La Fiesta del Vino de Gandesa bate récords de asistencia y ofrece más de 10.000 degustaciones a lo largo de tres días

La 31ª edición de la Fiesta del Vino de Gandesa cierra este domingo después de tres jornadas con la previsión de batir récords de asistencia después de haber dispensado más de 10.000 degustaciones. El certamen ha congregado 32 de bodegas de la DO Terra Alta –la mitad de los registrados en la zona de producción- que ofrecido catas de los más de 200 vinos diferentes que elaboran. Si bien la venta directa de vino es uno de los atractivos de la muestra, el Consejo Regulador de la DO Terra Alta observación que el objetivo más importante es la promoción de la calidad. Este año, las expectativas después de una vendimia excepcional -con 40 millones de kilos- son buenas. La gran asignatura pendiente, sigue siendo embotellar una parte más importante de la producción.

Jornadas profesionales, catas y una gran carpa donde las bodegas participantes ofrecen sus productos. La Fiesta del Vino, ahora más profesionalizada de la mano del Consejo Regulador de la DO, ha atraído este fin de semana largo miles de personas en Gandesa, tanto de Cataluña como de otros puntos del Estado y el extranjero. Según el secretario del organismo, Jordi Rius, se han repartido 2.200 copas y ofrecido más de 10.000 degustaciones, a partir de la venta de tickets.

Periodistas especializados, prescriptores y someliers tampoco han faltado a la cita. La DO, recuerda Rius, más allá de velar por el control, la trazabilidad y la calidad, trabaja sobre todo para promocionar los vinos de la Terra Alta. «Es una feria dónde se vende mucho vino. La gente marcha con cajas. Pero el principal motivo es la notoriedad, la promoción y la marca colectiva Terra Alta en el ámbito de la calidad,» certifica.

Para las bodegas, la proyección de sus vinos es, efectivamente, el gran valor de estas jornadas. «Nos lleva gente de Cataluña y de fuera, que viene aquí a conocer nuestros productos y tenemos la ventaja que jugamos en casa», apunta a Laia Arrufí, responsable de la bodega Fruncí. La internacionalización es ya un hecho en la Terra Alta. La exportación supone, actualmente, en torno a la mitad del mercado de los vinos de la comarca. Fruncí apunta que, en su caso, entre el 30 y 40% de los vinos se van al extranjero. «Hemos notado que en la Fiesta viene mucha gente de Francia y de otros países».

Cambio generacional y renovación

De hecho, en el ámbito vitivinícola, explica Rius, la comarca está «de moda» de unos años acá. El término, sin embargo, no acaba de convencer a Rius: «el productores y los vinos de la Terra Alta han venido para quedarse. No es una moda pasajeros, son vinos de gran recorrido. Se ha producido un cambio generacional, hay una ilusión renovada gracias a los vinos y los reconocimientos de la zona productora gracias a la garnacha blanca, que es nuestro símbolo de identidad y ha abierto las puertas en el resto de vinos».

Aunque todavía perdura al inconsciente colectivo de muchos consumidores y ciudadanos, la Terra Alta ha dejado de ser una zona productora por excelencia de vinos a raudales, de elevado cuerpo y graduación alcohólica. «Afortunadamente, eso ha cambiado: hacemos vinos refinados y de gran calidad, reconocidos en el ámbito nacional e internacional», apunta Ríos, recordando el éxito de los vinos de la DO en el último concurso internacional «Garnachas del Mundo», que se organizó en la misma comarca.

Este año, después de una vendimia «espectacular», las expectativas son muy elevadas. Se ha llegado a los 40 millones de kilos de uva, por encima de los 37-38 millones por término medio de los últimos años. Un fruto que ha sido recolectado en óptimas condiciones de calidad, sin problemas sanitarios –no se ha detectado ceniza, mildiu o ninguna otra enfermedad importante. Los rendimientos han arriado a los 8.000 kilos por hectárea las variedades negras –que suponen un 55%- y unos 10.000 las blancas –con el 45% restante.

El buen momento de vino de la DO Terra Alta, sin embargo, no oculta los retos y asignaturas pendientes. Según Rius, hace falta que las bodegas vayan «juntas», con un «mismo discurso» y potenciando la «garnacha blanca» como gran símbolo de identidad y calidad de la zona productora, además del resto de variedades recomendadas. «Promocionar la marca colectiva es el que nos mujer valor en uno muy grande, donde hay muy buenos vinos en todas partes,» indica. Más allá de eso, el Consejo Regulador cree que todavía existe un margen «brutal» de crecimiento con respecto al vino embotellado: actualmente sólo se producen 7,5 millones de botellas por los 40 millones de kilos de uva producidos. «Se puede embotellar cinco veces más», concluye Rius.