Fútbol
Adaptarse a lo incontrolable
El sábado, la lluvia y el césped del Stadium Gal fueron más protagonistas que el fútbol
Parece que en la Primera Federación tocará adaptarse contra tierra, mar, aire y los penaltis en contra. El Nàstic de Tarragona cayó derrotado el último sábado en lo que fue, supuestamente, un "partido de fútbol" en el Stadium Gal contra el Real Unión de Irún. De fútbol se vio poco, lo que sí que se vio fue como once jugadores se enfrentaban a once jugadores entre charcos de agua y barro durante noventa minutos. El césped del Stadium Gal se acabó por deshacer, literalmente, dando paso al barro, donde las pelotas a duras penas podían rodar. De hecho, en las bandas ni rodaban ni botaban, motivos suficientes para una suspensión.
Esta no habría sido la primera vez que se suspendería un partido este año por las inclemencias meteorológicas. En la segunda jornada, el colegiado Manuel Pozueta suspendió durante 48 minutos el duelo correspondiente a la jornada 2 entre el Barakaldo y la Real Sociedad B porque, según apunta el acta «el campo se encontraba encharcado. En varias zonas el esférico flotaba y no se desplazaba, complicando de esta manera la práctica del fútbol y suponiendo un riesgo para la integridad física de los jugadores y la nuestra propia». Después de 48 minutos, Pozueta apunta que «el partido se reprendió cuando cesó la lluvia y el césped drenó el agua». Este criterio no lo siguió Javier Figueiredo Comesaña, que en una situación idéntica, decidió continuar con un partido en el cual los resbalones de los jugadores por culpa de un césped ya casi deshecho eran habituales.
Los aficionados locales también estaban sorprendidos. De hecho, un seguidor veterano del Real Unión comentó al acabar el partido que «ha sido un partido como los de antes», refiriéndose a una época en la cual, después de preguntar, dominaba el barro, los pelotazos y los codazos. La realidad es que el Nàstic plantó cara en las adversidades. El terreno de juego no permitía exhibir el estilo grana, pero los de Dani Vidal se supieron adaptar y, de hecho, tuvieron ocasiones de mérito para adelantarse en el marcador.
Los grana acabaron por entender que las pilotadas a las dos bandas, sin importar la potencia, no se perdían por la banda, sino que se detenían al chocar en el primer charco. Esta mecánica la convirtieron en un elemento más de su juego. De la misma manera que los botes imprevisibles, que habilitaron diferentes situaciones de mano a mano de Narro y Antoñín, sin embargo, dificultaron los remados.
Con todo, el partido se decidió en un penalti riguroso, una centrada lateral que fregó la mano de Joan Oriol.
Esta pena máxima significó la tercera consecutiva fuera de casa. Contra el Lugo, fue el 1-2 e inicio del remontamiento gallego. Contra el Arenteiro, fue el primero de los tres goles que marcó a Marcos Baselga y, contra el Real Unión, el de la derrota. Algunos, como el del Lugo, eran evitables, mientras que los otros, rigurosos.
La Primera Federación es una categoría de igualdad máxima. Esta temporada, el único equipo que sobresale en el resto es la Cultural Leonesa que tiene diez puntos de margen al primer perseguidor del play-off y nuevo del segundo clasificado. El resto de equipos, entre ellos el Nàstic, bregan en una situación de igualdad y falta de regularidad que hace que del segundo en el noveno sólo haya una victoria de diferencia.
Para romper con esta realidad no queda otra que adaptarse, incluso, a las cosas imprevisibles que no se pueden controlar. Con respecto a las actuaciones arbitrales, los grana se han adaptado con la incorporación de la figura de Josep Subirats, en el cual Vidal apuntó que «nos ayuda como delegado de campo y en el análisis de la forma de silbar de los árbitros». Quizás, ahora también tocará contratar a un meteorólogo.