Tímida activación de los campings y hoteles de la demarcación

Los que ya pasarán la primera noche son una familia, también de Tarragona, que se han instalado en un bungalow. En su caso tienen una caravana en una zona del camping que todavía no abrirá, ya que los servicios comunitarios no están en un funcionamiento, y mientras no arranca toda la actividad la dirección los han reubicado. «Normalmente veníamos una semana, pero este año hemos decidido hacer toda la temporada entera», comenta Carlos. Con el café encima de la mesa ya desean poder ir a la piscina y a la playa.

La apertura de todos los servicios del camping será progresiva, a medida que el Campde Tarragona avance fases, según comenta Roger Trillas, uno de los propietarios. De momento ya han podido abrir la terraza del restaurante y el supermercado. En la segunda fase esperan poder abrir algunas instalaciones con limitación de aforo y, de cara a la tercera, ya poder colocar las hamacas de la piscina. Además, apunta que se multiplicarán los trabajos de limpieza y desinfección de duchas y lavabos comunitarios. «El sector se prepara para ofrecer alojamientos de forma segura», apunta.

Trillas reconoce que «hasta que Barcelona no acabe todas las fases no habrá mucho volumen de clientes». Con todo, pues, «la temporada no se prevé demasiado buena». «La previsión más optimista es que haya como mucho un 50% del camping ocupado», detalla Trillas. Al fin y al cabo porque no cuenta que lleguen turistas extranjeros y el público estatal no es lo bastante abundante como para llenar todas las plazas turísticas de la demarcación.

Poco ritmo en las Terres de l'Ebre

En las Terres de l'Ebre, uno de los establecimientos del sector hostalero que ha decidido abrir puertas después de dos meses de confinamiento es el hotel restaurante Diego de Santa Bàrbara (Montsià). Por la mañana ya ha recibido a los primeros clientes, principalmente del mismo pueblo, que conservan la costumbre de los desayunos de tenedor y, al mediodía, sirviendo comidas. Lo han hecho, en todos los casos, habilitando como comedor una de sus dos grandes terrazas exteriores. «No ha hecho falta mucha inversión: separar mesas y sillas a dos metros», precisa su propietario, Diego Arasa.

Un cartel con una gran aspa encarnada sobre la barra y otros espacios comunes indica que quedan, de momento, fuera de servicio para garantizar las medidas de seguridad delante del coronavirus. Botellas de líquido desinfectante son visibles en varios espacios del establecimiento, que es objeto de limpieza frecuente. «La gente está muy concienciada: se separa, cada uno en su sitio, van al lavabo de uno en uno, tenemos las medidas de limpieza, guantes, mascarillas...», sostiene al propietario.

También el hotel, con una veintena de habitaciones, ha vuelto a abrir este mismo lunes. Aparte de turistas, acogen a menudo a muchos trabajadores de a menos que tienen que venir a la zona. «Ya tenemos alguna reserva para esta semana y la próxima. Todo empieza muy poco a poco, esperando que se arregle», apuntaArasa. El establecimiento familiar, que contaba con una quincena de personas en plantilla, ha reanudado la actividad con un tercio de los trabajadores. «A ver si la próxima semana podemos poner dos más y la otra dos más y en un mes que pueda estar todo en marcha. Sería fabuloso para todos», manifiesta.

Consciente de que la gran mayoría de los clientes turistas no llamarán a la puerta de los establecimientos ebrenses hasta que se levanten las restricciones de movilidad fuera de territorios como el área metropolitana de Barcelona, Arasa es partidario de iniciar ahora la actividad. «Tenemos que estar preparados para cuando vengan. Si en dos semanas o tres vienen, tenemos que estar preparados para acogerlos como merecen», reflexiona, optimista. «Por el bien de todos las Terres de l'Ebre necesitamos gente que venga aquí a disfrutarlas, porque son impresionantes».