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Adiós al horno centenario de Pratdip

El negocio cierra porque no puede asumir la subida de los costes y la competencia industrial

Una vecina de Pratdip compra una barra medio kilo cortada al Horno de pan Escribano, dos días antes de su cierre definitivo.ACN

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El horno centenario de Pratdip ha bajado la persiana y dejado de elaborar pan de forma definitiva después de 177 años de historia. El incremento de costes de la materia prima y la energía, la producción industrial de la competencia con precios más económicos, sumado a la falta de suficientes ventas han sido las causas que han hecho tomar esta decisión al responsable de la empresa familiar, Jaume Escrivà. El negocio no da y no podemos coger a nadie. Para continuar habría que cambiar toda la maquinaria, una inversión que no podemos asumir,» ha lamentado a la ACN. El caso del Horno de pan Escribano no es único en la demarcación: la Federación Provincial de Panaderos de Tarragona alerta que en los últimos ocho años han pasado de ser 150 agremiados en sólo 75.

Jaume Escrivà es la quinta generación al frente del negocio familiar y al mismo tiempo, la última. Hasta el 31 de diciembre pasado, al horno de pan Escrivà trabajaba junto con su madre, quien ha aprovechado el cierre de la empresa para jubilarse con 77 años. A pesar de tener un horno de leña y no tener que pagar alquiler por el obrador, los números no salían a causa de la subida de los costes de producción y la oferta más económica de la competencia, dos circunstancias que según este panadero han empeorado en los últimos años. También el hecho de que el volumen de ventas no haya sido suficiente para la supervivencia del negocio en un pueblo que no llega a los 700 habitantes.

Para Escrivà resulta inviable continuar en solitario al horno y asegura que tampoco es posible contratar a nadie más para ocuparse de otras tareas con los ingresos actuales. A la vez, reconoce que la maquinaria actual es la misma que un siglo atrás, hecho que lo impide hacer grandes producciones de pan, cocas o dulces, que necesitan procesos artesanales más lentes.

Más allá de ser antiguo pero funcional, el equipamiento del obrador requiere un mínimo de dos personas para operarlo. Todo ha quedado «anulado» después del cierre de la empresa, que fecha de 1846. Después de comunicarlo en el entorno laboral más próximo, el panadero no ha recibido ninguna propuesta para hacerse cargo del negocio o para evitar el cierre.

En la última etapa del horno centenario se han abierto nuevas líneas de negocio, como la pastelería. De hecho, se trata de uno de los sellos personales que Escrivà aportó desde que cogió las riendas de la empresa familiar ahora hace más de veinte años.

Después de bajar la persiana, este panadero se cogerá un tiempo sabático antes de ir a buscar trabajo en su sector, pero fuera del pueblo. Hasta ahora, el único lugar donde se podía comprar pan en Pratdip era al horno; un servicio que pasará a ofrecer la agrotienda, donde hará falta que los vecinos encomienden previamente.

Una situación que se extiende

El caso de este horno no es único; desde el Gremio de Panaderos de Tarragona alertan de que se trata de un fenómeno que se ha ido repitiendo en los últimos años, con negocios que cierran por jubilación, la mayoría de los cuales sin tener un relevo generacional asegurado. La profesión está mal con respecto a panaderos artesanos. Vemos que no hay continuidad de los que se van jubilando. Están creciendo panaderías y otros con cafetería pero la mayoría son franquicias, no hornos artesanos», ha apuntado en la ACN Carlos Martínez, vicepresidente del gremio tarraconense. Según Martínez, se trata de un oficio «sacrificado» y sin «demasiadas ventajas laborales», pero por el contrario, también es un trabajo creativo que permite experimentar en varias vertientes.

Al conjunto de la demarcación, la situación todavía se agrava más. Según la Federación Provincial de Panaderos de Tarragona, en los últimos ocho años se han perdido la mitad de los agremiados, pasando de ser 150 socios en sólo 75. Un panorama que su presidente, Manel Fresquet, justifica por el envejecimiento de los profesionales y la falta de sustitutos en nuevas generaciones, el aumento de costes y la competencia que representan negocios como panaderías o franquicias que optan por ofrecer productos industriales y que a diferencia de los hornos, no tienen.

A la vez, Fresquet ha lamentado que los hornos que han podido abrir en los últimos años optan por no agremiarse ante la idea de que esta figura es «anticuada». Contrariamente a este pensamiento, Fresquet defiende que formar parte del gremio permite conseguir cerrar filas en cuestiones como el convenio colectivo del sector cada dos años.

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