Una antigua fabrica de anís de Valls reabrirá como restaurante de 'calçotades'
Jóvenes emprendedores compran el emblemático edificio de la Licorera Vallense, donde todavía se conservan botas de vino y documentación de la época
Una antigua fabrica de anís de Valls se reabrirá como restaurante de calçotades. Tres emprendedores locales han comprado el emblemático edificio de la Licorera Vallense, en la zona del Portal Nou, donde tiempo atrás se concentraba la actividad industrial. La destilería abrió el año 1918 y estuvo en funcionamiento hasta el año 2001. Fue la última licorera en bajar la persiana en Valls. Dentro del inmueble, que también fue la residencia familiar de los dueños, todavía se conservan una decena de botas, cuatro tinas y un cubo cerámico en el sótano. Los empresarios quieren restaurarlo a pesar de abrir de cara al próximo verano el que promueven como el único restaurante dentro de la ciudad donde se harán calçots, como alternativa a la oferta del extrarradio. El proyecto resulta estimulante hasta el punto que hay habitantes de Valls dispuestos a cederles las escasas botellas de antiguos anisados y licores que se conservan de la época para ambientar el local.
La Licorera Vallense es un singular edificio esquinero, de cuatro niveles -sótano, planta baja, primera planta y desván-, que forma parte del patrimonio arquitectónico e industrial de la ciudad. Su nombre todavía se puede leer con grandes letras mayúsculas en la fachada lateral, aunque era más conocida como Licorera Vallenca -en catalán-. Los emprendedores tienen claro que este será el nombre del nuevo restaurante en un ambicioso proyecto de remodelación planteado por fases.
De entrada, los empresarios rehabilitarán la planta baja donde se fabricaban y almacenaban los licores -hasta más de sesenta, según los historiadores locales-. Se trata de un espacio de más de 300 metros cuadrados donde se plantea un comedor para cerca de cien comensales. También se harán comedores reservados aprovechando pequeñas dependencias, como el cubo subterráneo o la antigua oficina, donde todavía se guardan libros de contabilidad de la época dentro de unas viejas vitrinas.
En el fondo de esta planta baja, se habilitará la cocina y la brasa, justo en la antigua sala donde se destilaban los licores. También se dispone de un pequeño rellano que hacía las funciones de laboratorio. El resto de plantas del inmueble, en buen estado de conservación a pesar de haber estado casi veinte años cerrado, quedan sujetos a futuras fases de ampliación. Los empresarios también han adquirido el patio exterior de un inmueble adyacente para instalar una zona de terraza para los clientes.
El proyecto ha generado tal expectación en Valls hasta el punto que varios particulares se han ofrecido a ceder botellas de unos anises y licores muy buscados que ya se han convertido en material de coleccionista. De entre la sesentena de productos que se fabricaban en esta licorera, los más representativos fueron el anís Mallorquí, el estomacal y el coñac o blanda Grogués. La familia que era propietaria también cederá uno de los dos únicos alambiques que había en la fábrica.
La licorera fue fundada por Remei Grogués el año 1918. A pesar de ser la propietaria del negocio, la licorera se la conocía sobre todo por uno de sus productos, Anís Mallorquí, que respondía al apellido de su marido Anton. Tuvieron dos hijos y el negocio prosperó. Pasados los años, la propietaria quedó viuda y más adelante se casó con Pere Compte Crusells, con quien tuvo dos hijos más. Los descendientes mantuvieron el negocio familiar hasta su cierre.
La fabricación de los licores y los anisados en Valls fue una industria potente, con un gran prestigio que fue creciendo y haciéndose un agujero en el mercado exterior. Se exportaba a Europa y hasta a Cuba y varios países de América Latina. La época de oro del anís de Valls se inició el año 1880 y perduró hasta 1930. En la década de los cincuenta todavía había siete fábricas potentes, pero desde entonces entraron en decadencia hasta el 2001, cuando cerró la Licorera Vallense.
Enric Castells, uno de los socios de proyecto, parte de la experiencia que hace seis año atrás abrió, con sus hermanos, otro restaurante en una antigua casa remodelada que guarda cierta semejanza con la licorera, a escasos 300 metros de distancia. Pero antes que el espacio surgió la idea. «Se nos ocurrió que faltaba un lugar donde hacer calçots dentro de Valls y topamos con esta joya», dice. «Lo restauraremos para que tenga la misma esencia de aquella época», concluye.