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Roger Bonet ‘Ruxi’: «En Estados Unidos, el fútbol está en crecimiento y cada partido es una fiesta»
El jugador vallense explica su experiencia después de jugar un año en la USL, la Segunda División de los EE.UU.
Después de tres años en Finlandia cogió las maletas para jugar en EE.UU. el año pasado. ¿Por qué decidió coger el camino del fútbol extranjero?
«Fue después de no conseguir el ascenso a Segunda B con el Formentera. Era mi último año con ficha sub 23 y, por este motivo, era difícil jugar en Segunda B. Quería ser profesional, así que miré hacia al extranjero. A través de José Perales, exportero del Nàstic, encontré a un representante que me encontró un equipo en la segunda de Islandia. De allí crecí hasta llegar a la Primera División de Finlandia donde jugué en el Inter Turku, el equipo donde, incluso, disputé las fases previas de la Conference League. Sentía que mi etapa se había acabado, así que fiché por el FC Tulsa y he jugado esta temporada en la USL, la Segunda División de Estados Unidos».
¿Qué le atrajo del fútbol de Estados Unidos?
«Tenía ganas de probar nuevas experiencias. Me estoy preparando para ser entrenador, así que quiero adquirir conocimientos y nuevas formas de ver el fútbol. Este deporte está en crecimiento en Estados Unidos. Cada vez hay más ciudades donde surgen clubs nuevos que se construyen sus estadios. A nivel de instalaciones están a un nivel superior y jugar en una ciudad que sólo has visto en las películas, como Las Vegas, hace que sea una liga muy bonita para jugar al fútbol».
La USL es una liga franquiciada. No hay descensos y ascensos, pero cada año hay un club nuevo.
«Formar parte de la liga exige unos parámetros que los clubs tienen que asumir, como los estadios. Ahora, el FC Tulsa es el único club profesional de Oklahoma. Años atrás, la capital también tenía un equipo, pero desapareció por problemas de disponibilidad con el estadio. Ahora se dice que el año que viene volverán a jugar porque ya tienen un estadio nuevo. Eso en Europa es realmente extraño. Es como si el Nàstic decidiera no competir durante dos años mientras se está construyendo un estadio más grande y, cuando esté acabado, volviera a la liga».
En la NBA, los jugadores casi son una pieza de intercambio. ¿Funciona igual en la USL?
«Este año nos ha pasado. Después de perder por 1-2 contra el Memphis, nuestro presidente llamó al rival para cambiar a su delantero por nuestro número 10 y una cantidad de dinero. Rodrigo era amigo mío, pero tuvo que coger las maletas quisiera o no. Asimismo, al día siguiente de pelearme con Phil Goodrum en el campo, lo tenía sentado en las instalaciones como un compañero nuevo en el equipo».
¿Qué diferencia hay del fútbol norteamericano al europeo?
«Allí cada partido es una fiesta. Antes de los duelos suena el himno y hay fuegos artificiales, la gente va a pasárselo bien, como el que va al cine, y no importa tanto que tu equipo gane. Al campo van muchas familias y, a pesar de haber jugado en campos de 5.000 y 10.000 personas, no siento la presión que hay en Europa. Por ejemplo, aunque este año ha sido decepcionante a nivel colectivo porque no entramos en el play-off, me sentía muy querido por la afición, todo el mundo animaba y nadie silbaba. El fútbol es más un espectáculo y un negocio. Los clubs están centrados en buscar jugadores que vendan camisetas y tienen muy cuidadas las redes sociales. Cada partido tiene una promoción diferente de las entradas. Si ganas, al momento hay un descuento en las entradas de cara al siguiente partido. Si alguien marca un golazo, al momento se cuelga un clip editado desde todos los ángulos. Además, a nivel de juego, se centran más en la técnica y el físico y quizás se echa de menos una táctica más profunda, pero es normal en una liga en crecimiento».
¿Cómo ve su futuro?
«Quiero ser entrenador porque es lo que me apasiona desde pequeño. De momento, quiero continuar mi carrera. Jugaré un año más en los EE.UU. y, en un futuro, me gustaría probar el fútbol asiático».