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Objetivo: frenar el localismo para salvar el área metropolitana

El pleno de Tarragona recupera el debate sobre la capitalidad, inexistente desde la Ley de Veguerías

Ruben Viñuales, alcalde de Tarragona, durante el plenario municipal en que se debatió la capitalidad del Área Metropolitana.Gerard Marti Roig

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«Lo que se está discutiendo aquí es profundamente absurdo. Están confundiendo de manera voluntaria y dolosa la capitalidad de la provincia con el área metropolitana, que es una mancomunidad de servicios». De esta manera arrancaba el miércoles el alcalde de Tarragona, Rubén Viñuales, un debate promovido por una moción del grupo municipal del Partido Popular, que alertaba de un inexistente riesgo de que la ciudad pierda su capitalidad y también su identidad bimilenaria, diluida en el magma del área metropolitana del Camp de Tarragona.

No son pocas las voces que han alertado precisamente del riesgo de utilizar la formula «área metropolitana», un concepto eminentemente académico y que cualquier ciudadano relaciona con Barcelona, para referirse a un proceso que lo que persigue únicamente es abordar de manera conjunta cuestiones que afectan al conjunto territorio. «Los retos no se han resuelto con una palabra, porque al fin y al cabo área metropolitana es como un mantra, sino que actuando como territorio», decía en enero en estas páginas el delegado de la Generalitat en Tarragona, Àngel Xifré.

Ya pasó con el agua, en los años 80, y del problema surgió el Consorci d'Aigües de Tarragona (CAT). También con la cuestión de la basura, unos años después, que generó la Mancomunidad para la Gestión Integral de los Residuos Urbanos. Ahora, los siete ayuntamientos centrales del Camp de Tarragona, junto con Valls, se han constituido en el autollamado Grupo Impulsor del Área Metropolitana del Camp de Tarragona, con la voluntad predeterminada de añadir la movilidad y el transporte público, la planificación urbanística y la promoción económica en el cesto de políticas compartidas.

La Ley de Veguerías se aprobó en 2010 y generó un intenso debate en el territorio, un debate que entonces sí que estaba alineado con la realidad porque la ley establecía nuevas capitalidades, como Manresa para la Cataluña Central. Hoy el debate no tiene sentido, pero pone a prueba la fortaleza de la voluntad metropolitana. Al alcalde, Ruben Viñuales, el tema le gusta y no rehuyó el debate. «Cualquier proyecto de estilo metropolitano siempre nos ha ido mal por cosas como las que acabamos de ver hoy. Por falta de alçada de mires», resumió.

Factores que hay que evitar para no detener el desarrollo de un área metropolitana efectiva:

El nombre de la cosa

Que el Camp de Tarragona tiene dificultades para autodefinirse es una evidencia, y el tiempo ha dejado ejemplos nítidos: desde la búsqueda de un académico incontestable para bautizar la descentralizadísima Universitat Rovira i Virgili al tanto inclusivo como inoperante Consorci del Camp de Tarragona y su área de influencia, un primer intento fallido de mancomunar políticas que ahora hace 22 años reunió a 120 asociados entre ayuntamientos, siete consells comarcals, sindicatos, patronal y otras instituciones.

Les dificultados persisten: los ayuntamientos de Tarragona, Reus, Cambrils, Salou, Vila-seca, La Canonja, Constantí y Valls se han constituido en ‘Grupo Impulsor del Área Metropolitana del Camp de Tarragona’, pero en el pleno de Tarragona, Camp ha desaparecido para crear el nombre d Área Metropolitana de Tarragona.

La capitalidad

La sede del Área Metropolitana de Barcelona está en la Zona Franca, un área industrial gestionada por un consorcio que, además de concejales de Barcelona, integra el Estado y la Generalitat, patronal y sindicatos en su gobierno. No hay nada comparable al Camp de Tarragona que sin embargo, todavía no ha acabado de decidir la fórmula para llevar a cabo políticas de alcance territorial.

Consorcios, agencias o empresas mixtas son opciones que hay sobre una mesa en la que no hay ninguna decisión que se tenga que tomar sobre la capitalidad. «Sirusa no tiene capital», lanzó el alcalde Viñuales con voluntad de aclarar que este debate está fuera de lugar porque, sencillamente, no existe. Tenga la forma que tenga, el área metropolitana tarraconense no será nada más, pero tampoco nada menos, que una mancomunidad de servicios.

Factor emocional y mediático

La política mal entendida como el arte de figurar a partir de golpes de efecto inmediatos y titulares y de impacto se nutre a menudo de las emociones. Si cualquier grupo político presentara una moción para defender que el nombre de su municipio no se perdiera, lo que estaría haciendo es sugerir que efectivamente hay un riesgo real y, evidentemente, despertaría el voto favorable del resto de unos miembros del pleno muy preocupados entonces en mostrar su compromiso con el sagrado nombre del municipio.

Una estrategia de recorrido mínimo que en tiempos pretéritos la dinámica de los medios de comunicación habría impedido pero que hoy es imposible de parar. Si no lo publica aquel, lo hará el de al lado y, si no, en las redes. El debate real es el técnico, pero este es más difícil, tanto de seguir como de sacar rédito político inmediato.

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