Arranca la campaña del arroz al delta del Ebro con los ojos puestos en la efectividad de la siembra en seco
El sentido de agua en la red de riego del hemidelta izquierdo este jueves permitirá llenar los arrozales a lo largo de los próximos quince días
El sentido de agua por la red de regadío y los arrozales del hemidelta izquierdo del Ebro –que el martes empezó en el hemidelta derecho- marca el inicio de una nueva campaña del arroz que transcurrirá con los ojos del sector ademanes en la evolución y la efectividad de la siembra en seco. Es, admiten, la gran esperanza para poder luchar de forma efectiva contra la plaga del caracol manzana y, al mismo tiempo, mantener la productividad de los campos sin experimentar grandes pérdidas. De los resultados de esta campaña, donde se prevé que la técnica se extienda a unas 2.000 hectáreas y en tipo de terreno donde no todavía no se ha testado, puede depender su viabilidad y expansión futuras. De momento, la mayoría seguirá llenando los arrozales durante los próximos quince días para iniciar la siembra a partir del mes de mayo.
El momento de las «ilusiones»y las «incógnitas»llega para los arrozares del delta del Ebro con la suelta del agua en sus campos. Después de la suelta el martes en el hemidelta derecho, este jueves ha sido el turno del izquierdo. La operación se desarrollará en dos fases: una primera, hasta el próximo martes, en la cual se rellenarán las canalizaciones de las zonas de regadío de l'Aldea, Camarles, l'Ampolla, Illa de Mar y hasta la zona del campo de fútbol de la Cava para extenderse, a partir de esta fecha, al resto. Entre doce y quince días en total. Si la climatología no interfiere, la operación se programa habitualmente durante estas mismas fechas del año, a pesar de que algunos labradores consideran que su adelanto unos diez días podría ayudar a evitar la acción de algunas plagas como el quironómido.
El hemidelta izquierdo, además, es precisamente el gran escenario donde se entrega la principal batalla contra el caracol maçana desde hace ocho años. La expansión de este invasor, a través de la red de riego desde el foco original a la zona de la ermita de l'Aldea, se ha convertido en uno de los principales dolores de cabeza para el sector. Es capaz de resistir el invierno bajo tierra y despierta en la primavera, precisamente, con la suelta de agua: su efecto es devastador para el arroz en los primeros estadios de crecimiento de la planta. Por eso, la llegada al Delta de la técnica de la siembra en seco y su posible viabilidad ha levantado muchas expectativas al sector.
Una práctica que pasará de las 120 hectáreas del año pasado a entre las 1.500 y 2.000 de esta campaña, también en tipo de terreno sobre los cuales no se había ensayado. Un buen momento para testar su efectividad y viabilidad futura. «Puede ser una buena herramienta para la lucha y contra el caracol y muy ecológica. Este año se ha hecho en otros lugares del Delta, con más limos y también arenosos. Ahora podremos hacer una valoración adecuada», ha certificado el responsable de Sectors Agrícoles d'Unió de Pagesos, Rafel Verdiell. No sólo para luchar contra esta plaga: también para hacer frente a los daños y problemas que provoca el quironómido, una pequeña larva de mosquito que se come los granos de arroz en el momento de empezar a germinar. «Si la ponemos a punto puede ser una buena herramienta para trabajar», reitera.
El fracaso de algunos de los instrumentos ensayados para luchar contra la plaga –como la inundación con agua del mar-, el gran gasto que suponen los tratamientos más utilizados –la aplicación de saponines puede costar hasta 100 euros por hectárea- en paralelo a su avance por todo el Delta deja en un segundo término un posible rendimiento ligeramente inferior de este método. «A pesar de poder tener algo menos de producción, hecho que está por ver porque hay que mejorar la técnica, evidentemente vale más la pena que la lucha con saponina», certifica Verdiell. Pero más allá de la efectividad, el traslado del problema ambiental del caracol maçana en las lagunas del Delta «puede causar estragos», a pesar de tratarse de agua «muy salada». «El caracol se va haciendo cada vez más resistente al frío y a la salinidad. Qué acabará pasando es una incógnita», remarca.