Diari Més

Manel Martínez.Autor del llibre 'La vida als masos i altres disseminats de la Conca de Barberà'

«El papel de la mujer en la vida en la masía no se ha reconocido nunca»

El autor ha reconstruído la vida cotidiana en las masías de la comarca a través de entrevistas a sus antiguos habitantes

Martínez, hijo de Vimbodí, ha escrito varios libros sobre el patrimonio rural de la Conca de Barberà.

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—En qué ámbito geográfico y temporal se circunscribe su estudio?

—Aunque al principio quería hacer toda la Conca de Barberà, cuando vi la documentación y el volumen de datos que tenía, decidí acotarlo en la Conca histórica, dejando de lado la Baixa Segarra y los municipios de Senant y Vilanova. Con respecto al tiempo, opté por cien años contando desde 1860, que es cuando está el primer nomenclátor y empiezan a estar los primeros padrones municipales, y hasta 1960, porque después de este año los padrones ya no son públicos.

—Las masías de la Conca de Barberà eran singulares en algún sentido?

—Hay de todo. No hay una masía o un diseminado estándar, sino diferentes zonas. Por ejemplo, la masía de montaña, al antiguo término de Rojals. Es una masía pequeña, de economía de montaña, de aprovechamiento del bosque. En la llanura hay masías más históricas, pero la masía grande, como lo encontramos en la Catalunya Vella, aunque hay, no abunda.

—En términos generales, cómo era la vida en la masía?

—Era una vida muy sencilla, donde todo el mundo trabajaba. Del más pequeño en el mayor, todos tenían una tarea. Destaca mucho el trabajo de la mujer, que quizás no se ha reconocido nunca: no paraba desde que se levantaba hasta que se iba a dormir. El hombre quizás hacía un trabajo más físico, pero también tenía más ratos de esparcimiento.

—Las masías eran principalmente ocupados por masoveros?

—En las masías grandes encontramos masoveros, mientras que en las masías pequeñas viven sobre todo propietarios, que los habitan con la familia. De las 131 masías que hay en el libro, aproximadamente un 80% son de propiedad.

—Cómo eran los pactos de granja?

—El contrato de granja estipulaba unas condiciones, que normalmente eran a un tercio: es decir, una parte para el masovero, y dos para el propietario.

—Una parte importante del libro son las entrevistas a antiguos habitantes de masías. Todos coinciden en muchos aspectos de la vida cotidiana, como cuál era el corazón de la casa.

—A la hora de hacer entrevistas hice una pauta, e hice las mismas preguntas a todo el mundo. El corazón, donde se hacía vida, era la cocina, con el fuego en el suelo, aquel era el eje principal de la masía. Después había las habitaciones sencillas. Quizás lo que tenía más importancia eran las construcciones auxiliares, como el corral, la bodega, o el pajar.

—Había relación entre las masías?

—La vida estaba en la masía. No tenían demasiado tiempo para hacer relaciones, pero allí donde había masías próximas habitadas, la relación era buena, se ayudaban e incluso hubo matrimonios. Por otra parte, la relación con el pueblo sí que era escasa. Los chiquillos iban a la escuela, pero la vida estaba centrada en la masía.

—En el libro habla de la vida después de la Guerra Civil, en que las masías recibían visitas tanto de la Guardia Civil y como de los maquis. ¿Qué relación tenían, con los unos y con los otros?

—Me habría gustado poder entrevistar a más personas que hubieran vivido en las masías antes de la Guerra Civil, que seguramente fue la época más interesante, pero las pocas personas que encontré eran mayores, tenían más de noventa años, y en aquel tiempo eran niños. He encontrado a más testimonios a partir de la Guerra Civil, que marcó un antes y un después a la vida en la masía. Después de la guerra la Guardia Civil pasaba por las masías a hacer la ronda. Les tenían que firmar la ‘cartilla’ conforme habían pasado, y después iba el oficial para comprobar si habían hecho la ronda. Todo el mundo trataba de tener una buena relación, si no habían comido los invitaban, o les daban alguna cosa. En relación con los maquis, la Conca no fue una tierra con grandes partidas, pero sí que hubo, y algunos tuvieron algún encuentro. Pero no hay encuentros conflictivos, si pasaban les daban comer, y ya está.

—Ha entrevistado a 21 personas. ¿Guardan buenos recuerdos, de la vida en la masía?

—Todos coinciden en qué la vida en la masía les ha dejado buenos recuerdos, pero a la vez que la vida era dura, trabajando de sol a sol. Pero mayoritariamente conservan el recuerdo de la amistad, de vivir toda la familia, varias generaciones juntas.

—En qué estado se encuentran ahora las masías?

—Un porcentaje muy alto está en un estado deplorable. Sobre todo la masía de montaña, que es una masía que sólo quedan cuatro piedras, excepto los tres o cuatro que se han arreglado como segunda residencia o turismo rural. Y en la llanura todavía se mantienen, pero en un estado también muy malo.

—De donde le viene el interés por las masías?

—Me gusta mucho caminar y recorrer la montaña y los términos municipales. Mi familia fueron emigrantes de Andalucía que el año 1941 entraron a trabajar de masoveros a una de las masías grandes importantes, el Mas de Dalt de Vimbodí. Tenía la curiosidad de saber cómo vivió mi familia allí en la masía. También me interesa la arquitectura popular y tradicional, y de hecho con este ya son ocho libros los que he publicado sobre el patrimonio rural de la Conca de Barberà.

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