Librera
Entrevista
Júlia Secall Roca: «Por Sant Jordi, somos esclavos de las imposiciones de las editoriales»
La librera vallense es la propietaria de la Librería Roca, que este año celebra el 80.º aniversario
Falta poco para Sant Jordi, pero en las librerías hace muchas semanas que trabajáis. ¿Cómo son las semanas previas?
Les pedidos se hacen en febrero, cuando los grupos editoriales ya han presentado las novedades, a partir de los títulos que ellos tienen previsto que funcionarán. En paralelo, yo también hago mi lista, porque la elección de las editoriales no siempre coincide con la de la librería. Es decir, compro los libros que la gente comprará, pero también hago una lista de los libros que sé que venderé. Y no acostumbran a coincidir.
Los libros que tú elecciones son los que, de alguna manera, definen el perfil de la librería. ¿Cuál sería este perfil?
Yo hago mi apuesta personal pensando en mi parroquia, con el fin de seguir su línea lectora en función de los autores o de las editoriales, que acostumbran a ser estas que ahora dicen independientes, más pequeñas. Son propuestas un poco más literarias, pero a las cuales no tienen que asustar. Y no tienen por qué ser forzosamente una novedad, a veces forman partes de catálogos un poco hundidos... Después, esta elección también va encaminada a captar nuevos lectores para este tipo de libros. Si tengo la ocasión (más durante la previa de Sant Jordi que el 23 de abril), intento que la gente que está más acostumbrada en el más comercial, pruebe otras cosas. ¿Pero yo soy muy respetuosa con todos los libros, eh? Hay gente que compra poco durante todo el año y por Sant Jordi se fija en aquello que suena más. ¿Y qué es? Lo que las editoriales quieren que suene. Eso no quiere decir que sean libros malos, sino que estamos hablando de dos tendencias completamente diferentes.
¿Si un comprador te pregunta qué te parece un libro que a ti no te gusta, qué le dices?
Yo tengo dos mantras. Uno es «a cagar la vía», y el otro, No engañar nunca. Si tú vienes y me pides un libro, y yo que te conozco, que te he vendido otros libros, que sé como vaso vestida o lo que haces, puedo saber que el libro que me pides puede no gustarte. Me gusta tener la confianza en preguntarte por qué vía me pides este libro. Y dependiendo de lo que me digas, quizás te diré Coge otro, que este no te gustará. No podemos matar ningún lector, así que no te diré que aquello es buenísimo. No me gustaría encontrarme a alguien por la calle que me dijera que le recomendé un «truño». Otra cosa es que me diga que no le ha gustado. A veces digo: Coge este y, si no te gusta, me lo devuelves. Pero dime por qué no te ha gustado.
Tienes la librería que parece que no cabe ni un alfiler más. ¿Cómo os lo hizo para meter toda la producción santjordiana?
Me cabe muy mal. Antes estaba en otro local, muy chiquitín, que era una quinta parte de este. Cuándo me trasladé aquí, me parecía que me perdería, pero pude abrir de nuevo sin comprar ningún libro, lo tenía todo lleno. Falta espacio. Sobre todo porque estamos sometidos a la dictadura de las novedades. Y, sobre todo, a otra dictadura que odio a muerte: la de las pilas de libros.
¿Por qué odias las pilas?
Pienso que, cuando entras en una librería, si no es que buscas una cosa en concreto, se tienen que mirar las estanterías. Les pilas de libros limitan mucho la erótica de entrar a ver qué hay. Además, siempre está el librero. Nuestro trabajo no es sólo vender libros, también acompañamos el lector en la elección y a veces le abrimos rendijas. ¡Ey, y eso no es sólo patrimonio de los libreros! Yo confieso que tengo parroquianos que me han descubierto autores. El día tiene 24 horas, y además de leer tenemos que hacer otras cosas, incluyendo dormir. Por lo tanto, a veces tenemos que sacrificar nuestro gusto lector personal porque lectura y trabajo se mezclan: aunque tú leerías aquel otro libro, miras atrás y ves una pila de pendientes por acabar.
No puede ser que leáis todo lo que os entra.
A veces pasa que hay libros que no te apetecen, pero que se han vendido mucho, porque les han comprado un perfil de lectores muy diverso. Y, entonces, aquel autor o autora saca otro, y la expectativa del lector es alta. Si viene y te pregunta qué tal el nuevo libro, tengo que haber hecho como mínimo una cata por poder decir, Mira, es otro registro; o Uf, más de lo mismo; o El anterior no, pero este es bestial... Hay libros que, aunque no sean buenos, te sientes con la obligación moral de leerlos porque sabes que te pedirán la opinión. Y no puedes engañar por el simple hecho de que sea de un autor o una autora que suena mucho.
Me explicabas que añoras el Sant Jordi de años atrás. ¿Por qué?
Porque no éramos esclavos de las imposiciones de las editoriales. Estas imposiciones acaban dando una especie de uniformidad al Sant Jordi por encima de la identidad de las librerías. Pero yo intento mantenerla. A pesar de eso, las imposiciones las tienes que tener, porque toda esta gente que el resto del año va comprando alguna cosita, para Sant Jordi viene a buscar aquello que suena. Ahora, si estás de suerte, estas cinco veces que viene el resto del año, quizás le podrás colocar alguna otra cosa, un libro de estos que no suenan. Cuesta un poco, pero te puedo decir que yo he sembrado y he recogido.
Este año estáis de aniversario: la Roca celebra 80 años de historia. ¿Quién la abrió, la librería?
Aquellos dos de allí [señala unas fotografías en blanco y negro de la pared]: la abuela Júlia Ortiga y el abuelo Octavi Roca.
Tú eres, pues, la tercera generación.
Tercera y última. Todos mis sobrinos están colocados y deseo que vivan tranquilos y con mucha pasta.
¿No se gana dinero, haciendo de librera?
¿Con una librería? No. No hay ningún librero rico.
¿Por qué te hiciste, tú?
Primero, porque crecí entre libros. El abuelo hablaba de libros, los padres hablaban de libros, y en casa estaba rodeada. Después, porque trabajaba en un lugar lleno de libros: los de nuestra generación ayudábamos en casa, y en mi caso eso quería decir ayudar a colocar y vender los libros. Me quedaba sola en la librería y me iba impregnando... En cierta manera, acaba siendo parte de tu vida. En mi caso, así es como nace una librera. Después, también te diré que mi parroquia es quien me ha hecho: su grado de exigencia cualitativo y de honestidad hace que me lo haya de currar mucho. Por lo tanto, son ellos los que también me han hecho librero. Si yo te voy enchufando chicha y tú quieres más, tengo que ver qué chicha nueva te tendré que dar, sabiendo que antes te he puesto el listón muy alto y que tú también me lo has puesto a mí.
¿Haréis una fiesta de cumpleaños?
Sí, me gustaría hacer alguna cosa bonita de cara al buen tiempo, una fiestecilla en la calle. Todavía lo tengo medio hilvanado.
La madre está viva. Estará contenta de verlo.
Sí, me hace mucha ilusión que ella lo pueda vivir. Los abuelos y el padre ya no están, y ella es la última de las personas mayores que había detrás de la librería. Siempre he tenido su apoyo, oír a mi madre cuando llego refunfuñando, y que me diga «compras demasiados libros, cada año dices lo mismo y después lo vuelves a hacer...» Es como un Keep Calm, pero de buen rollo. ¡O cuando me dice «Tú sabrás»! Este «Tú sabrás»... Ahora ya no baja porque es grande, pero oigo que ella me mira, y me da mucha fuerza moral. Mucha»