañana, los agentes les dijeron que podían ir a casa. «Y, después de estar cinco horas en su apartamento, también se ofrecieron a llevarnos en coche hasta el hotel. La verdad es que teníamos miedo. Fueron muy amables y, de alguna manera, acabamos haciendo amistad, con ellos y con los otros tres jóvenes. De hecho, intercambiamos los teléfonos y hemos creado un grupo de WhatsApp», añade.

Pol, de siete años, no tiene claro todavía si explicará la historia a sus compañeros de escuela porque duda de que lo crean. Elisa y Javier tuvieron que explicarle que, en el mundo, hay gente mala que quiere hacer daño al resto, pero que, a los de Cambrils, los habían pillado. «Ahora dibuja policías y a los buenos y a los malos. A los malos los hace muy feos. Una médico nos ha dicho que es su forma de sacar lo que ha vivido. Pasados los días, Pol ha empezado a recordar que, antes de aquella noche, se lo pasó muy bien en Cambrils. Dice que quiere volver, y volveremos», acaba.

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