«Nací en Penafiel para todo, para la vida y para el fútbol; no fue fácil marcharse»
El portugués, que brilla en Segunda rehecho de una lesión en el tobillo, mira atrás y valora la «larga lucha» para dedicarse a su pasión
—El domingo, contra el Mallorca, reapareció ya recuperado de la lesión al tobillo. ¿Esta está siendo una temporada dura?
—Es la parte negativa. Cuando escoges este trabajo, sabes que eso puede pasar. Los jugadores, por mucho que no las queramos, estamos acostumbrados a situaciones como estas. Estuve dos meses reponiéndoseme de un problema en la rodilla y, cuando todo iba bien, me volví a lesionar. Tampoco soy de los quien|quién le dan vueltas a la cabeza|cabo|jefe porque sé que, más allá de trabajar y recuperarme, no puedo hacer más.
-Natxo González dice que con usted el equipo da un salto de calidad y que es un jugador diferente.
—No lo sabía. Le agradezco las palabras. Lo que tengo que hacer e intento es ayudar al equipo en el que puedo y en lo que el míster pide. Al igual que el resto. Si me tengo que definir, soy un jugador con toque de pelota más que de correr mucho. Son dos perfiles, y los clubs necesitan futbolistas de los dos tipos.
—Cuando fichó, existía la percepción que la categoría lo limitaba y que su fútbol brillaría en Segunda. ¿Lo siente así?
—Quiero pensar que sí. Me costó la adaptación. Los campos el juego, eran diferentes. En Segunda, hay más calidad. Y lo demuestra la misma plantilla. No es mi caso, pero sí que pienso que el fútbol es así: es imposible poner Iniesta a jugar a Segunda, tiene que estar en Primera. Con todo, llevo tres partidos como suplente y mucho pocos minutos como para hablar y, en Segunda B, mi rendimiento dependía únicamente de mí. Un jugador bueno, si realmente lo es, también se tiene que adaptar.
—Y buscar la simplicidad.
—Las cosas, cuanto más simples, siempre mejores. Se trata de pensar antes que el resto, y eso es lo más difícil. Pero me parece la mejor manera de hacer fútbol.
—Su gol en el Sardinero, el 0-1, contribuyó y mucho al llevar el club donde ahora se encuentra.
—Lo recuerdo con alegría (río). El equipo llegó muy bien justo|nada más a aquel momento de la temporada, muy confiado que todo lo que pasara sería bueno. Y me tocó a mí. Yo no soy goleador ni pienso en marcar gol, pero tenía la sensación que ganaríamos. No con un 0-3, porque nadie se lo pensaba, pero todos sabíamos que nos venían cosas buenas.
—En el Paços de Ferreira jugó la previa de la Champions y en el CF Reus ha participado en un ascenso. ¿Con qué se queda?
—La previa de Champions fue más un momento para disfrutar que de creer que podíamos pasar la eliminatoria. Me quedo más con la tercera posición, que es la que nos llevó. Y con el ascenso del CF Reus, porque era un objetivo del club y el mío de propio desde que firmé.
—¿Ha pensado en su futuro más allá de junio del 2018?
—Me encuentro en un punto que tengo mujer, dos hijas, tengo que pensar también en ellas y no pienso demasiado en el futuro. Me preocupa la educación y el crecimiento de mis niñas. Pienso en que ellas estén bien y muy poco en mí.
—Con la familia ya establecida y dos hijas pequeñas, ¿está arraigando de alguna manera en Reus?
—Una de ellas acaba de hacer cinco años y la otra tiene seis meses, nació en julio, en Portugal. Yo ya había vuelto de vacaciones, pero nos planteamos tenerla allí, y mi mujer lo quería así. En cierta manera, sí que estoy arraigando pero no me planteo quedarme. Reus es una ciudad que me gusta mucho pero me faltan familia y amigos. Si estuvieran, estaría fantástico.
—Alguna vez ha explicado que lo preocupa que, después de cuatro años fuera, en Portugal no se acuerden de Vítor.
—Soy consciente. Es normal. Hace tres años que estoy fuera, habrán pasado cuatro cuando finalice contrato y es normal que se olviden de mí en Portugal, pero no me preocupa. Ahora mismo, mi familia está bien aquí, nos sentimos cómodos. Tampoco sé si sería tan fácil. Acabaré con 34 años, no soy joven. Me gustaría retirarme en Portugal, es verdad, pero no es una obligación.
—Hay un nombre importante a su trayectoria y que, de alguna manera u otra, lo ha traído hasta aquí: Carlos Carneiro.
—Es la persona que me hizo llegar a Primera en Portugal. No sé si sin él habría llegado o no, pero sé que lo he hecho gracias a él. Fuimos compañeros de vestuario en Penafiel, donde acabó su trayectoria, jugó seis meses. Nos conocimos, me veía entrenar y jugar, y me dijo que algún día me pondría a jugar a Primera. Y lo hizo, acabó en Paços como director deportivo y me fichó. Ahora está en el Tondela. Es buena persona y le estoy muy agradecido.
—Los que lo conocen bien dicen que, si fuera por Usted, no se habría marchado nunca de Penafiel.
—Si está en términos futbolísticos... A ver, yo nací allí para todo: para la vida, como persona, pero también para el fútbol. Valoro más la formación allí que los años como profesional. Pero es que es mi ciudad, mi club, es donde tengo los padres, los amigos... Donde lo tengo todo. Y no fue muy fácil dejarla. Soy mucho de mi tierra. De valorar los inicios y las personas que me trataron bien. Mis padres, mis hermanos, mi mujer y mis hijas están por encima de todo.
—¿Quién le inculcó el fútbol?
—Fui yo a solas. Desde pequeño, no hacía otra cosa que no fuera jugar a fútbol. No me recuerdo a mí mismo de otra manera. Empecé a los siete años y siempre fue un sueño. He luchado toda la vida para ser futbolista y afortunadamente ha sucedido. Si no hiciera eso, no sé. Estaría ayudando a mis padres en su restaurante. No me veo en ninguna otra cosa.
—¿Piensa que su perfil, discreto, sin tatuajes ni peinados, lo ha hecho más invisible?
—No es que no me gusten los tatuajes, simplemente que no me hago. No sé si cambiaré algún día. Me peino como me gusta y no me gustan las cosas estridentes. Y no me parece que hacérmelas me hubiera llevado a destacar más.
—¿Qué cree que habrá dejado Usted al CF Reus, y qué ha dejado el equipo en Usted?
—El Reus ha dejado una marca fuerte en mí. Estoy muy agradecido a este club y espero no haber defraudado a las personas que han confiado en mí.