«Soy nacido en Albacete y tuve la suerte de vivir en un barrio catalanista»
Antonio Palacios Álvarez, portavoz de los Avis i Àvies per la Llibertat, dice que la presencia de unionistas ha crecido el último mes
Pasan unos minutos de las once de la mañana. Es el miércoles y el paseo de Albert hierve con los eslóganes caseros de los marchantes del mercadet semanal, los turistas que llegan sudorosos después de enfilar la riera para descubrir que hay otro Cambrils más allá de las playas, y el alboroto de las terrazas de bar completamente llenas.
En el bar Las Cadenas juntan las mesas un pequeño grupo de hombres y mujeres con banderas españolas enrolladas, alguna camiseta roja, y pañuelos y pines del mismo signo. Son las personas que han acudido al llamamiento que se había hecho circular el día anterior a través de las redes y los mensajes de telefonía móvil «Concentración anti yayos indepes », decía el mensaje que, además, facilitaba las frases para corear: «Yo quito lazos, somos los 14, No somos fachas, somos españoles»Entre otros. El mensaje aportaba un nuevo incentivo para la concentración: los periodistas de un matinal de un canal de televisión de ámbito nacional retransmitiría el encuentro.
A los Avis i Àvies per la Llibertat dels Presos de Cambrils no les extraña su presencia. «Puntualmente teníamos voces contrarias, pero desde hace un mes, aproximadamente, se han añadido más. Se encuentran en este bar, donde gestó este grupo de unionistas», dice Manuel Antonio Palacios Álvarez, a quién sus compañeros han erigido como portavoz de los Avis i Àvies; de hecho, es él quien lleva el megáfono.
«Cada miércoles nos increpan, pero tenemos que tratar de no caer en la trampa, es lo que nos estamos encontrando, pero nosotros continuamos con nuestro deber de salir en solidaridad con nuestros presos políticos, que ya podemos decir que son rehenes,» afirma Palacios. El portavoz, «para que conste», añade uno contundente «soy nacido en Albacete, mis padres vinieron con la inmigración y tuve la suerte de vivir en un barrio catalanista».
A las once y media en punto, la calle de Gimbernat se convierte en el espacio de tráfico entre los dos extremos del espectro político actual en Cataluña. En el paseo de Albert, los unionistas alzan una pancarta, despliegan las banderas, afinan las bocinas y empiezan a llamar a los lemas con el chiringuito de bragas y sujetadores del mercadet como telón de fondo y delante de los teléfonos móviles de algunos turistas a quienes el repentino estallido de patriotismo les ha cogido desprevenidos. En el otro lado de la calle Gimbernat, en la plaza que hasta el 2014 se llamaba de España, levantan las fotografías de los políticos y cantan L'Estaca . Al acabar, la plaza de la Vila revienta en aplausos. Los Avis i Àvies se disponen a enfilar la calle Gimbernat para manifestarse, como hace cada miércoles. Al final de la calle los espera el grupo que lleva banderas españolas y que sigue vociferando el «yo quito lazos...» sin moverse de la esquina.
El encuentro se produce en el paseo de Albert y la tensión la sufren los espectadores porque ni unos ni otros se fruncen. Suben los decibelios, los gritos de «libertad» en megáfono y los de «golpistas » acentuados con bocinas se mezclan durante unos minutos, pero la pequeña marea amarilla sigue su curso y todos dejan pasar el momento con la cabeza alta y el ademán intacto. Los Avis i Àvies per la Llibertat siguen su itinerario para acabar, nuevamente, en la plaza de la vila. Se pone distancia entre unos y otros y, cuando todo ha finalizado, aparecen agentes de la policía, que se agrupan en la calle de Gimbernat, convertido nuevamente en la frontera improvisada entre los abanderados, que vuelven a escoger mesa|tabla en Las Cadenas y los amarillos, los cuales se emplazan a un nuevo encuentro cada miércoles, hasta que los políticos catalanes encarcelados sean liberados.