El agua, el elemento clave
¿Una desalinizadora? El gobierno dice que sí, pero que la haga el Consorcio de Aguas de Tarragona
Se trata de una propuesta sin concreción pero que despierta debate interterritorial
«Con la situación que está viviendo Barcelona, que tiene dos desalinizadoras en funcionamiento y una ampliación prevista, empieza a hablarse también de una desalinizadora a esta zona. La pregunta es: ¿quién tendría que gestionarla? ¿Quién lo tendría que hacer? Quizás la Generalitat tendría que colaborar, no digo que no. Pero el ente natural o el organismo natural para que sea el impulsor quizás tendría que ser el Consorcio de Aguas de Tarragona».
Así de claro se manifiesta Àngel Xifrè, delegado de la Generalitat en el Camp de Tarragona, sobre una propuesta que, de momento, sólo se sitúa en el terreno de las ideas entre la clase política no sólo del Camp de Tarragona sino de las Terres de l'Ebre. De hecho, el presidente del CAT, Joan Alginet, del mismo partido que Xifrè (ERC) y de Deltebre (Baix Ebre), ha planteado recientemente la necesidad de que se construya una desalinizadora con el fin de reducir la cantidad de agua del río Ebro que consume el Camp de Tarragona.
Fuentes del CAT explican que esta propuesta no tiene, de momento, ninguna traducción en ningún proyecto y que hoy por hoy pertenece sólo al terreno de las opciones de futuro para reducir el agua que circula entre el punto de captación de agua del Ebro en Campredó y la septuagésima de municipios del Camp de Tarragona -y una treintena de empresas químicas- que se abastecen. Sin embargo, aun así, Alginet ha detallado que la cantidad de población que podría abastecer esta desalinizadora del Camp la haría rentable.
Una tensión histórica
La tensión entre el Camp de Tarragona y las Terres de l'Ebre por el llamado ministransvase es una constante desde la aprobación de la ley que facilitó la creación del CAT en el año 1981 y tanto Alginet como los anteriores presidentes ebrenses del consorcio han manifestado con vehemencia el objetivo de reducir o bien la concesión de 4 metros cúbicos por segundo -según datos del CAT, de estos 4 metros cúbicos se utilizan 3 por término medio- o bien el uso del agua del Ebro.
Esta es la visión ebrense de una cuestión territorial fundamental. En cambio, la visión en el Camp de Tarragona es bien diferente. Un ex dirigente territorial, ya alejado de la política, define la llegada del agua al Camp de Tarragona a través del minitrasvase como la cuestión más determinante que ha sucedido en este territorio después de la Reconquista, en el siglo XII. Una cañería, sufragada en parte por la industria petroquímica sin la cual es imposible entender la economía y la sociedad del Camp de Tarragona de las últimas tres décadas.
En el año 2008, durante la anterior sequía, el gobierno central del PSOE modificó el alcance territorial de ley del CAT para hacer posible la llegada del agua a Barcelona, coincidiendo con las plegarias en la Moreneta del consejero de Medio Ambiente de la época, el ecosocialista Francesc Baltasar. Y se llegaron a adjudicar las obras, pero un mayo lluvioso hizo decaer el proyecto y en junio se derogaba la modificación. Aquella era una interconexión de cuencas hídricas, y cada cuenca, tiene que ser autosuficiente, tal como sostiene unánimemente la clase política. El problema es la propia existencia del Consorcio de Aguas de Tarragona, el eterno elefante en la habitación de nuestras comarcas.