Medio ambiente
La conservación de los bosques públicos ebrenses enfrenta el dilema entre la conservación y la gestión de la masa forestal
Agricultura reanudará después del verano la tala de árboles para regenerar el bosque de Refalgarí, en el parque natural dels Ports, actuación denunciada por los ecologistas
Esta es la historia de un viejo y todavía vigente enfrentamiento entre dos visiones que se manifiestan a menudo opuestas sobre la gestión de los bosques en un país donde ocupan dos terceras partes de su superficie. El de los partidarios de devolver el bosque a un estado de conservación sin prácticamente ninguna intervención humana, de una banda, y el de aquellos que propugnan gestionar la masa forestal para, desde la perspectiva de la prevención, hacer un aprovechamiento sostenible. La denuncia presentada por el grupo ecologista Gepec por la tala de árboles efectuada en el bosque público de Refalgarí, en el macizo dels Ports, es el último capítulo de esta eterna controversia. El Departament d'Agricultura reitera que se trata de actuaciones necesarias y que respeta las prescripciones de conservación enviadas por el parque natural.
Las máquinas abandonaron el viernes el bosque de Refalgarí después de haber trabajado durante las últimas semanas efectuando actuaciones de tala en una superficie de poco más de 20 de las 105 hectáreas previstas. Uno de los vehículos, conducido por un experimentado técnico gallego, dispone de un brazo y un cabezal capaz de tumbar un pino de cualquier tamaño, trincharlo según la medida deseada y sacarle la corteza en cuestión de pocos según. La intención del Departament, titular del espacio, es reanudar las tareas después del verano, para evitar impactos en la flora y la fauna. Aunque, de entrada, se preveía que las tareas continuarían de forma manual ante las dificultades orográficas encontradas, no se descarta que también vuelva a intervenir maquinaria.
Conocedores de la tala y del informe que el parque natural dels Ports había emitido, con prescripciones ambientales y recomendaciones para llevarla término, los ecologistas han puesto el grito en el cielo. Argumentan, y así lo han ratificado después de las explicaciones de la Generalitat, que no se han respetado estas consideraciones. Principalmente, que es la empresa que se encarga de la tala la que selecciona los árboles en función de su valor industrial y también que las tareas pueden afectar a especies protegidas de flora y fauna de un valioso espacio.
Los reproches no están dirigidos únicamente de forma genérica contra la administración. El Gepec ha personalizado su blanco en el ingeniero forestal del Departament en las Terres de l'Ebre responsable de dirigir estos trabajos. Eusebi Casanova, quien reconoce que no es la primera vez que vive fricciones con los grupos conservacionistas –le reprochan también el proyecto de construcción de una pista entre el Perelló y Tivenys cruzando toda la sierra del Boix- asume el papel de trasladar a la opinión pública el como y el por qué de esta actuación, de defenderla sobre el mismo terreno.
Dejar entrar la luz y regenerar
La zona de Rafalguerí, explica, tiene un plan de ordenación aprobado que incluye un plano especial donde se detallan las actuaciones que se tiene que realizar durante «los próximos 20 años». Pueden ser de mejoras, especialmente, cuando se trata de un bosque que no es adulto. También se pueden dejar como «zonas protectoras». En otros, por la elevada calidad de la madera se deja para investigación y tampoco se actúa. En este caso concreto, se trata de impulsar la regeneración del bosque con una aclarada que permita que la luz llegue hasta el suelo y crezcan nuevos ejemplares. Unas medidas que también ayudan a la prevención de incendios, subraya. Todo eso, de rebote, permite aprovechar la madera conseguida y reinvertir las ganancias en nuevas actuaciones.
Una de las principales ideas que Casanova intenta trasladar es que estas tareas forman parte de un «plan estrictamente forestal», para cuya ejecución se solicita un informe en el parque natural dels Ports –que depende actualmente del Departament de Territori i Sostenibilitat- con las limitaciones que se tienen que respetar para no dañar la fauna y la flora del espacio. El ingeniero forestal apunta que, junto con los técnicos del parque natural, se han delimitado las zonas donde se encuentra la flora protegida, que se han marcado sobre el terreno para excluirlas del espacio de actuación. También con respecto a la fauna, se ha delimitado un espacio donde se ha corroborado la presencia de una pareja de azores, donde tampoco se ha actuado, a la espera de encontrar un momento que sea posible sin alterar las aves de rapiña.
A pesar de negar insistentemente cualquier conflicto al respecto con Territori, los responsables de Agricultura sostienen que la competencia del parque natural a la hora de introducir condicionantes o limitaciones a la tala finaliza aquí. De hecho, Casanova reconoce que el documento incorporaba recomendaciones sobre la necesidad de señalar uno por uno los árboles que se tenían que cortar y los que se tenían que conservar, tal como reprochan los ecologistas. «Consideramos que es un criterio estrictamente forestal y no es viable marcar toda la superficie», responde.
En este sentido, dice que los criterios sobre los ejemplares, las densidades o las áreas basales están marcadas por el director del aprovechamiento, que las revisa anteriormente y puede introducir correcciones en función de la evolución observada en las parcelas de prueba. «La finalidad de esta actuación, regenerar el bosque, en ningún momento implica la necesidad de decirle al operario qué árbol va fuera y cuál se queda. Aquello que interesa es el estado general del bosque, el rodal. En función del arbolado que hay y queremos que queden, dejando claro cuál es el criterio no es necesario marcarle todos los árboles a pie», indica. Por ejemplo, señalando cuál sería el diámetro mínimo o máximo.
La administración «controla» todo el proceso
De hecho, una de las principales suspicacias planteadas por el Gepec era que el propio criterio de la empresa que efectúa la tala y la comercialización de la madera prevalezca por encima de cualquier otra consideración. Casanova niega este extremo y recuerda que, desde hace cinco o seis años, Agricultura decidió modificar el sistema de explotación maderera de los bosques públicos. Así, mientras que anteriormente se sacaban a subasta los aprovechamientos de madera, se marcaban los árboles y quien se lo acababa adjudicando lo cortaba y se lo llevaba –el conocido como «rematando» era el encargado de hacer toda la actuación: desde cortar, sacar las rames, transportar la madera y venderla, ahora es la Generalitat quien controla todo el proceso. «Ofrecemos productos acabados a la industria», aclara el ingeniero.
Así, es la Generalitat quien encarga los trabajos a empresas especializadas para hacer sólo esta tarea y siguiendo sus directrices. Otra empresa diferente se encargará del transporte. «Se acaba actuando sobre los árboles que el bosque necesita, lo que dice el plan de ordenación. No se deja en manos de uno rematando, una empresa externa, que decide cuáles se cortan y cuáles no», indica. Un sistema «diferente» con objetivos «diferentes» que, sobre el papel, condiciona el aprovechamiento a las prescripciones del documento y beneficia el bosque.
Al final del proceso, es el Departament quien hace la venta a la industria de la madera. «Que suministres a la industria no quiere decir que los árboles mayores sean los de más valor. El valor lo da el producto puesto en la industria. Quien ejecuta los trabajos hace que le dice al director del aprovechamiento. No son trabajos a peso, a toneladas, sino también por cualidades», añade. Detalla que los troncos mayores suelen destinarse a construir cantos rodados. Los más pequeños, para biomasa. A menudo, son los de media dimensión los mejor valorados.