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Agricultores y regantes de Riudecanyes reclaman que el agua que llegue del EDAR de Reus sea apta por todos los cultivos

El ACA habría informado a los agricultores de que el agua reaprovechada tendría demasiadas sales y no permitiría regar avellanos

Imatge d'arxiu d'una concentració d'Unió de Pagesos davant l'Ajuntament de Reus per reclamar les obres de l'EDAR

Imagen de archivo de una concentración de Unió de Pagesos delante de el Ajuntament de Reus para reclamar las obras del EDARCedida

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Los agricultores y los miembros de la Comunidad de Regantes del Pantano de Riudecanyes (CRPR) reclaman al Govern que el agua que les llegue procedente de la depuradora de Reus a partir del 2027 sea apta para cualquier cultivo. 

La preocupación viene a raíz de una reunión que mantuvieron a finales de julio los agricultores con representantes de la Agencia Catalana del Agua (ACA) donde se les habría informado que el agua que saldría del EDAR tendría altos niveles de conductividad -sales- y que por lo tanto no sería apta para regar avellanos, el principal cultivo en esta zona del Baix Camp. Con todo, se están estudiando fórmulas con el fin de reducir el grado de conductividad, como hacer mezclas de aguas o implementar un sistema de osmosis.

La situación actual de los agricultores de la zona del Baix Camp del entorno del pantano de Riudecanyes es límite. La sequía ha vaciado el pantano, no pueden regar desde hace meses y a las 1.400 hectáreas de avellanos los árboles están muertos. La sequía ha agravado un panorama que ya hace años que era nebuloso, ya que buena parte del agua del pantano de Riudecanyes se obtiene por trasvase desde Siurana.

Con el embalse prioratí también sin reservas, los regantes se han quedado sin margen de maniobra. Por esta razón en la Mesa del Siurana, en diciembre del 2021, el Govern mediante el ACA propuso hacer mejoras en la depuradora de Reus con el fin de reaprovechar el agua para regadío. Unos trabajos que se han ido posponiendo y la última fecha que se ha anunciado son que la obra estará terminada en el 2027. Si no llueve, los campesinos temen que sea demasiado tarde y se hayan abandonado las explotaciones.

Desde la CRPR recuerdan que entonces se les prometió que el agua que les llegaría sería apta para todo tipo de cultivos, pero la reunión de finales de julio los ha alertado. La noticia tampoco ha estado bien recibida por Unió de Pagesos. «El agua de depuradora suele tener una conductividad muy alta y el avellano es muy sensible», indica Sergi Martín, responsable nacional de la fruta seca de Unió de Pagesos.

La conductividad es una medida para establecer la cantidad de sales presentes en el agua. Así, como más conductividad tiene el agua, más mineralizada está. Según la Universidad de Barcelona, a partir de 1.000 microsiemens por centímetro se habla de aguas «muy mineralizadas» y de «muy difícil potabilización». Fuentes de la CRPR han apuntado que desde el ACA los han informado de que el agua del EDAR saldría a unos 1.600 microsiemens por centímetro, mientras que los avellanos tolerarían una salinización máxima de 800.

Posibles soluciones

Con este escenario se ha planteado «que la que salga de la depuradora se pueda mezclar con agua dulce para que bajen los niveles de sales hasta que sea buena para los avellanos». «Pero no sabemos si eso es posible y parece que no lo sabré hasta que la obra esté hecha», lamenta Martín.

En caso de que esta posibilidad salga adelante, la duda es saber de dónde vendrá esta agua baja en sales, teniendo en cuenta que la obra se hace precisamente porque el pantano de Riudecanyes está seco y los acuíferos y los pozos están bajo mínimos. De momento no hay respuesta.

Otra opción que se ha puesto encima de la mesa es instalar un sistema de osmosis en la salida de la depuradora que mejoraría la calidad del agua. «Entonces podríamos plantar lo que quisiéramos, pero el problema es el coste», reconoce Martín, si bien todavía no claro está quien tendría que asumir el gasto.

Mientras la obra no saca adelante a los agricultores están «a la expectativa». Los árboles están muriendo pero «explotaciones abandonadas no hay», asegura el representante sindical. «La gente está arrancando los avellanos y dejando la tierra en descanso para ver qué se puede acabar haciendo», observación. Los que sí que están tirando la toalla son campesinos jubilados que mantenían las fincas por afición y tradición.

A pesar de la incertidumbre del futuro, la gran preocupación es la gestión del presente. Sin agua, con cosechas entre escasas y nulas y con los árboles muriendo, la esperanza se desvanece. «Hasta que llegue el riego el campesino profesional tiene que vivir de alguna cosa, porque de la tierra yerma no se puede vivir», enfatiza Martín. Por eso reclaman «soluciones» a la administración, ya sea mediante ayudas u otras posibilidades que se puedan poner encima de la mesa.

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