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Agricultura

Arrozales que secuestran carbono o como hacen compatible la lucha contra las emisiones con la valorización de la cosecha

El IRTA estudia en el delta del Ebro como cuantificar y certificar el proceso a partir de la gestión de la paja del arroz

Plano general de dos participantes a la Jornada de campo de cultivo del arroz en los campos del IRTA.

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La gestión adecuada de la paja que deja el arroz después de la siega podría aportar beneficios considerables para los productores del delta del Ebro a medio y largo plazo. Se trata de una de las técnicas principales para favorecer el secuestro o captura de carbono por parte de los arrozales: un procedimiento, que, aparte de reducir considerablemente las emisiones de metano a la atmósfera permitiría ahorrar la aplicación de abonos y fitosanitarios en el campo. Más y todo: el proyecto Carbocert, en el cual participa desde hace dos años el IRTA, busca la forma para cuantificar y certificar este secuestro de carbono, hecho que permitiría valorizar comercialmente la producción desde el punto de vista de la sostenibilidad ambiental.
Hace algunos años, la paja del arroz que quedaba en los campos después de la siega era quemada. Las medidas agroambientales implantadas por la Unión Europea llevaron mayoritariamente a los productores a mantener este elemento y lo enterraron en el suelo. Aparte de dejar de emitir los gases producto de la crema, esta práctica resulta especialmente importante a la hora de garantizar la fertilidad de los arrozales, evitando que se eliminen los nutrientes naturales que aportan en el campo.

Unas aportaciones que, posteriormente, los campesinos tenían que compensar aplicando abonos nitrogenados en el campo, según remarca la investigadora del IRTA, a Maite Martínez Eixarch. «Los suelos con contenido óptimo de materia orgánica mejoran la fertilidad», apunta. La descomposición de la materia orgánica proporciona nitrógeno, fósforo o potasio que necesitan las plantas y, además, tiene efectos sobre la estructura del suelo, permitiendo que las raíces se desarrollen mejor y accedan, al alimento.

Pero más allá de las ventajas agronómicas, la gestión de la paja juega un papel fundamental en la reducción de las emisiones del cultivo del arroz, que en el ámbito mundial pueden suponer en torno a una tonelada por hectárea y año. De hecho, explica Martínez Eixarch, el soterramiento de la paja en los campos con agua en otoño, una vez acabada la siega, supone el 70% de las emisiones de metano anuales. Las relativamente altas temperaturas en este momento aceleran la producción de este gas de efecto invernadero. Es por eso que, según los estudios del IRTA, retrasa la práctica hasta momentos más fríos reduce al máximo las emisiones y maximiza la captura de carbono.

Calcular el carbono capturado

El proyecto Carbocert, financiado con fondos europeos y en el cual participan varias organizaciones en el ámbito estatal, quiere estudiar como optimizar estos procesos en los seis cultivos principales del territorio estatal, entre los cuales el arroz. Este es el segundos de los tres años de duración previstos. De momento, en el IRTA siguen estudiando la combinación de técnicas y parámetros diferentes, desde el momento idóneo para sembrar, enterrar en la paja o la lámina de agua necesaria para maximizar los resultados. También quieren comparar los resultados de diferentes temporadas.

Aparte de mitigar los efectos de enfermedades y hongos luchando contra el cambio climático, los investigadores parten de la constatación previa que estas prácticas no supongan ninguna influencia negativa en la producción, que no afecten a su rendimiento. En este contexto, y según Martínez Eixarch las investigaciones de los últimos años en este campo han sido muy bien acogidas, en general, por el sector arrocero del delta del Ebro.

De hecho, la investigadora del IRTA remarca que la voluntad del proyecto de conseguir una forma relativamente rápida efectiva para certificar y cuantificar la cantidad de carbono que pueden secuestrar los arrozales puede resultar bastante beneficiosa para los productores en un contexto de mercado donde la demanda de los consumidores de productos sostenibles y ambientalmente respetuosos es creciente. Así, esta lucha contra el cambio climático, podría suponer un «valor añadido y favorecer la comercialización de los productos».

A la larga, además, tal como ya han puesto en práctica diferentes países, los productores podrían optar también por conseguir ingresos adicionales con los llamados cheques carbono: es decir, compensando a los campesinos por el uso de prácticas que supongan dejar de emitir volúmenes cuantificados de gases que propician el cambio climático.

Demanda de productos ecológicos

El estado de este proyecto y de otros relacionados con el sector ha sido objeto de la XXVI Jornada de Camp de l'Arròs en el delta del Ebro que organiza el IRTA, con la participación de productores y empresas. «Cada vez más, la sociedad demanda productos ecológico o, en el caso de los infantiles, de residuo 0,» constata la investigadora del organismo Maria del Mar Català. De hecho, una de las principales líneas de trabajo actualmente pasa por encontrar estrategias de aplicación de productos químicos compatibles con la producción ecológico y que no generen residuo en el grano de arroz.

Según Català, el trabajo de los últimos dos años en este ámbito tiene que permitir identificar nuevas prácticas agronómicas sostenibles y la combinación de técnicas o productos adecuados. Eso, esencialmente, implica la necesidad de escoger variedades que genéticamente toleren mejor las enfermedades, determinar una densidad óptima de plantas en el campo, un abono equilibrado y una buena nutrición, para hacer frente con mejores garantías a enfermedades y hongos.

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