Más de 4.500 menores tarraconenses fueron atendidos por trastornos mentales el último año
El Código por Riesgo de Suicidio, que busca detectar una tentativa alta y ofrecer la atención urgente, se activó para 21 jóvenes
Hasta 4.522 menores de 18 años necesitaron atención psiquiátrica o psicológica en el Camp de Tarragona el año 2016 por trastornos emocionales, reacciones a la adaptación, desórdenes de falta de atención o en el desarrollo, entre otros. En la vertiente más grave, 21 jóvenes requirieron la activación del Código por Riesgo de Suicidio, que trata de detectar precozmente una tentativa alta y activar todos los recursos necesarios para una atención urgente a los centros especializados.
Los 4.500 jóvenes atendidos el año pasado lo fueron a través del sistema público, en los que se tienen que sumar los niños y adolescentes que también reciben tratamiento consultas privadas. Según la entidad Obertament, que lucha contra la estigmatización de las enfermedades mentales, uno de cada cinco adolescentes sufre algún tipo de trastorno: «La ansiedad, la depresión o la anorexia son mucho más comunas de lo que creemos», apuntan.
Detrás de los números hay historias personales muy duras, como la de la Niobe Portero, una joven que ahora ya está en edad adulta –tiene 25 años– pero que, desde los 13 años, ha tenido que ser atendida en múltiples ocasiones por psicólogos y psiquiatras. «No me sentía bien con mi cuerpo, estaba gordita y me empezaron a hacer bullying en clase. Así que empecé una dieta y se me fué de las manos», explica. Le diagnosticaron un Trastorno Alimenticio y después de varias crisis y recaídas, un Trastorno Límite de la Personalidad –inestabilidad emocional, impulsividad y pensamiento polarizado.
La Niobe optó, durante los primeros años, por no explicarlo en su entorno de amistades. Este hecho, le produjo todavía un mayor sufrimiento: «Uno simple ‘¿cómo estás’? te ayuda en muchos momentos. Creo que es peor el miedo al estigma que puedes sufrir, que el mismo trastorno», expone la joven.
Estuvo durante su estancia de ocho meses en el Hospital de día, donde acudía para reordenar los hábitos alimenticios y hacer terapia intensiva, cuando pudo hablar, por primera vez, con naturalidad, de su enfermedad mental: «Se genera mucha más empatía, todas las que estábamos allí sabíamos lo que pasaba y qué problemas teniamos», desgrana.
Hoy día, la Niobe tiene que continuar lidiando con el trastorno de la personalidad, pero ya no necesita tomar pastillas diariamente, sólo las tiene en caso de crisis puntual, «y cada vez son menos», puntualiza. Gracias a la terapia ha aprendido a gestionar las emociones y tiene herramientas para canalizar el exceso de rabia o frustración.
En el ámbito educativo, el estigma sigue preocupando y mucho, a los profesionales de la salud mental.
Según un estudio del último año de Obertament en colaboración con administraciones públicas, un 29,5% de los jóvenes con un trastorno han sido discriminados por compañeros, de los cuales un 10,8% ha recibido burlas e insultos por su situación, y un 14,3% ha sentido que el resto se alejan o le impiden participar de actividades.