Diari Més

Delta del Ebro

Experts defienden actuaciones «flexibles» en el Trabucador para evitar que la entrada del mar afecte a la bahía

Los nácares de los Alfacs, una de las últimas poblaciones de este molusco en peligro crítico de extinción, podrían morir

Dos personas y un perro andando cerca de una máquina trabajando en la barra del Trabucador.

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Expertos de diferentes ámbitos y el parque natural del Delta del Ebro defienden actuaciones «flexibles» para rehacer la barra del Trabucador ante la posibilidad de que la entrada de agua marina a raíz de una rotura prolongada perjudique ecosistemas y actividades humanas en el interior de la bahía de los Alfacs. Especialmente vulnerable a la intrusión marina, recuerdan, es la población de nácares de los Alfacs, uno de los últimos reductos de esta especie en peligro crítico de extinción. A pesar de compartir parte de los argumentos del manifiesto publicado recientemente por organizaciones ecologistas, pidiendo respetar la dinámica natural del espacio sin intervenciones, creen que las recientes actuaciones de emergencia permiten ganar tiempo para tomar una solución más a largo plazo.

La reciente ejecución de las obras de emergencias por parte de la Dirección General de la Costa y Medio Marino del Ministerio para la Transición Ecológica –con un coste de 700.000 euros- para paliar los daños provocados por el temporal Gloria vuelto a poner el foco sobre la fragilidad del espacio. Sin embargo, sobre todo, ha reabierto el recurrente y eterno debate sobre qué tipo de actuaciones o políticas son necesarias para que se regenere el istmo así como preservar los ecosistemas y actividades de su entorno.

El manifiesto ecologista –suscrito, entre otros, por entidades conservacionistas, la Plataforma en Defensa de l'Ebrey reputados investigadores universitarios-, aboga directamente para respetar la dinámica natural y evitar cualquier intervención humana, el renombre «alternativo cero». Califican de «fracaso» y la «peor solución» actuaciones como la ejecutada los últimos meses por el gobierno español. Recomiendan también a la empresa que explota las salinas de la Punta de la Banya, considerado por algunos la gran beneficiada con la restauración del camino terrestre hasta la Punta de la Banya, que traslade fuera del espacio parte de la actividad industrial.

Pero varios expertos y responsables del parque natural del Delta del Ebro, a pesar de no discrepar abiertamente de algunos de estos planteamientos de fondo, defienden que actuaciones como la materializada por el gobierno español, que consideran «flexible», pueden ayudar a mantener en buena medida la actual morfología del espacio y, sobre todo, evitar que la intrusión marina prolongada genere daños en el interior de la bahía. Al menos, como solución «de urgencia» a corto plazo, antes no se tome una decisión sobre cómo hacer frente a los problemas estructurales que sufre el Delta, especialmente ante la amenaza de la falta de sedimentos y los efectos del cambio climático.

Así lo corrobora el catedrático de Costas de la Escuela de Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos de la UPC, Agustín Sánchez-Arcilla: cree que mantener un tramo importante abierto de la barra después del temporal podría acabar, con el tiempo, acumulando los sedimentos en la Punta de la Banyaen una isla y erosionar «rápidamente» el istmo. Asesor de Costas en el diseño de la reciente actuación de emergencia, defiende que la solución propuesta depende del objetivo concreto que se persigue y, en este sentido, recuerda que, a pesar de tratarse de un espacio muy dinámico, el río Ebro y su Delta han sido alterados ya por la actividad humana, responsable de la gran reducción de la aportación de sedimentos, por ejemplo.

«Puente de arena»

Considera Sánchez-Arcilla que respetando el flujo transversal de aportación de arenas que alimenta la barra del Trabucador, que se comportaría como un «puente de arena» paralelo a la costa, la reparación del espacio y el cierre de la bahía, a partir de un proyecto de obras «no rígidas», podría amortiguar los efectos de futuros roturas.

«Lo que es natural en el Trabucador es que se rompa y tenga interrupciones. Esta obra nunca pretendía crear una barrera rígida, una muralla de arena, una duna bien alta como la costa holandesa porque el tamaño del Trabucador y la ecología de la bahía no lo aconsejaban. Lo que intentamos es reducir los episodios de rotura, pero nunca con un proyecto que fuera una línea Maginot infranqueable para el enemigo», subraya. De hecho, durante los últimos meses y con posterioridad en las obras, crecidas del nivel del par y pequeños temporales ya han inundado puntualmente algunos espacios del istmo. «Pedir que esté abierto el camino de las salinas todo el año es pedir demasiado», admite.

Así, reconstruir este «puente «con material proveniente del interior de la bahía permitiría el transporte arena «a lo largo y a través» del istmo. Una obra «dura», en cambio, acabaría erosionada y evitando la regeneración de la parte interior. De hecho, las actuaciones de principios de los 90, con el uso de bloques de piedra, rompieron, precisamente, la dinámica natural de la misma barra, haciendo que buena parte de este transporte acumulara la mayor parte de la arena en la Punta de la Banya.

