Encuentran más de 300 grabados y restos de carbones dentro de la cueva de la Font Major en l'Espluga
Un año después del hallazgo, los arqueólogos sospechan que los grabados pueden extenderse por otras galerías inexploradas
En esta sala los especialistas han encontrado una fina capa de restos orgánicos con microcarbones que indican actividad en la cueva entre 36.000 y 37.000 años atrás. Toda una prueba objetiva para la datación del espacio, dado que sólo con los grabados es muy difícil afinar la antigüedad. «No era un lugar de hábitat, entraban con antorchas o lámparas y buscamos elementos que hubieran dejado durante estas visitas que nos permitieran fechar el santuario», explica el arqueólogo Josep M. Vergès, coordinador de la investigación.
«Un santuario de primera división»
Vergès lo considera un «santuario de primera división», al tratarse de una colección de arte rupestre de hace 15.000 años que sorprende por la cantidad y diversidad de grabados -con figuras de animales y, sobre todo, signos abstractos-, y que pasara por alto durante tanto tiempo. A pesar de estar a mucha profundidad, continuamente pasaban grupos de visitantes intrépidos que, haciendo la ruta de espeleología, se apoyaban enlos frágiles laterales de la cavidad, lo cual hace pensar que se han perdido tantos grabados como los que se han encontrado.
Al descubrirse el santuario, este tramo quedó clausurado, sólo accesible al equipo de arqueólogos. Ahora quieren investigar si hay más ramales ocultos, taponados por los sedimentos, con prospección geofísica. «Por la estructura de la cueva, pensamos que puede haber otras galerías por el lado», apunta Vergès. También se han encontrado evidencias arqueológicas que indican la posible existencia de otra boca de entrada, ahora taponada, próxima a los grabados que explicaría cómo los humanos los hicieron a tanta profundidad.
La investigación, en plena covid-19
A pesar de haber tenido que detener las excavaciones durante meses por la covid-19, los arqueólogos del IPHES han podido adelantar mucho trabajo en la cueva de la FontMajor: prospecciones y catalogación de nuevos grabados -hasta llegar a los más de 300-, documentación de la cueva con tecnología 3D para poder en un futuro visitar el espacio a través de realidad virtual, y fotogrametría para tener texturas de alta resolución de los paneles. Los arqueólogos quieren saber qué pasó desde tiempos pretéritos dentro de la cueva -en algunos periodos, inundada.
«Queremos combinar la información de la parte geológica con la de las ocupaciones humanos y obtener dataciones de los sedimentos para saber qué y cuando pasó», afirma. En paralelo, durante este año, los arqueólogos también intervinieron en otra galería muy próxima a los grabados, la Sala del Llac, donde hay una zona de culto de entre finales de la edad del bronce y la edad del hierro. Es un santuario protohistórico mucho más moderno -de unos 2.600 años-, que también se está investigando y donde el doctor Salvador Vilaseca ya había localizado restos de urnas.
«Queremos mezclar la parte geológica con la de ocupaciones humanas, y, al mismo tiempo, hacer una datación de los sedimentos», afirma. En paralelo, durante este año, los arqueólogos también intervinieron en otra pequeña galería muy próxima a los grabados, la Sala del Llac, donde hay una zona de culto ibero. Es un santuario protohistórico mucho más moderno -de 2.600 años-, que actualmente también se está investigando y donde el doctor Salvador Vilaseca, descubridor de la cueva el año 1956, ya había localizado restos de urnas funerarias.
De manera conjunta, el Ayuntamiento de l'Espluga de Francolí y el IPHES están haciendo gestiones para redactar un proyecto de valoración patrimonial y socialización de los conjunto de grabados paleolíticos. Esta iniciativa se llevará a cabo teniendo en cuenta varios agentes e instituciones del territorio. Situada dentro del núcleo urbano, la cueva de la FontMajor de l'Espluga, una de las siete cuevas más largas del mundo formadas en conglomerados, recibe a unos 35.000 visitantes al año y ha llegado a tener hasta 50.000, desde que se abrió al público en 1994.