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Entrevista

Tony Montana: «Lo mejor es cuando el público vuelve a ser el niño que cree que todo es posible»

El mago y mentalista argentino, Premio Mundial de Magia, actúa este jueves en la Canonja en el Festival de Magia Imposible

Tony Montana ha actuado en escenarios de Europa y Estados Unidos.Cedida

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Hace más de veinte años que te dedicas a hacer magia y has hecho más de un millar de espectáculos. ¿Cómo empezó toda esta historia?

«Pues un poco por casualidad. Tenía diecinueve años y estaba estudiando actuación en la Escuela Nacional de Arte Dramático de Buenos Aires. Mi mejor amigo, que era mago, me invitó a cenar con su maestro, Guillermo Murillo. En aquella época yo hacía trabajos de carpintería, y él necesitaba un cierre por su casa. Me ofrecí a hacer el trabajo y, a cambio, él me dio mis primeras clases de magia. Pensé que, quizás, algún día me servirían para alguna cosa, y aquello acabó siendo mi profesión».

¿En qué momento sentiste que la magia te había atrapado y que, definitivamente, serías mago y no actor?

«En aquella época era más fácil montar un show solo que buscando a otros compañeros para hacer una obra. Me pareció que hacer de mago sería la manera más directa de actuar delante del público. Pero toda la vida he sentido, y todavía lo siento, que soy un actor haciendo de mago. Respeto mucho la magia y las personas que la hacen, pero yo primero era actor. Supongo que es por eso que doy tanta importancia a lo que explico: es un vicio de actor».

Practicas, entre otros, el mentalismo y también la magia de cerca. ¿Con qué especialidad te lo pasas mejor?

«En Argentina, que es donde empecé, se hace sobre todo magia de sala. Es decir, con el mago derecho en medio de la sala. En España hay mucha tradición de hacer magia de cerca, una tradición que viene de Tamariz. Cuando llego aquí, ahora hace diez años, empiezo haciendo magia de sala, pero un amigo me invita a hacer un espectáculo de mentalismo de cerca, en un formato que consiste en hacer un espectáculo para doce personas en una habitación de hotel. Fue la primera vez que me senté en una mesa para hacer magia. Eso es también lo que haré esta semana en la Canonja, con un aforo un poco mayor. Y me gusta mucho, porque se siente mucho la proximidad con el público».

Cuando actúas, ¿hay un momento en el que sientes que ya has enganchado al público? ¿Cómo lo notas?

«Yo me presento siempre como el antihéroe. La gente acostumbra a tener miedo de participar, les da vergüenza, así que lo primero que hago es explicar que el más ridículo soy yo. Entonces, el público se relaja y siente que puede reír y compartir un rato bonito conmigo. Este es el mejor momento, cuando se olvidan de que están viendo un espectáculo y vuelven a ser aquellos niños que creen que todo es posible».

Internet y las redes sociales hacen más difícil que creamos en la magia...

«A mí me entristece ver que hay gente que explica los trucos. Es como enseñar los hilos de un títere. Todo el mundo sabe que están, pero si el titiritero se preocupa de explicar una buena historia, llega un momento que no los ves. Eso es la magia. No es lo que yo estoy haciendo en este momento, sino lo que la persona quiere creer. Aquí es donde nace el mito».

Además de actuar por todo el mundo, también eres profesor y enseñas a otras personas a hacer de magos. ¿Qué crees que tiene que tener, una persona, para ser un gran ilusionista?

«Lo primero de todo es respeto por la profesión. Saber lo que tenemos en las manos, y respetarlo. Los secretos no son para ir explicándolos, sino para compartirlos de manera bonita con la gente. Después, y eso ya es una cosa más personal, a mí me gustan mucho los magos que, cuando les voy a ver, no me importa lo que hacen, sino cómo lo hacen. Esta es una cuestión en la cual insisto mucho cuando hago de maestro: lo que harás no es tan importante como la manera en la que lo harás, porque es clave para que la gente te acompañe en el viaje hacia aquella ilusión. Es entonces cuando pasas de ser alguien que hace trucos a ser un mago. Esta es mi filosofía, seguramente porque vengo del teatro».

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