Otro giro en la pizarra de Merino que funciona y acaba con victoria
El entrenador del Nàstic pasó de su 5-3-2 habitual a un 5-2-3 donde Madinda y Tejera eran los únicos centrocampistas
Nueva sorpresa de Juan Merino en el once, y nueva victoria. Lo que hace este entrenador es digno de estudio ya que, aunque prueba cosas que muchos no entienden, le acaban funcionando. Cambios que, en definitiva, están ayudando en que el Gimnàstic de Tarragona esté protagonizando un gran crecimiento y que haya pasado de ser el «farolillo rojo» de la Segunda División A en un equipo que vive fuera del descenso y que, con un par de buenos resultados próximamente, puede situarse en una zona cómoda.
El fútbol, o sea, los resultados, le están dando la razón a un entrenador que volvió a dar un giro en su sistema de juego este sábado en Valladolid. Gustara más o menos, fue un acierto, ya que el Nàstic venció a los vallisoletanos 1-2 gracias a las dianas de Perone y a la de Barreiro. Este último, por cierto, fue un golazo.
Si Merino llevaba ya algunas semanas con el 5-3-2 completamente afianzado, el sábado cambió. Apostó por un 5-2-3, un sistema, en principio, acondicionado por las numerosas bajas que tenía el equipo. El hecho de apostar por Xavi Molina de central dejaba a los tarraconenses con sólo tres centrocampistas a la plantilla, como eran Lévy Madinda, Sergio Tejera y Zahibo, ya que Cordero y Luismi estaban lesionados. Dejando en Zahibo en el banquillo por|para lo que pudiera pasar, Merino apostó por los otros dos centrocampistas y, aunque Madinda no brilló mucho, Tejera sí lo hizo.
Detrás, Suzuki, central nato, fue el carriler derecho. Una autopista durante todo el partido, ya que el Valladolid entró por su parte como quiso, hasta que entró Lobato. En el centro de la defensa, Bouzón volvía a la titularidad, y rayó a un buen nivel (un error grande aparte, que no fue además). Mossa también recuperaba el carril izquierdo de la defensa.
Pero donde|dónde más novedad hubo fue en esta delantera de tres hombres, donde Delgado y Stephane Emaná hacían la tarea de desgaste, y Manu Barreiro lo bajaba todos y abría espacios como el gran jugador que es. Una apuesta que podría tener continuidad.