Ester Magrinyà: Museóloga, directora del Museu de Alcover
«El fósil es desagradecido y difícil de musealizar, hace pensar en un museo de piezas»
La sala de paleontología del Museo de Alcover, ‘Triàsic, explosió de vida’ se ha renovado con un conjunto de recursos interpretativos innovadores
—La visita a la sala es un salto al pasado. ¿Concretamente, a qué época retrocedemos?
—Nos vamos a ahora hace 240 millones de años. Para situarnos, es un periodo anterior al Jurásico. Estamos dentro del Mesozoico, una etapa de importantes cambios en la vida, que suceden sobre todo en este Triásico, porque es el inicio de un periodo que precede en una de las cinco grandes extinciones que ha habido en el planeta. Eso sabiendo que la extinción de los dinosaurios no es la más potente, de hecho ni siquiera estaría dentro de estas cinco.
—¿Cómo nos tenemos que imaginar Alcover y toda esta zona en aquella época?
—De hecho en el museo lo explicamos de una manera bastante visual. Estamos en una época con un solo continente, denominado Pangea, que sobre todo durante el Triásico se empezará a fragmentar, haciendo que entre una lengua de agua, que será el mar de Tetis. Estará en estas partes medio emergidas donde volverá a aflorar la vida. De aquí que hayamos escogido el título ‘Triàsic, explosió de vida’, y que tengamos mucha vida marina. Sin embargo, ya empieza a haber insectos, los primeros reptiles... Fósiles vivientes tenemos un montón, aunque cuando vienen los niños buscan dinosaurios.
—¿Y qué encuentran, en el museo?
—El relato de la exposición nos lo planteamos con un conjunto de profesionales, desde los más científicos a los más divulgativos, y vimos que el Triásico, en las montañas de Prades y en toda la sierra Catalànide, está muy bien representado. Por ejemplo, cuando vamos a Prades, encontramos el Buntsandstein, que es su característica piedra roja, un sedimento que se corresponde al Triásico inferior, y que en el museo se puede ver y tocar.
—¿Cómo se ha planteado la nueva sala?
—Partíamos de una sala que se había inaugurado en el 2005. Hemos trabajado sobre todo el proyecto educativo. Pensamos que es muy importante descodificar los fósiles. El fósil es muy desagradecido y difícil de musealizar, porque da la idea de un museo de piezas. Además, la paleontología nos remite a un espacio que para nosotros es abstracto: ¿como puedo hablar de cómo era el paisaje hace 240 millones de años? Lo hemos hecho con una gran fotografía panorámica de los valles del Glorieta y el Brugent, y un audiovisual que hace el paseo imaginario. También jugamos con las grabaciones del fondo marino que nos ha hecho a Xavier Martinell, hijo de Joan Martinell, un paleontólogo que nos hace de asesor. Xavier es submarinista profesional y, dirigido por su padre, buscó en Ibiza una laguna con las condiciones similares a lo que necesitábamos. Por otra parte hemos abierto un juego de ventanas para tocar las rocas. Así, puedes cerrar los ojos, tocarlas y pensar que aquello había sido un mar tropical.
—¿También inauguran una creación escenográfica.
—Sí, todo parte del libro El peix pedra, que hace unos años escribió M. Àngels Ollé y que ilustró Maria Espluga. Queríamos un espacio donde los niños pudieran tocar, sin abrir vitrinas, y con Jordi Nolla, especialista en escenografía y pintura mural, hemos intentado conseguir que los niños entren dentro del mar a través de esta historia. Además, permite la interacción, y gusta también a los grandes. No tronco partidaria de hacer ‘rincones para niños’, creo que la museografía tiene que estar integrada en la exposición, tú obras un cajón y el niño abre el de debajo.
—Esta ha sido una primera intervención en la sala, pero el objetivo es renovarla completamente. ¿Cómo se lo imagina?
—Tenemos que ir hacia un relato potente. Queremos ser un referente: ¿el Triásico sólo está en Alcover? Iremos más allá para profundizar en el Triásico en Cataluña y crear sinergias, pedir fósiles en Móra d'Ebre, en Odèn, en el Solsonès... Y por qué no, a la larga, hacer un recorrido por Mont-ral y señalar un itinerario Triàsico.