Sucesos
Constantí se despierta con su «secreto a voces» más íntimo conocido en toda Cataluña
Los vecinos de la parte antigua estaban mayoritariamente al corriente
Los bares de la calle Major de Constantí abrían ayer con la noticia de varios vecinos del pueblo asediados sexualmente por el mosén entre 1972 y 1999. Se trata de uno «secreto a voces», según indica un vecino que quiere permanecer en el anonimato. Son diversos los que prefieren evitar hablar con los periodistas. Los que no tienen problema son los que o bien no saben nada –algunos de los cuales son nuevos en el municipio– o bien aquellos que sí que lo sabían y que no tienen una relación estrecha con la Iglesia y su vida cultural y social.
Margarita Bonilla, vecina, explica que «siempre se comentaba, pero yo no sé nada ya que no voy a misa». El gesto más conocido de mosén Pere Llagostera, hacer que los feligreses le dieran un beso en la mano, es comentado.
Quien se salvó por poco fue Joan Carles Roig, otro vecino que cuenta con amigos afectados dentro de su grupo. Él no fue a ninguna excursión y, por lo tanto, no coincidió a las noches con él. Explica que el relato de los hechos se había apartado hasta que, hace muy poco, la canción Corvus , del grupo local Els Pets, hizo que se pusieran «las pilas». A él, años atrás, le habían narrado lo mismo que relataba Joan Maria Ramon: tocamientos mientras dormían que el mosén negaba y que, incluso se escudaba en que los menores se habían destapado la ropa durante el sueño. Él mismo señalaba las casas de algunos de los afectados, la mayor parte en torno a la calle Major, cuando aquel lugar era el pueblo de Constantí y todavía no habían aparecido las nuevas construcciones.
Dani Jordana, trabajador del bar El Casino, aseguraba que la noche anterior, cuando la noticia ya corría por Internet, «petó por Whatsapp». Entre los clientes, satisfacción para que se hubiera destapado, pero había diferencias entre generaciones: «Los que tienen 70 años para arriba para ellos es un tabú, son los que lo taparon». Que había habido abusos, Jordana estaba al corriente: «Se sabía, pero no con nombres y apellidos». Ayer por la mañana se ponía «las manos en la cabeza», «no te lo llegas a pensar». Otra vecina reclama: «No se tendría que haber esperado tanto para hacerse público».
Constantí vivió ayer un antes y un después en su historia cotidiana. A la espera de qué consecuencias aplique el Arzobispado de Tarragona –con el mosén ya muerto hace dos años–, el foco también se gira hacia ellos.