El camino hacia el área metropolitana
El camino hacia el área metropolitana, crecer a partir de las necesidades
El Camp de Tarragona va adquiriendo músculo metropolitano mientras espera la llegada del Tramcamp
Cuando el Área Metropolitana de Barcelona (AMB) tuvo resuelto el abastecimiento de agua, la gestión de la basura y la planificación urbanística, ordenó el transporte público. Después, amplió su mirada para abordar cuestiones como la vivienda o la promoción económica, y también de otras problemáticas compartidas como la gestión de los parques y jardines o los accesos y duchas de las playas barcelonesas. La comparación resulta inevitable porque, aunque los procesos y las realidades son diferentes –el de Barcelona se remonta a mediados de siglo XX- la esencia es la misma.
«No será una réplica de Barcelona», subrayaba en estas páginas en enero la presidenta de la Diputación, Noemí Llauradó. «No tenemos que ser la segunda área metropolitana de Cataluña, porque sencillamente no estamos hablando de lo mismo», añadía también aquí su predecesor, Josep Poblet.
Sin embargo, las similitudes existen ya en la actualidad. El Camp de Tarragona ya ha identificado en el pasado problemas territoriales y los ha afrontado de manera conjunta pero no ha tenido la necesidad de crear ningún organismo político que lo gobierne. El agua y la basura, servicios esenciales.
Hoy casi nadie presta atención, excepto del minitrasvase, que aparece de forma recurrente en el debate público. En Barcelona, el área metropolitana es todo aquello que el ciudadano da por descontado y que, si no existiera, convertiría a los 36 municipios casi en inhabitables.
El Camp de Tarragona empieza a aglutinar un grueso de cuestiones metropolitanas. Ya hace 8 año de la puesta en marcha de la aplicación Aparcar, que ya comparten varios municipios y que Reus acaba de decidir traspasar a la Diputació, que la quiere expandir por toda la demarcación y del resto de Cataluña y modificarla para que sea el paraguas de toda la movilidad.
El nacimiento de esta aplicación ejemplariza el camino que está recorriendo el área metropolitana del Camp de Tarragona. Varios ayuntamientos vecinos que comparten una problemática conjunta y que ven cómo la solución de uno de ellos, Reus, sirve perfectamente al resto. Fácil. La dinámica política, que parecía que se había conjurado en el territorio para enterrar el exceso de localismo, ayuda.
Lo mismo proceso está sucediendo con Funecamp, que será la primera experiencia de una empresa pública y circunscrita a su municipio, Serveis Funeraris Reus i Baix Camp, que pasa a constituirse como una empresa supramunicipal, también cien por cien pública. El Camp de Tarragona va sumando músculo metropolitano, mientras mantiene en la retaguardia su mejor carta, aquella que realmente puede transformar el territorio: el Tramcamp. Su influencia ya se deja notar antes de ser una realidad en la planificación urbanística de Reus, que prevé un crecimiento de la ciudad por el sur, precisamente por donde entrará el tranvía en la ciudad.
Al fin y al cabo son grandes consensos territoriales que requieren de una voluntad política robusta y a prueba de debates estériles como el del miércoles en el pleno de Tarragona. La apuesta política no es nueva, viene de lejos. La gran pregunta para resolver es al mismo tiempo la gran dificultad: ¿y todo eso cómo se hace? ¿Cómo se traduce esta identidad metropolitana? Quizás las experiencias del pasado pueden dar alguna idea: identificar los problemas conjuntos, sumar a los afectados en la solución y compartir la gestión.
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