Diari Més

Estado de Alarma

Residencias cierran las puertas al virus

Son diversos los centros de personas mayores de la demarcación que, afortunadamente, todavía no han registrado ningún positivo por coronavirus entre los residentes

Los residentes de Barà Bahia, un centro de personas mayores de Roda de Berà que, por suerte, todavía no ha registrado ninguno contagiado de coronavirus, jugando a los bolos con uno de los trabajadores.

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Si bien es cierto que las residencias de personas mayores se han convertido en el sitio más peligroso en medio de esta pandemia, ya que los que viven allí forman parte de uno de los colectivos de mayor riesgo delante del virus, en la demarcación Tarragona hay que, por suerte, se resisten al enemigo invisible y todavía no tienen ninguno contagiado entre los residentes.

Encontramos la FundacióPere Badia de Torredembarra, la Residència de Gent Gran Mare de Déu de la Mercè de Tarragona, la Residència STS Mirador de Berà de Roda de Berà y la residencia Ballesol de Reus, entre otros. También es el caso de la Fundació Privada Casal d’Avis de Alforja, donde viven 40 ancianos. El director del centro, Josep Maria Duran, celebra este hecho y espera que «siga así». Duran explica que cerraron la residencia el día 13 de marzo y que reservaron una habitación individual por si había que aislar alguno de los residentes que se encuentra en una habitación doble, algo que hasta ahora no ha sido necesario.

La Fundació Privada Casal d’Avis de Alforja cuenta con 35 trabajadores, que siguen unas medidas de higiene y prevención muy estrictas y que son uno de los principales motivos por los cuales no hay ningún contagiado. «El personal se hace un control de temperatura al entrar en las instalaciones y lo hacen ya con la ropa de trabajo y los equipos de protección individual, que hay para todos porque hicimos un pedido desde el primer momento, desinfectados,» asegura Duran, que sostiene también que «se desinfectan todas las superficies de contacto del centro hasta tres veces al día». Además, según el director, los proveedores lo dejan todo en el vestíbulo, donde se deja unas horas para que se descontamine, si es el caso. Duran también explica que, como medida de prevención, «cuando tenemos que enviar a algún residente al hospital por un motivo menor y este vuelve a la residencia, aplicamos un aislamiento total de esta persona durante 15 días en su habitación y los trabajadores entran protegidos con los EPI». Evidentemente, desde el primer día también prohibieron la entrada de familiares y amigos de los residentes en el centro. «La residencia es un bunker», dice Duran.

No obstante, mediante unas tablets que el Ayuntamiento de Alforja cedió a la residencia y de un ordenador del cual disponen, los residentes mantienen el contacto con sus familiares a través de videollamadas. A pesar de que algunos residentes que están un poco desorientados, Duran asegura que los trabajadores les organizan actividades que, junto con el contacto virtual con los familiares, hace que «se mantengan bastante bien». El director explica también que como el personal va equipado con los EPI y eso hace que sea más complicado que los residentes los reconozcan, muchos de ellos se extrañan, llevan una foto suya colgada en el cuello para que sepan que les está cuidandola persona de siempre.

Otra residencia que todavía no ha detectado ninguno contagiado de coronavirus entre sus residentes es la Barà Bahia, de Roda de Berà. El director del centro, José Garcia, explica que ya aislaron todo el recinto antes de que el gobierno español declarara el Estado de Alarma. «Compramos mascarillas y guantes, equipos de protección suficientes y tomamos medidas de seguridad desde el primer momento», señala Garcia. Además, apunta que desinfectan todos los espacios interiores una vez al día, y que el Ayuntamiento de Roda hace lo mismo un par a veces en los entornos del edificio. Los residentes mantienen la distancia de prevención en todo momento y se coge la temperatura constantemente a los 43 ancianos y a los 27 trabajadores de la residencia. Según explica el director del centro, el personal entra en las instalaciones por una entrada diferente del habitual, que les lleva directamente a los vestuarios y acceden a las instalaciones con la ropa de trabajo.

Con respecto a los residentes, Garcia explica que están animados, «ya que al final seguimos haciendo vida normal. Al principio tenían más miedo pero poco a poco, con el buen humor de los trabajadores, están mejor». Además, dice el director, la trabajadora social se encarga de que los ancianos estén en contacto con los familiares a través de llamadas y videollamadas.

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