Horta, una década viendo rebrotar del fuego la zona de los Reguers con lágrimas en los ojos
Los jóvenes agricultores ven con pesimismo la gestión del territorio y persisten convencidos en ser los «últimos combatientes»
La herida se ha cerrado. La cicatriz no desaparecerá nunca. Este es el sentimiento comunitario de la gente de Horta de Sant Joan (Terra Alta) cuando piensan en el fuego que marcó el pueblo. La zona de los Reguers, donde se quemaron poco más de un millar de hectáreas, rebrotó enseguida pero los vecinos siempre levantan la mirada unos metros arriba, hasta el risco sobre el barranco de los Covards, y los recuerda a los cinco, con emoción. «El incendio no habría tenido la más mínima importancia pero que murieran cinco bomberos, lo hizo todo demasiado grande», recuerda el alcalde del municipio en aquel momento, Àngel Ferràs. Las víctimas y el padecimiento de sus familias es, en definitiva, lo que ha marcado a Horta y su gente.
«Siempre habrá un antes y un después. Es un recuerdo muy malo y cuesta olvidarlo», apunta Lluís Vinyals, pastor, agricultor y restaurador. A pie de la zona de su explotación que se quemó en los Reguers d'Horta, el verano de 2009, hace memoria de todo aquello vivido. «Fuimos de los primeros en llegar al fuego y al principio todo parecía tranquilo pero de día siguiente, a mediodía, llegó el caos. Tenemos muy mal recuerdo, el pueblo sufrió mucho pero sobre todo las familias de los bomberos», dice Vinyals.
La palabra «caos» es la más repetida cuando se intentan explicar aquellos recuerdos en Horta de Sant Joan. «Me vienen a la mente las nubes de humo, las carrerillas y cuándo piensas en ello se te pone la carne de gallina. Fue un momento muy difícil», explica Àngel Ferràs, exalcalde de Horta, al cargo cuándo se provocó el incendio mortal. Sentencia que es el peor momento de sus años en política porque no puede olvidar qué pasó y cómo pasó. «Fueron días muy angustiantes y tristes, que siempre nos quedarán en la memoria», insiste. «Lo que más me impactó fue la rapidez del fuego, no había visto nunca nada igual», añade Jordi Ferràs, ganadero y campesino también afectado por aquel incendio.
Un futuro oscuro
Jordi y Lluís son, además, de los pocos jóvenes pastores y campesinos que quedan en Horta. Con el incendio de la Ribera d'Ebre, han vuelto a ser protagonistas indirectos del debate sobre el despoblamiento y el abandono del mundo rural pero ellos, con una década de experiencia después del fuego de Horta, no tienen un mensaje muy optimista.
El incendio les quemó pinares, olivos, y otros elementos en sus explotaciones. El Govern y el gobierno español se apresuraron a sacar los árboles quemados de los bosques de los Reguers, prepararon los terrenos para evitar la erosión pero diez años después el peligro ha vuelto. De aquellos bosques arrasados salieron pastos que ya vuelven a ser impracticables. «La masa forestal ya ha vuelto a ganar el trabajo a los animales», explica Jordi.
No hay suficientes ganaderos para conservarlas y los recursos que se destinan están limitados y mal repartidos. «Los pastos los cobra mucha gente que no va. Se permite que se declaren y que vayan otros. Los tiene que cobrar quien los hace y los otros ganaderos que se les ayude con otros conceptos porque si no, cada vez somos menos y no compensa», denuncia Ferràs.
A la mala gestión de los recursos se suman las trabas administrativas. Lluís ha recibido recientemente informes desfavorables, con limitaciones, por ejemplo, para llevar las ovejas a pacer a las zonas más abruptas de su propiedad. «Mi familia lo ha hecho siempre. No nos inventamos nada pero no entiendo que los domingueros puedan ir bajo un pino y las ovejas no», ha criticado. «Nosotros no estamos en los prados del Pirineo, tenemos lo que tenemos y tenemos que conservarlo pero las nuevas políticas agrarias incentivan aquello que vivimos aquí hace 10 años, incendios y más incendios. Me recriminan que el 40% de lo que hago, no lo hago bien, y sólo trabajo de domingo a domingo. No sé de dónde puedo sacar más horas para trabajar más», lamenta Vinyals.
