Fútbol
El Nàstic se queda empapado en Irún (1-0)
Los grana perdieron de penalti en un partido marcado por la fuerte lluvia y por un campo completamente impracticable
No se ha visto fútbol. El Nàstic cayó contra el Real Unión de Irún en un partido de «fútbol» que se decidió con un gol de penalti. La intensa lluvia se convirtió en la protagonista del encuentro. El césped del Stadium Gal no lo aguantó y los charcos de agua dejaron el campo completamente impracticable. La pelota no rodaba en las bandas e, incluso, el césped verde se acabó deshaciendo para dar paso al barro. El Nàstic batalló, valiendo, pero donde no se puede jugar, la suerte lo decide y Quique Rivero lo hizo transformando un penalti en contra. El tercero consecutivo fuera de casa.
Dani Vidal tuvo que dar oportunidades inesperadas. Alberto Varo fue baja de última hora y, en su lugar, tuvo que debutar Dani Rebollo. Además, Óscar Sanz volvió a su territorio, el medio del campo, dejando Montalvo en el banquillo.
La lluvia caía sobre Irún desde primera hora de la mañana. Cuando llegó el momento del partido, eso se reflejó sobre un césped casi impracticable.
A pesar de las dificultades el Nàstic arrancó dominando el partido. Los grana mantenían la posesión, pero no podían exhibir su juego. Simplemente, el césped inundado lo impedía. Con esta tesitura, el Nàstic fue el primero al golpear. Pablo Fernández remató como pudo una centrada por la banda hacia las manos de James Wright. El Nàstic insistía con las centradas. En una de estas, a Pablo la volvió a atrapar, pero su remate salió desviado a córner.
En la otra banda el conjunto de Dani Vidal no sufría en exceso, pero los atacantes del Real Unión forzaban la lucha y los duelos. Eso resultó con una amarilla para Dufur muy pronto, pero con la portería resguardada. Les amarillas volaban también en ataque, porque en un centro lateral de Marc Fernández, Álex López saltó para emular 'la mano de Dios' de Maradona. Como no llegaba por centímetros, no se le ocurrió otra cosa que golpear la pelota con la mano y envió el esférico al fondo de la red. El árbitro lo vio y lo castigó con la tarjeta.
A pesar del dominio y la insistencia, el Real Unión tuvo dos ocasiones más claras que obligaron a actuar a Rebollo. El portero grana contestó cuando se le necesitó. Primero deteniendo un remate de cabeza potente en la salida de un córner y, después, bloqueando el remate contundente desde la frontal del área.
Con la lluvia cada vez más intensa, el partido fue al descanso con peores noticias cuando Leal vio una amarilla en una disputa en la salida de un córner y el Nàstic se plantó con los dos centrales amonestados a la media parte.
Dani Vidal movió el banquillo al inicio de la segunda mitad. En un Stadium Galo inundado, se necesitaban rematadores centradas y un poco de suerte en el bote inestable. Oportunidades inesperadas, el Nàstic encontró muy pronto. En la primera, Víctor Narro atrapó una pelota que se envenenó entre los dos centrales, pero no pudo rematar. Poco después, el extremo remata dentro del área, pero la pelota sale muy desviada.
Ante las imprecisiones del ataque grana y la lluvia cada vez más insistente, el Real Unión dio un paso adelante. Los vascos se embravecieron y, poco a poco, las internadas se convertían en centradas peligrosas. En una de estas, la mala fortuna golpeó el Nàstic. Joan Oriol interceptó una centrada con la mano. El árbitro la vio y lo castigó con penalti. En la pena máxima, Rivero le ganó el duelo a Rebollo enviando la pelota por la derecha contra un portero grana que hizo la estatua.
En un abrir y cerrar de ojos, el partido cambió de una guerra bajo la lluvia, en un Nàstic ahogado por un nuevo penalti en contra y un terreno de juego ya inestable. De hecho, el césped se deshacía y el partido se transformaba en una batalla en el barro. El Nàstic insistía en la desesperada, sin embargo, simplemente, ni la suerte acompañó ni se podían idear jugadas en un campo impracticable que era, incluso, un peligro para el físico de los jugadores.
El Nàstic acabó cayendo en un partido en el cual no se vio el fútbol en ningún momento.