Empiezan a utilizar drones para asustar a los flamencos de los arrozales en el delta del Ebro
El dispositivo está pendiente de recibir la autorización estatal para poder operar de noche y tiene que permitir valorar de forma más específica los daños sobre las cosechas
Los drones espantapájaros aterrizan en el delta del Ebro. Después de una exitosa prueba piloto, la sociedad de cazadores y la comunidad de regantes de Poble Nou del Delta han contratado los servicios de una empresa especializada, Ebredrone, para echar a los flamencos y otras especies de aves que provocan daños en el cultivo de arroz. La idea, es que puedan sobrevolar los campos todas las noches a lo largo del mes durante el cual germina y se desarrolla el arroz. Al mismo tiempo, pueden ayudar a los campesinos acreditar de forma esmerada la valoración de daños para solicitar compensaciones a la administración gracias a la geolocalización de las aves y la medición del tiempo que permanecen en los arrozales, gracias también a las grabaciones con una cámara térmica. El dispositivo, sin embargo, todavía no se ha podido desplegar plenamente a la espera de recibir el permiso estatal para poder efectuar vuelos nocturnos.
Cañones de aire comprimido, cohetes, chillonas luces azules intermitentes o los mismos campesinos recorriendo los cordones de los arrozales para echar las aves de los campos con su presencia. Hasta estos momentos, los métodos para asustar a especies de aves –protegidas y cinegéticas- de los campos de arroz recientemente sembrados eran múltiplos sin embargo, a medio plazo, poco efectivas. «El flamenco se socializa cada vez más y, por mucho que vayas, ya entiende que estás allí, que no le haces nada, que quieres que se vaya y cambia de arrozal a arrozal convirtiéndose en un problema grave para nosotros», relata el presidente de la Societat de Caçadors de Poble Nou, Josep Sancho.
Situados en una zona «privilegiada», entre la Punta de la Banya y las lagunas de la Encanyissada y la Tancada, los campesinos del núcleo Poble Nou tienen que convivir con una rica variedad de especies de aves. Los flamencos, una de las más singulares que habitan el espacio natural, suelen confundir los arrozales inundados con las lagunas y, con las patas y el pico, desarraigan el arroz recientemente plantado. Eso lleva a muchos productores a reclamar compensaciones a la administración para replantar, en aquellos casos que se detecta a tiempo. Después de desplegar el año pasado vigilancia nocturna y diurna en los campos haciendo también uso de cohetes, ahora ven los drones a unos aliados eficientes. Este año, alertan campesinos y cazadores de Poble Nou, se ven más ejemplares de lo que es habitual.
El método, según reveló de entrada la prueba piloto, resulta especialmente efectivo. «Va muy bien porque nos permite localizar grupos de flamencos que estropean la cosecha, los podemos cuantificar, determinar el tiempo operacional y el espacio de cultivo. Hemos incorporado sensores para que el dron pueda localizar los animales a 50 o 70 metros y con señales de alerta hacer que salga del campo», explicita Pau Jornet, director técnico de Ebredrone. Buena parte de esta efectividad, añade, viene dada por su rapidez, la capacidad de recorrer distancias importantes en muy poco tiempo evitando los recorridos que hacen los campesinos por los cordones de las fincas. El plan de actuación preveía sobrevolar, monitorizar y controlar los arrozales durante unas 30 noches, justamente en el periodo con el campo inundado y antes que la planta despundo por encima del agua.
La empresa, en marcha desde hace seis años y con sede en Amposta, defiende que la aplicación de esta tecnología en el mundo agrario de las Terres de l'Ebre puede suponer una revolución en todos los ámbitos. Así, ejemplariza su CEO, Èric Esteban, el uso de drones puede llegar a reducir prácticamente a la mitad el coste de entre 120 y 150 euros la hora que puede tener para un campesino salir con el tractor a aplicar tratamientos en el campo. «Vas en coche y lo puedes cargar en el maletero. No hacen falta grandes maquinarias circulando por el Delta. Facilita el tratamiento y la operativa», apunta. Aparte de posibilitar preevaluacions de campos, plagas o enfermedades, pueden aplicar tratamientos en puntos localizados y evitar el trabajo extensivo, con las mejoras ambientales, de calidad y ahorro energético que eso supone. «Todas las vertientes económicas de un trabajo el dron las reduce y es sostenible, no contamina, ni ensucia, ni hace ruido», cierra.
Pero a pesar de esta viabilidad técnica, económica y administrativa, la lentitud burocrática podría acabar impidiendo que durante esta campaña se pueda desplegar completamente el dispositivo. «Durante el día, cuando más defiende tenemos, puede ir el campesino o nosotros mismos y a simple vista los vemos, el dron ya puede funcionar. Pero de noche, cuando no tenemos visión nocturna, lo necesitamos y ahora no lo podemos hacer volar», lamenta Sancho. Y es que, aparte de disponer de lla licencia de operadores por parte de la Agencia Española de Seguridad Aérea (AESA) y tramitar una solicitud en el parque natural del delta del Ebre detallando el plan de vuelo y las zonas de actuación, los despegues nocturnos requieren un permiso especial de la autoridad estatal que puede tardar hasta seis meses y todavía no ha llegado. «Estamos parados y no podemos dar solución al problema», insiste el presidente de los cazadores.
Para los campesinos, en más, el uso de un dron equipado con cámaras térmicas y que es capaz de registrar durante la noche también la presencia de los animales resulta especialmente útil para fundamentar sus reclamaciones de daños ante la Generalitat. «Nos permite geolocalizar el animal, saber la hora, cantidad y tiempo dentro de la parcela. Se puede hacer bien la valoración de daños y ser más objetivos», apunta Sancho. Flamencos, principalmente, pero calamones comunesy especies cinegéticas como los fochas, son objeto desde las reclamaciones de los arroceros. Lamentan, sin embargo, que la administración catalana -tanto el Departament de Territoriocomo el de Agricultura- no se implique a fondo a la hora de hacer frente a un problema que regula directamente y para el cual limita el margen de acción de los afectados, ofreciendo únicamente unas compensaciones que consideran del todo insuficientes.
«Podemos ser más objetivos en las reclamaciones de daños y sobre la presión que soportamos los agricultores. Queremos que se den cuenta de la realidad. Parece como si aquí no tengamos nada: cuando toca en el Área Metropolitana de Barcelona con los jabalíes sí. Aquí los flamencos no existen cuando se van a anillar o los hacemos fotografías. Cuando son dentro de los campos, nada», concluye.