Roba Estesa: «Que vengan chicas adolescentes a decirnos que han formado un grupo de música nos anima a seguir»
La banda|lado busca una sonoridad «más radiofónica» a través de la electrónica con el EP 'Dolores'
'Dolors', nombre del EP, más que un personaje concreto es «una especie de fantasma que encarna todos los males sociales que sufrimos». Cuatro canciones que cuestionan el sistema de relaciones jerárquicas, monógamas o heteronormatives que «llevamos encima». Manteniendo el mensaje reivindicativo, Roba Estesa se aleja de la canción tradicional y busca una nueva sonoridad con la electrónica que habían ido incorporando en los directos. Uno de los objetivos del nuevo trabajo era tener un producto «un poco más radiofónico» para aumentar la difusión, desprendiéndose así de la etiqueta de música folk.
En busca de referentes
Alba Magriñà (batería y percusiones), Anna Sardà (bajo, violonchelo y voces), Clara Colom (acordeón diatónico y voces), Claudia García-Albea (violín y voces), Gemma Polo (voz) Laia Casanella (guitarra española), Helena Bantulà (guitarra eléctrica) y Sandra Bracke, intérprete en lengua de signos, dicen con la boca pequeña que «han tenido un peso importante» en la escena catalana para generaciones próximas a la suya.
Cuando después de los conciertos se les acercan chicas de 14 años y los dicen que están impulsando grupos de música, se dan cuenta «que alguna cosa están haciendo», y que todo toma sentido. «Llenar un vacío nos ha movido y es una de las cosas que nos ha hecho continuar en este proyecto», dice la violinista de la banda, Clàudia García. Un vacío que han llenado en fiestas mayores y festivales, un circuito donde se sienten cómodas y quieren seguir contribuyendo en el proceso de construcción de la identidad de los jóvenes que las quierenver. «Es un poder que tenemos nosotras, el de subir al escenario y crear conciencia», apunta.
Siete chicas que estudiaban al conservatorio el año 2011 se reunieron para crear la banda, y después de dos álbumes, 'Descalces' (Coopula, 2016) y 'Desglaç' (Coopula, 2018), han conseguido situar una manera de hacer feminista en «el espacio de poder que representa el escenario».
Y si bien ahora hay más presencia del discurso feminista encima de los escenarios, «cosa que hace un tiempo no existía», y algunos festivales están haciendo un esfuerzo por «mantener unas cuotas», grupos formados únicamente por mujeres «hay muy pocos o casi no hay en nuestra escena musical». «Realmente nosotras no hemos tenido grupos de mujeres referentes. No habíamos visto a nadie encima de un escenario haciendo lo que hacemos nosotros», señala la bajista Anna Sardà. En parte, cree que falta un poco de tiempo para que se consoliden más referentes y otras mujeres digan: «Yo quiero hacer lo mismo». «Todavía nos resulta extraño ver a una tía tocando la batería», lamenta la Sardà.
«Quienesta programando está decidiendo qué nos gusta como generación y como público», alerta García sobre las plataformas de difusión. «Desde la programación hasta ahora nadie se había preocupado para que hubiera heterogeneidad en los escenarios», lamenta.
El escenario como espacio de poder
Roba Estesa quiere que sus conciertos sean espacios seguros, tanto en las dinámicas entre el público, como ellas encima del escenario. «A pesar de estemos ocupando un lugar de poder como es el escenario, también nos hemos encontrado en situaciones desagradables», afirman. Por eso, quieren romper con la idea de que los artistas «puedan hacer lo que les dé la gana» encima de un escenario, y que este respeto sea recíproco por parte del público.
«Haypersonas que consideran que en aquel momento tú no tendrías que estar ocupando este espacio, ya sea porque seamos mujeres o no, se han producido agresiones desde el público, ya sea gestos o palabras», explica la bajista.
Como respuesta, han ideado una especie de protocolo interno, que da libertad de detener el concierto si hay alguna situación indeseable. «A nivel de festivales es una cosa que no está resuelta, sólo el Bioritme tiene un protocolo con el punto lila que es aplicable a lo que pasa en el escenario». En definitiva, «nunca nadie se había planteado que el escenario podía no ser un espacio seguro para segúnquien lo ocupe».