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La noche se ilumina de rojo en la fiesta para la Roja

Miles de tarraconenses se reunieron en el Parque Francolí para ver en España

Aficionados tarraconenses celebrando la victoria de la selección española.Gerard Martí Roig

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El Francolí vibró de lo lindo ayer con la selección española. Miles de tarraconenses se reunieron en lo que ya se ha convertido en el espacio ideal para disfrutar del fútbol con compañerismo de la ciudad. Aunque estuvieron presentes menos personas que en el último duelo del Nàstic de play-off, el Francolí se volvió a llenar con pasión y pura fiesta en la arena, más cerca de la pantalla y con tensión y gritos de ánimo desde la gradería.

Una hora antes de empezar el duelo el ambiente era de pura fiesta. Las banderas y las camisetas de España llenaban de color rojo el parque, pero también dejaron espacio a valientes que llegaban a ver el partido con las equipaciones del Nàstic, el Betis, el Barça e, incluso, un grupo de aficionados de la selección de Colombia.

Una mezcla de nervios y de expectación invadió el ambiente. Por una parte, se veían vasos de cervezas de los más festivos mientras que, en el mismo espacio, algunos padres daban el biberón a sus hijos y los abuelos empezaban a comer su bocadillo antes de empezar el duelo. Era un espacio para todos.

La tensión se mantuvo cuando la pelota rodó. Cada acción de España era celebrada con gritos de euforia, sobre todo cuando Nico Williams y Marc Cucurella tocaban la pelota, los dos se convirtieron en las insignias del Francolí. En la arena, los aficionados tarraconenses tenían su animador particular.

Un chico de rojo que se alzaba desde el centro de la multitud para guiar al resto en los cánticos y las reacciones. De hecho, rápidamente encomendó en el resto con uno «bote, bote, bote, inglés el que no bote». Un cántico que, obviamente, sacudió la multitud.

A la segunda mitad, España salió más conectada y la tensión disminuyó en el Francolí. De hecho, se montó toda una fiesta con el gol de Nico Williams. La cerveza voló, los petardos llenaron de ruido el parque y las bengalas convirtieron la negra noche en roja. Como todo un correfoc, acompañado de los cánticos de «yo soy español».

Con todo, la juerga y la fiesta enmudieron cuando Palmer arqueó el empate. El tenso silencio cubrió la noche en el Francolí como una niebla angustiante y densa. Pero había esperanza. Una jugada de Cucurella volvió a iluminar la oscuridad de rojo. Oyarzábal marcó, pero el Francolí cantaba a Cucurella. Era él, su héroe. La fiesta se volvió a desatar, con el mismo ritual.

Quedaba poco para ganar la Copa e Inglaterra buscaba el empate. Un paro providencial de Unai Simón y de Dani Olmo con la cabeza se celebró como un gol. Cuando el árbitro silbó el final, el correfoc particular del Francolí volvió a llenar de color la negra noche. Con la canción Potra Salvaje, de Isabel Aaiún, sonando, las graderías se vaciaron para unirse a las celebraciones de la arena. La noche fue larga en Tarragona.

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