Restauración
El relevo tiene nombre de mujer
El histórico Hostal Coca de Torredembarra celebra 200 años con la mirada puesta en el futuro
En doscientos años historia en el Hostal Coca de Torredembarra las han visto de todos colores. Pero nunca se habrían imaginado que llegarían a celebrar la efeméride en un contexto tan complicado como el actual. «El año pasado fue un desastre. Por todo el tema de la covid, y también porque murió mi marido, Juan Coca,» explica Matilde Martos, actual propietaria del hostal. Ahora ella lleva las riendas y cuenta con la buena ayuda de sus hijas, Carolina y Meritxell Coca, que siguen el legado familiar al frente del negocio. Un establecimiento que abría puertas en 1820 a pie de la carretera nacional. Con el paso de los años, aquel hostal que acogía a los viajeros que llegaban con sus carros, vio cómo la villa crecía a su alrededor y la carretera se alejaba, de manera que quedó en un lugar central del núcleo de Torredembarra. Con el tiempo también se lo hicieron suyo los torrencs, convirtiéndolo en punto de encuentro habitual.
«Somos un negocio familiar de cocina tradicional. El más antiguo de la provincia y de los más antiguos de Cataluña y España que hallevado siempre a una misma familia», señala a Carolina. Con 38 habitaciones y espacio para cerca de 200 comensales, la familia ha visto pasar generaciones enteras de torrencs y también de veraneantes y viajeros, que hacían parada y fonda en la Coca. Matilde Martos explica que entre sus clientes ilustres de todas las épocas se cuentan «Alfonso XIII, Jordi Pujol, Artur Mas, la familia Botín y mucha más gente. También personas conocidas que se han quedado a dormir y, que por discreción, no hemos querido hacer propaganda».
Ahora son madre e hijas las que trabajan en el negocio, y aunque las tres coinciden en el pensamiento de que el Hostal Coca tiene que seguir funcionando con las bases que lo ha hecho tan famoso, Carolina y Meritxell tienen algunas ideas que resultan rompedoras para la madre: «En 199 años hemos tenido abierto todos los días, sin hacer ni una sola fiesta. Ahora mis hijas opinan que tendríamos que cerrar al menos un día a la semana», asegura Matilde.
«Crecimos aquí, porque los padres vivían en el mismo hostal, pero nosotros tenemos familia y nuestras casas, y queremos trabajar, pero también pensamos que necesitamos algún día de descanso», afirma Meritxell. Entre las dos suman cinco nietos, explica Matilde, esperanzada que el relevo generacional no se acabará con sus hijas. Ellas admiten que, «aunque la hostelería es muy sacrificada y la gente cada vez tiene más prisa y es más exigente», están dispuestas a seguir el testigo familiar. «Es un orgullo poder seguir con el trabajo que hicieron los bisabuelos, los abuelos y los padres. Eso no lo puede decir todo el mundo. Además, nuestros clientes van viniendo y están contentos, y eso también nos compensa mucho», asegura Carolina.
«En la situación actual no sabía qué hacer», admite Matilde. «Pero que la gente venga y esté contenta nos ha ayudado a decidirnos a abrir puertas», concluye.