Ante el debate sobre el despoblamiento y las promesas de una nueva gestión del territorio se muestran completamente incrédulos. «Se hablará mucho pero todo es mentira, delante de la palestra se intentará decir cosas que no se llevarán a cabo», dice convencido Jordi.«La situación está como hace 10 años. Las políticas que se hacen no solucionan nada. Cada vez estamos más despoblados», añade. «Estamos destinados a que se acabe. Cuando lleguemos a la jubilación todo eso estará abandonado y a sufrir por los fuegos. Está claro que cada día sufriremos más sequía, que no llueve, pero está muy abandonado y a la gente como yo, que tenemos ganas de trabajar, nos las hacen pasar», apunta Lluís.
«Para mantener los pastos y los terrenos como eran antiguamente, hace falta gente y recursos y somos tan pocos, que no lo podemos hacer nosotros», dice Ferràs. No creen tener relevo. Ven a los pastores en peligro de extinción. «En veinte años que lo soy, jóvenes agricultores se han incorporado muy pocos, tres como mucho», advierte Vinyals. «Si las políticas llegaran realmente a los que hacen el trabajo, con controles exhaustivos, quizás cambiaría», pide Ferràs. «Si los campesinos somos los que gestionamos el territorio, que nos ayuden un poco más o nos dejen trabajar tranquilos», insiste Vinyals. «Tendríamos que ver el fuego como una oportunidad para hacer gestiones diferentes del territorio y no volver a caer en la misma piedra», reclama Jordi Ferràs.
Los reproches a promesas pendientes
En el post-incendio de Horta, no hubo grandes promesas. La Diputació de Tarragona inició rápidamente una campaña turística en positivo para frenar la llegada de turismo negro, al municipio y a la zona. La gestión de los terrenos quemados por parte de los gobiernos fue correcta y rápida según el exalcalde, pero también hecha a medias según los afectados.
Se llevaron la leña, «que es lo que valía dinero», y se dejaron las ramas y la madera pequeña sin que nunca llegaran las máquinas que lo tenían que trinchar todo. La lona de la balsa de la Bellida que se rompió en las tareas del medios aéreos para recoger agua, todavía no se ha reparado.
En el parque de bomberos Voluntarios de Horta de Sant Joan se cambiaron las emisoras para que llevaran GPS incorporado y se renovó un viejo vehículo que, diez años después, vuelve a ser un viejo camión. Pero el debate sobre la posibilidad de instalar en Horta, en la entrada norte del Parc Natural dels Ports, un parque de bomberos profesionales se cerró pronto.
«Confiamos en que a la gente de la Ribera d'Ebre los den más ayuda que a nosotros», ha pedido Vinyals. En las promesas sobre el territorio y las medidas contra el despoblamiento sólo oyen cantos de sirena después de que ya las vieran esfumarse hace diez años después la tragedia de Horta.
El recuerdo de Pau, Jaume, Jordi, Ramon y David
El domingo al mediodía se cumplirán diez años exactos del atrapamiento mortal en Horta. Hay diferentes actos previstos para homenajear de nuevo a los cinco bomberos muertos. Se hará una marcha y una carrera popular que pasa por el memorial y la zona cero del accidente. Se dedicará la misa dominical a los cinco chicos y está previsto un acto institucional en el mirador de los Ports donde les recuerda un monolito. Se han hecho exposiciones itinerantes que se verán en todo el país, y se puede visitar todavía todo el mes de julio y agosto, en Arnes, la de esculturas sobre madera quemada que su autor, Josep Pallarès, ha llamadoFoc i sentiments. También está previsto para el otoño, la apertura de un circuito didáctico por el macizo de los Ports sobre el incendio de 2009.
Del juicio pendiente no se quiere ni oír hablar. La indignación corta las palabras. «No somos lo suficientemente diligentes para solucionar un problema. Visto desde la vertiente humana, creo que tendría que haber sido más ágil», reclama el exalcalde. El pueblo ha dejado de esperar la sentencia a los dos pirómanos para cerrar el luto. «A su manera ya lo han hecho. Queda la herida, la notas. Sabemos qué pasó y como y que los culpables son aquellos chicos. La gente, el juicio, ya lo tiene hecho», ha asegurado Ferràs.