El geólogo ebrense Àlvar Arasa considera también que dejar la recuperación del Trabucador exclusivamente en manos de la misma dinámica natural del espacio supone correr el riesgo de tener que esperar bastantes años, con la posibilidad de que «no se pueda recuperar más». Considera que las actuaciones cuestionadas por el manifiesto ecologista no se pueden considerar duras y que, con carácter «puntual», pretendían recuperar la arena que se había marchado. Así, en el caso de otro temporal que rompa algunas partes, «la arena volverá a la parte interior sumergida».

«Ahora, el Trabucador se tiene que ir modelando: tenemos que esperar que este otoño o invierno no haya un temporal fuerte como el Gloria o estaremos fastidiados... y esperar que tengamos un poco de suerte. Actuaciones pequeñas y puntuales, sí. Dragar de forma bestia, no lo veo», argumenta. Más allá del corto plazo sin embargo, apunta que habrá que ver en el futuro los efectos que pueda tener el cambio climático en un espacio. Arasa, además, apunta que en el Delta arena no hay –se han redistribuido y desplazado, fruto de la regresión, principalmente en la Punta de la Banya- y considera que la capacidad de recuperar sedimentos de los embalses es limitada en el largo plazo.

Peligro para los nácares

Pero la integridad del istmo del Trabucador tiene repercusiones que van mucho más allá de la discusión sobre la geomorfología, la dinámica natural o alterada del espacio. Su rotura puede tener consecuencias de largo alcance sobre especies y actividades humanas en el interior de la bahía que cierra. Los Alfacs se han convertido durante los últimos años en uno de los principales y últimos reductos del Mediterráneo –junto con el mar Menor- donde todavía existe una notable población de nácares, según recuerda la investigadora del IRTA Patrícia Prados.

Amenazada desde 2016 por la aparición de un protozoo que la mata masivamente, el nácar ha prácticamente desaparecido a mar abierto pero se ha adaptado a las condiciones del agua de la bahía, donde el cierre y la baja salinidad mantienen a ralla el mortífero parásito. Sin embargo, la población de 90.000 individuos se ha reducido ahora a varios millares, después de que hayan muerto las situadas en la boca de entrada de los Alfacs, donde había la principal concentración de estos moluscos y donde las condiciones son más parecidas a las del mar.

Así pues, la intrusión de agua marina de forma continuada en el interior de la bahía a través del istmo roto puede resultar fatal para esta especie, según la investigadora. «Ahora mismo, por la situación de los nácares, vista su gran vulnerabilidad en el parásito, cuanto más tiempo esté abierta –la bahía- más riesgo que haya mortalidad. Sobre todo si la rotura se produce enla primavera y verano o a principios del otoño, cuando el agua está más caliente y el parásito está más activo», argumenta Prados, sorpresa de que uno de los argumentos del manifiesto ecologista defendiendo la no intervención en la barra sea, precisamente la conservación de los nácares.

«Como menos abierta esté, para los nácares mejor. En el caso de otras cuestiones y otras especies , supongo que no sería un problema que esté un tiempo abierta y se repusiera de forma natural. Pero el problema mayor que veo es el problema epidemiológico con el nácar: la enfermedad viene de fuera, subiría la salinidad y puede suponer su muerte», sentencia.

Implicaciones sociales y económicas

El parque natural del Delta del Ebro estudió las afectaciones ambientales de las actuaciones de Costes en el Trabucador para revertir los efectos del Gloria y acabó dando su visto bueno. «Si queremos mantener las condiciones más o menos igual tenemos que mantener el Trabucador cerrado. Pero eso no tiene por qué siempre ser así o que no pueda cambiar: los ecosistemas evolucionan en función de las condiciones que se encuentran. No sabemos si estará mejor o peor en un futuro. Sin embargo, ahora, para algunas especies lo más indicado sería indicado que la bahía mantenga las mismas características que hasta ahora», argumenta su director, Francesc Vidal.

Unas decisiones, según reconoce al mismo tiempo, que van también más allá de las estrictas consideraciones ambientales, tanto geomorfológicas como de las condiciones ambientales de los ecosistemas vinculados. «Las administraciones tienen que tener en cuenta las cuestiones sociales y económicas en esta complejidad que es el sistema del Delta: los cultivos marinos, el puerto de la Ràpita o cuestiones que hacen referencia la pesca se tienen que tener en cuenta», subraya.

Vidal sitúa la decisión de restaurar con arena la barra del Trabucador y cerrar la bahía como una «actuación de emergencia» con el objetivo de recuperar la dinámica propia del espacio. Entiende también que se trata de una solución temporal ante la actual falta de sedimentos y que, a largo plazo, tiene que pasar por «entender los procesos naturales», más allá de movimientos masivos de arenas. «Siempre hay que buscar soluciones para que la naturaleza trabaje a favor nuestro», concluye.

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