Diari Més
David Madí

Empresario y exdirigente de CiU

Entrevista

David Madí: «En Cataluña hemos creado un infierno fiscal y burocrático que está frenando muchas actividades económicas»

El empresario, que fue dirigente de CiU y mano derecha del presidente Artur Mas, cree que no es positivo generar nuevas administraciones, como un Área Metropolitana, si antes no se suprimen otros

L’exdirigent de CiU durant una visita recent a la ciutat de Tarragona

El exdirigente de CiU durante una visita reciente a la ciudad de TarragonaGerard Martí

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Ya sé que no seré original con la pregunta. Pero alguien que ha estado en la primera línea de la política y del poder. ¿No lo echa de menos?

«¡Y tanto! El poder es adictivo. Sobre todo echo de menos la sensación aquella de levantarte por la mañana y saber el qué pasará. Tener esta sensación, evidentemente. Pero también tengo que decir que en realidad, ya hace muchos años de eso. La gente no es consciente, pero el mío el último cargo público fue en el 2003».

Realmente hace muchos años. Parece que la sombra de su influencia es muy alargada...

«Tendría mérito si realmente hubiera hecho muchas de las cosas que se me atribuyen. Cuando has estado en el meollo sabes también cuándo has dejado de estarlo. Y en mi caso es cuando pasas a la categoría de opinador, más o menos cualificado, pero opinador».

¿Y aparte de opinador, a qué se dedica?

«Básicamente a mis negocios, en mis empresas. Me dedico a la consultoría empresarial».

¿Pero desde la economía, desde la empresa, también se puede hacer política, no?

«Sí. De hecho, escribí un libro donde hablo de eso. Gracias a Dios, política se hace desde todas bandas. Si la política fuera sólo cosa de los políticos sería una práctica muy triste. La política es se tiene que practicar, y de hecho se practica, de una manera más o menos abierta o más o menos tapada desde la empresa y desde muchos puntos de vista. Incluso desde los medios de comunicación, también mucho. Tal como yo lo veo, en una democracia es muy importante como se defienden los intereses privados».

En este país, los lobbies que sí que funcionan, por ejemplo en los EE.UU., nunca han conseguido implantarse.

«Es una práctica que aquí siempre ha tenido una mala percepción. Hay que tener en cuenta que aquí tenemos una democracia ‘modernilla’. Cuando, por ejemplo, desde aquí se habla con autosuficiencia sobre los Estados Unidos, yo los recuerdo que ellos son una democracia desde 1789, ininterrumpidamente. Y tienen un sistema que, te puede gustar o no, pero que es democrático en profundidad. En este mismo periodo, de 1789 hasta ahora, los años de democracia en España son una pequeña parte. En definitiva, creo que sí que la política tiene que formar parte de muchos ámbitos de la vida.»

¿En los EE.UU., ahora que los menciona, parece que se produce un cambio en la manera de hacer política o de cómo se hace uso?

«Como observador y como persona a la cual le interesa la política internacional, lo que está pasando a los Estados Unidos es muy notable e interesante. En Europa tenemos una cierta visión de superioridad moral respecto de los EE.UU. y simplificamos la imagen de Trump, a quien se lo considera como una especie de dictador democrático o filofascista. Es un personaje por el cual no tengo nada de simpatía personal, pero en el contexto americano, está detrás de una estrategia de una ‘nueva América’, que él engloba en el ‘Make America Great Again’ y que es en realidad una nueva manera de entender el liderazgo.»

¿Una nueva América que está apuntando hacia lo que ya es un nuevo mundo?

«Lo peor que ha pasado a la historia de la humanidad, es la primera mitad del siglo XX en Europa, con dos guerras mundiales y después toda la guerra fría. Y quien nos sacó las castañas del fuego fueron las dos veces los americanos y con la guerra fría también.

Eso le dio en los Estados Unidos la hegemonía al liderazgo mundial, al orden mundial salido de la Segunda Guerra Mundial. Eso, en el curso de estos años, ha ido declinando y lo que hay es una parte del mundo, básicamente, China, la India, los rusos y sus aliados, que a este orden mundial lo contestan y lo quieren romper. Y en paralelo en eso, en los Estados Unidos se produce un movimiento de reformular su liderazgo en el mundo».

