Sociedad
El secreto de la longevidad de Pira
Tres vecinas de este pueblo de 502 habitantes de la Conca de Barberà celebran el siglo de vida este año
Nacieron bajo la monarquía de Alfonso XIII y la dictadura de Primo de Rivera. No leyeron sobre la II Guerra Mundial en los libros de Historia, sino en los diarios. Cuando tenían dieciséis años, pudieron celebrar el fin de la Guerra Civil y, en los 98, la de la fase más dura de la pandemia de covid.
Ahora se preparan para celebrar su cumpleaños y todas lo harán en el mismo lugar, el pequeño municipio de Pira (Conca de Barberà) que, con poco más de 500 habitantes, ha alcanzado una estadística nada habitual: tres vecinas celebran este año su siglo de vida.
Maria Civit Dalmau será la primera ensoplar cien velas. Lo hará hoy, 14 de marzo y sólo un día después, mañana, las apagará Luz Divina Sánchez Sancho. Otra Maria hija de Pira, Maria Ferré Amorós, hará los cien años el próximo 28 de diciembre, justo el día de los Inocentes.
«No recuerdo que nunca se haya producido esta coincidencia en un pueblo tan pequeño como el nuestro», explica el alcalde de Pira, Josep Rodríguez Martínez. La media de edad de los habitantes de Pira es de entre 50 y 60 años, pero hay muchos jóvenes. Ha venido mucha gente de fuera», añade. En el Ayuntamiento ya preparan los ramos de flores y las medallas que otorga la Generalitat de Catalunya a los que han cumplido cien años. Este año las han pedido para Maria Civit, Luz Divina y Maria Ferré.
«He hecho de todo. También bailé mucho, me gustaba mucho. Era muy bailadora», dice Maria Civit a Diari Més, quien asegura que, en Pira, ha vivido y vive «súper bien». Nació, se casó y tuvo cuatro hijos. «Tenía muchos amigos y amigas», recuerda Maria Civit. Una de estas amigas era, precisamente la otra Maria centenaria. Maria Civit y Maria Ferré iban a vendimiar juntas y podar cepas en Cal Celdoni cuando todavía estabansolteras.
Como la mayoría de habitantes «de toda la vida» de la localidad, Maria Civit proviene de una familia campesina y trabajó mucho, en el campo y en casa, donde cuidó a sus suegros cuando eran grandes y también a unos tíos que no tenían hijos.
Cuando murió su suegra, se hizo cargo de la única pescadería que había en el pueblo. «No tenían cámaras de frío. El pescado estaba en las cajas con hielo y lo vendían en la casa», dice Joana Ferré, su hija, a quién todo el mundo conoce como Janet, el nombre que realmente le gustaba a Maria.
La parada de autobús en el portal
La casa de Maria Civit, que se encontraba en la carretera, no era sólo conocida por la pescadería: tenía una entrada muy grande en la que la gente esperaba el autobús para resguardarse del sol, la lluvia o de cualquier otra inclemencia meteorológica. Su marido lo abría de buena mañana y ponía sillas. Durante mucho tiempo, en el balcón hubo un cartel donde decía Parada Hispano Igualadina», recuerda Janet Ferré. Maria Civit ha vivido y vive feliz en Pira. Sin embargo, el pequeño pueblo de la Conca de Barberà también ha sido el telón de fondo de algunos de sus recuerdos más duros e inolvidables. «La madre siempre nos explica que, un día, durante la guerra, sus padres dijeron a la familia que cogieran todo lo que pudieran para ir a esconderse en unas cabañas a las afueras del pueblo. Mientras caminaban oían los aviones y, cuando estaban a medio camino, un vecino les alertó de que bombardearían el puente y que no podrían volver a casa. Entonces decidieron dar la vuelta y se escondieron en un sótano», rememora su hija. «Este recuerdo y el sonido de los aviones le quedó grabado», añade.
La familia de Maria Ferré Amorós, quien celebrará los cien años en diciembre, también se dedicaba a los trabajos del campo. Ella nació en Pira y sigue viviendo allí con su único hijo Josep Pijoan, quien la cuida. «Mi madre compaginaba el trabajo de la casa con la de cuidar de las gallinas», recuerda el hijo. Tenían muchas y, un día a la semana, un hombre de Sarral iba para recoger los huevos y venderlos. «Aparte de eso, hacía comida para la gente del pueblo o, en la época de fiesta mayor, para los músicos, que se alojaban en casa de los padres», dice Pijoan.
El marido de Maria Ferré también nació en el año 1923. Tenían la misma edad, pero él murió hace dos años y medio. «Hasta casi poco antes de morir, mi padre todavía se quedaba en la viña cada día dos o tres horas», explica el hijo. Quizás es este estilo de vida tan arraigado a la tierra el secreto de la longevidad de Pira. El antecedente más cercano al caso de Maria Ferré lo tiene en su madre, quien murió a punto de llegar a los 99 años. Por otra parte, una familiar de Maria Civit murió a los 104.
De Sant Carles de la Ràpita a Pira
Luz Divina Sánchez nació en Sant Carles de la Ràpita, se casó con un pescador del pueblo y tuvo tres hijos. Ahora tiene diez nietos. «A mi suegro le salió un trabajo mejor en Arenys de Mar y allí ha pasado casi toda su vida, hasta los 95 años», explica su nuera, Ascensión Pereira, quien cuida de la mujer que se volverá centenaria mañana. «Se cayó y se rompió el fémur y decidimos llevarla a Pira, donde vivimos, porque no queríamos que fuera a una residencia», explica.
Luz Divina era ama de casa y ha tenido una buena vida, «eran tranquilos». Está a punto de celebrar los cien años en Pira. Ascensión Pereira destaca su fortaleza: «No se ha movido mucho por el pueblo por el problema en el fémur, pero en verano sale más. Se resfría, como es habitual por la edad, pero es muy fuerte».