Diari Més

429 días de cacerolada nocturna en la Sénia para la libertad de los presos y el retorno de los exiliados

Un grupo de vecinos protesta diariamente cinco minutos en diferentes espacios públicos del pueblo desde la fecha de los encarcelamientos de forma ininterrumpida

Dos vecinas de la Sénia durante la protesta para reclamar la libertad de los presos políticos independentistas y el retorno de los exiliados.

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Las cazuelas suenan durante cinco minutos cada noche en la Sénia para reclamar la libertad de los presos independentistas y el retorno de los políticos exiliados. Lo llevan haciendo desde hace 429 días, de forma ininterrumpida, justo a partir del momento del encarcelamiento. La iniciativa de un grupo de vecinos, que no quiere detenerse hasta conseguir su objetivo, lleva esta protesta cada noche a una plaza o espacio público diferente. «Nada de lo que podamos hacer se puede comparar con lo que ha hecho por nosotros el gobierno en la prisión y en el exilio. Votamos, ganamos y quisieron llevar a cabo lo que la mayoría decidió. Por eso están en la prisión y, como los votamos, venimos aquí para que los saquen», argumenta Gemma Martínez, una de las participantes habituales.

Las protestas empiezan de forma puntual a las diez de la noche, justo después del toque de las campanas. Como excepción, los días festivos en los que tradicionalmente se celebran cenas familiares se avanza la convocatoria a las ocho y media. Son un grupo que puede oscilar entre las seis y diez personas, los días de menor concurrencia como los sábados, hasta la cincuentena. Aunque algunos no suelen fallar nunca, muchas de las personas participantes suelen variar en función de los días.

Cuando llegan al punto escogido –cada día se informa del lugar con carteles que se distribuyen por los grupos de usuarios de aplicaciones de mensajería de los móviles-, empieza el ritual previo de desplegar en el suelo los símbolos y mensajes reivindicativos que los identifican: esteladas, banderas del pueblo o pancartas reclamando la República y la libertad de los presos políticos.

La protesta se ha celebrado de forma ininterrumpida ajena a las festividades o las inclemencias climáticas diversas. «Si no vengo, no me siento bien. Y cuando vengo, después puedo continuar con mi vida porque creo que ya he cumplido. Es muy poca cosa, pero para mí significa mucho», insiste Martínez, que no duda en calificar el encarcelamiento de los líderes independentistas de «injusto y antidemocrático». «Por encima de todo, queremos libertad», proclama.

Martínez viene acompañada a las concentraciones de su madre, Elsa Gellida. Hija del último alcalde republicano de la Sénia antes de la entrada de las tropas franquistas, Gellida recuerda aunque su padre tuvo que huir a Francia y no lo pudo ver hasta bastantes años después, cuándo se reencontraron en el país vecino. «Pienso aguantar viniendo aquí hasta el final. Tengo la edad que tengo y quizás no lo podré aguantar. Pero bien...», reflexiona. «Las cazuelas no dejarán de picar hasta que salgan de la prisión y nuestros exiliados vuelvan a Cataluña», remarca su hija.

«Revivir» el franquismo

Para Gellida, los paralelismos entre la situación política actual y el franquismo que tuvo que vivir son evidentes. «Es exactamente igual. Vuelvo a revivir lo que vivimos entonces. Lo que nos dijeron que se había hecho una democracia... para mí, no. Era camuflada. Cuando murió Franco nos decían que tenía que haber democracia: pero los fascistas estaban y ya dijo él que lo dejaba 'atado y bien atado'», ha subrayado.

Después de cinco minutos, las cazuelas –algunas adornadas con lazos amarillos- dejan de sonar. Los participantes en la protesta se marchan hacia sus casas por el mismo lugar por donde han llegado. Al día siguiente, una nueva cacerolada. Explica Martínez que las acciones empezaron en la plaza del Ayuntamiento y se extienden por diferentes puntos del pueblo dentro de un itinerario que se repite, aproximadamente, cada mes.

El cambio de espacios, explican, quiere evitar generar molestias en el vecindario. Son cinco minutos: se pueden aguantar bien en cada plaza y nadie se puede sentir ofendido», apunta. A pesar de eso, no todo el mundo acepta la protesta de los vecinos. «Hay gente que no les parece bien: nos gritan 'viva España', en otro lugar que somos unos nazis y diferentes cosas. Pero no hagamos caso a nadie y vayamos a la nuestra. Si nos hablan mal, contestamos bien e intentamos ser los más educados posible», concluye.

Un grupo de vecinas de la Sénia desplegando banderas y colgaduras antes de la cacerolada por los presos y los exiliados.

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