Aumentan las fiestas ilegales en zonas rurales por la «represión» en las ciudades

Una fiesta ilegal es una manera de «hacer política mostrando otras formas de vivir, de convivir y de ocio». Así lo defiende Pablo Soria, doctorando de la UPF que investiga el movimiento de las free parties . Este fin de semana pasado ha estado en larave de Sarral que ha reunido cerca de 700 personas. Está haciendo trabajo de campo, «observando», explica mientras muestra a ACN los apuntes que ha tomado. Destaca que es un movimiento «informal», aunque se basa en la autoorganización. El investigador recuerda que en los inicios, las fiestas ilegales se montaban dentro de las ciudades, pero la «represión» ha alejado estos encuentros hasta territorios rurales como el de Torà (Solsonès) o en Sarral (Conca de Barberà).

Soria es valenciano, tiene 44 años y en los años 90 se adentró en el mundo de lasraves. Primero como organizador y asistente, y desde hace dos años como doctorando en comunicación social por la UPF. «No sólo hay una forma de ocio», exclama mientras lo ejemplariza con aquellos que salen a una discoteca «a gastarse 30 euros». Soria define lasraves como una «alternativa» y lamenta que se «criminalice» porque sólo quede aquello «estructural».

Es consciente de los prejuicios que hay en torno a este tipo de fiestas: «el drogadicto, el animal que lo deja todo lleno de mierda», dice él mismo. En cambio, el campo de Sarral está muy limpio, los jóvenes lanzan los desperdicios en grandes bolsas de basura que una empresa se llevará el último día de la fiesta, según explican algunos de los participantes.

«El relato que dan los medios de comunicación, generalmente, no es el correcto», se queja el investigador. «Es un movimiento que para mantenerse vivo siempre ha estado en la sombra», continúa.

El espacio público y el modelo de ocio

Soria centra su investigación en cuestiones como el uso del espacio público o el modelo de ocio. «¿Quién tiene derecho a usar el espacio público y quién no? Por qué no hay espacio público para los jóvenes», se pregunta. «No hay espacio para la auto-representación», apunta el doctorando, «necesitas lugares donde el poder social, la estructura, no sea tan evidente», sigue. «En una rave no han desaparecido las jerarquías, pero no estan tan presentes», confirma. El investigador cree que las free parties son un lugar de «libertad» donde «comportarse de maneras diferentes».

Sobre ocupar un terreno privado o estropear caminos para acceder, Soria apunta que el estado español es un país «latifundista». «¿Por qué todo tiene que ser privado y tiene que pertenecer a una misma persona?», se cuestiona el investigador. El terreno que se ocupó en Sarral es un campo que ahora no se está explotando, aunque no pertenece a un gran propietario.

La cultura «free party»

La free party es un movimiento que «mezcla diferentes culturas», destaca Soria. Por ejemplo, el «sound system» jamaicano, el «punk» inglés o el «acid House». Esta corriente underground empezó a organizarraves a finales de los años 80 «para que fueran gratis y accesibles a todo el mundo», detalla el doctorando. Desde Inglaterra, se fue expandiendo por toda Europa, sobre todo en Italia y en Francia, o en el territorio español que también llegó con fenómenos como la «Ruta del Bakalao».

Décadas después, el fenómeno todavía continúa con encuentros como las de Torà y Sarral el fin de semana pasado. También la de Llinars del Vallès, el fin de año del 2020, que reunió más de un millar de personas y que fue desalojada por los Mossos d'Esquadra. Muchos de los participantes de la fiesta de Sarral venían de otrarave de Marruecos y algunos de ellos aseguran que harán parada el próximo fin de semana en Francia, en un lugar todavía por revelar.