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Carles Singla retrata la Cataluña de los años treinta en 'Mirador indiscret'

El periodista del Pla de Santa Maria recupera las historias de la popular sección del semanario 'Mirador', que se dejó de publicar en 1937

La portada del llibre 'Mirador indiscret' d'Eumo Editorial.

La portada del libro 'Mirador indiscreto' de Eumo Editorial.ACN

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Que Lluís Companys era un hombre distraído, que Francesc Macià estaba obsesionado con la puntualidad o que Pompeu Fabra estuvo a punto de prender fuego a un tranvía lleno de gente, son algunas de las anécdotas recogidas en Mirador indiscret, un libro editado por el periodista tarraconense Carles Singla y publicado por Eumo Editorial.

El título comparte nombre con la popular sección del semanario Mirador, que se publicó de 1929 en 1937, y que contenía un apartado donde se explicaban historias y chismes de la época. En una entrevista en ACN, Singla asegura que el valor que tienen las columnas hoy en día es que enseñan «la cara B» de la historia. «Es como ver la Cataluña de los años treinta por el ojo de la cerradura», sostiene.

Los textos recogidos en el libro Mirador indiscret son contemporáneos de la época y se publicaron en la sección Mirador indiscret del semanario Mirador. Entre los autores – que no firmaban nunca – había desde periodistas y escritores destacados del momento hasta personas anónimas que aportaban por escrito, por teléfono o en persona los materiales para dar forma a estos relatos. La publicación, que combinaba artículos e informaciones sobre literatura, arte y política, nació en 1929 y se dejó de publicar en 1937.

Años después, el periodista del Pla de Santa Maria ha querido recuperar estos textos, agrupados de la misma forma que en el semanario original: con un primer bloque de política, uno de sociedad y uno último enfocado al mundo cultural. En el primero se pueden encontrar nombres de personajes como Francesc Macià, Lluís Companys, Francesc Cambó o Antoni Rovira i Virgili, así como otros políticos de la época. El bloque de sociedad, en cambio, va por temas relacionados con la gente, las costumbres o los medios de comunicación. Finalmente, el cultural, pone el foco en anécdotas de escritores como Josep Pla, actores de teatro como Enric Borràs, o estrellas internacionales como Buster Keaton.

Según el editor, el interés de las columnas hoy en día es que hacen un retrato «gracioso, amable y simpático» de personajes de la época, pero a la vez incorporan un punto de crítica. Singla recuerda que la idea surgió de su tesis (hace más de treinta años) y que décadas después, en un momento que tenía recursos y tiempo, aprovechó para sacar adelante el proyecto. «Había muchos más textos, pero junto con la editorial decidimos hacer una elección y coger aquellos que tenían más gracia y más interés, vistos con la perspectiva del tiempo», relata.

Entre sus historias preferidas, la de Pompeu Fabra, que no llevaba nunca paraguas porque una vez que iba en un tranvía lleno de gente, le cayó una cerilla, según dice él, dentro se encontró con el paraguas completamente encendido, montando un buen alboroto. También las particularidades lingüísticas de Joan Pich y Pon o el adiestramiento que hizo Joaquim Mir a su loro, a quien la primera cosa que le enseñó a decir fue «compra un cuadro». Asimismo algunas más propias de la sociedad de la época, como por ejemplo una anécdota relacionada con el mismo semanario, que se vendía más caro en Madrid, al considerarse una «revista extranjera».

Un humor parecido

Casi un centenario después del inicio de la publicación de Mirador, Singla cree que el humor todavía se parece un poco al de entonces, pero también admite que hay ciertos colectivos de quienes es complicado recoger anécdotas. Además, la percepción ha cambiado ligeramente porque la gente tiene la piel «más fina» y le cuesta aceptar según qué cosas. «Sin embargo, vaya, en aquella época los mismos que hacían Mirador indiscret ya explicaban que mucha gente iba a la redacción a quejarse si habían salido en alguno de los artículos, o sea, de que eso tampoco es nuevo», añade.

Finalmente, preguntado por la similitud con la manera en que se comunica en la actualidad, Singla cree que un formato equivalente al Mirador indiscret podrían ser los tuits, sobre todo por la extensión. «Textos cortos, irónicos y que buscaban jugar con el ingenio», recuerda, «pero también hay otros tuits que están en las antípodas». Con respecto a las fake news subraya que justamente los responsables de Mirador explicaban que ellos intentaban publicar «sólo aquellas anécdotas» que les parecen verdaderos. Cuando no era así, rectificaban públicamente.

«Las fake news que hoy corren de cualquier manera serían justo el contrario. Estoy seguro de que si en la actualidad hubiera todavía miradores indiscretos, muchos se dedicarían a denunciar y a poner de manifiesto noticias falsas y malintencionadas», concluye el editor.

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