¿Cómo queda Europa ante este panorama?

«Europa tiene muy malas cartas. Porque, por ejemplo, una de las cosas que será clave con toda esta nueva construcción del liderazgo americano es toda la oleada brutal, descomunal, de nuevas tecnologías: la inteligencia artificial, la genética sintética y el dominio de los átomos. En estos momentos la historia de la humanidad está ante una oleada tecnológica de transformación brutal. Estamos ante una revolución de la especie humana. Y en todo eso, Europa no está.»

¿Y cuál es el papel actual de Europa, pues?

Europa ha optado por un modelo de desarrollo de regulación, de superioridad moral, de tasas fiscales tremendas. Fruto de eso es que ninguna de las grandes empresas que están protagonizando esta transformación tecnológica está en Europa.

Una revolución tecnológica también puede comportar peligros

«No está exenta. Hay una parte positiva, pero también un ‘dark side’ impresionante claro está. Pero normalmente, se considera que a la historia de la humanidad ha habido una veintena de revoluciones tecnológicas de usos generales que han transformado el mundo. Y normalmente, hasta los últimos 300 años, cada generación vivía un solo contexto tecnológico.

Nacía y moría con un nivel tecnológico dado. En cambio, nosotras estamos a caballo entre tres revoluciones tecnológicas. Lo que ha representado los últimos 20 años Internet con la transformación de todo orden... Pues ahora eso será al cuadrado».

Pero Europa todavía es la ‘reserva espiritual’ de los derechos sociales...

«La realidad es que después de casi destruir el mundo con las dos guerras mundiales, ha construido un modelo basado en la enorme regulación. Hay tres fases de la Unión Europea, una primera que es de éxito, que es un proyecto de paz por el continente, después de las guerras mundiales. Una segunda fase, que es el libre cambio, el desarme arancelario y el libre comercio, que es otro gran éxito de la construcción europea.

Pero está en la última fase que es la construcción política, donde eso no está saliendo como algunos se pensaban. Es evidente que la Unión Política Europea, no es capaz de resolver los grandes retos internacionales, ni la guerra de Ucrania, ni el problema de la inmigración, ni un conflicto interno como es el de Cataluña. Este es el gran problema. En este talón de silicio tecnológico que se está constituyendo entre el mundo chino y el mundo americano, que es el que marcará la próxima etapa, Europa está viéndolas pasar.»

Acercándonos un poco. ¿Desde su visión empresarial, como voz el Camp de Tarragona? 

«Tarragona tiene unos activos impresionantes: tiene sector turístico, tiene sector industrial y tiene el sector primario también. Es potente en los tres y dispone de una localización privilegiada. El problema, y no es exclusivo de Tarragona, es que vamos con el freno de mano puesto en muchas actividades económicas.

Hemos construido un modelo que es un infierno fiscal en Cataluña, y en eso han colaborado tanto los de centro como los de izquierdas, o los de derechas, y los independentistas. Todos juntos. Aparte del infierno fiscal también sufrimos un infierno burocrático. Y eso sólo se corta con el hacha. Antes que hablábamos de los EE.UU., uno de los procesos que han arrancado es la reforma de la administración. A ver cómo les va. Los que hemos sido como yo dentro de la administración sabemos que es una telaraña muy difícil de parar.»

Todavía sin marcharse de Tarragona. Aquí hay varios municipios que han impulsado –y se ha sumado la Diputación– la creación de un Área Metropolitana. Desde una mirada barcelonesa. ¿Es una buena idea, tomando el ejemplo de Barcelona?

«Los catalanes, para desarrollar nuestra vida económica, o personal, tenemos siete niveles administrativos a encima, conectados a nuestro bolsillo. Les clases medias –las que marcan la tendencia de este país– no son conscientes, pero el 60% de su gasto son las administraciones, de una manera o de otra.

En este país lo que hay es una crisis de renta disponible. Como criterio general, lo que se tiene que hacer es suprimir niveles administrativos, no crear nuevos. Esta es mi opinión. Si elimináramos tres y saliera uno más eficiente... Pero en este país no se liquidan cosas, se acumulan, se superponen, se multiplican».

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