Cultura
Eufònic escenifica en los colmillos de Baltasar una década de diálogo con el paisaje del delta del Ebro
El festival de sonidos y artes visuales de vanguardia valla puertas domingo superando de nuevo las limitaciones de la pandemia
«Los sonidos que utilizamos parten del paisaje sonoro de estas tierras. Los extraigo, analizo y les paso por mi imaginación musical. Dialogan con el espacio y los devolvemos en el espacio. No es la misma sensación que tocar en un auditorio. El entorno, el aire, los pájaros se incorporan dentro de la obra y no molestan. No son ruidos. Ayudan en la obra, creo. Está como estar tocando en comunión con todos los elementos del paisaje sonoro y es perfecto por esta obra», reflexiona.
Unos maestros más allá, artistas como Elsa Paricio –que ha llevado sus piezas que registran cambios espaciales y temporales-, Atilio Doreste y Gerard Altaió, participantes también en las residencias artísticas, han podido presentar sus obras en un entorno único. Ha sido uno de los actos con los cuales Eufònic ha querido celebrar una década de vida, diez años de diálogo constante de las artes sonoras, visuales y las digitales performativas con el paisaje y la naturaleza de les Terres de l'Ebre. El vermú musical con Josep Xortó i The Congosound ha cerrado el cartel matinal de este último sábado.
Eufònic preserva y perservera en la idea de incluir en el cartel propuestas al aire libre y en espacio públicos, de pequeño formato y descentralizadas. «No tenemos ningún interés en hacer actividades en espacios interiores pensados como salas de conciertos. Nos parece más interesante hacer cosas para 50 personas. Y si hay una actividad al aire libre es porque se relaciona con el entorno: a veces porque se ha creado eso, por contraste con el lugar que lo acoge o se convierte en un espacio lúdico y que la gente se da cuenta de que está rodeado con los arrozales y eso que supone. Todo eso con una mezcla de públicos: a veces coinciden y a veces se van dividiendo», reflexiona el director de Eufònic, Vicent Fibla.
Resistir a la pandemia
Probablemente, aferrándose a estos principios, el certamen, que ha pasado de un puñado de propuestas iniciales además de cinquantes actos en el cartel durante este tiempo, ha conseguido también, este año, sobreponerse a las restricciones impuestas por la pandemia. El año pasado fue uno de los pocos que consiguieron mantenerse en la agenda cultura de festivales del verano. El reto, este 2021, todavía era mayor si se tiene en cuenta, que, por primera vez, Eufònic se ha despejado sus escenarios por las cuatro comarcas del Ebre y el vecino Baix Maestrat.
Es más complicado este año que en otras ocasiones. Y eso se nota mucho en un montaje, logística, producción o dinámicas todo», reconoce el director del certamen. Propuestas que se nutren de público local en muchos casos y otro que se tranvasa y se mueve. El festival, reflexiona, evoluciona y abre nuevos escenarios más que no paso aspira a ampliarse, apunta. La idea de la ruta de los artistas de las residencias, por ejemplo, ya arrancó la pasada edición.
De cara al futuro, Fibla no se atreve a prever la forma que puede tomar Eufònic en los próximos años. «Puede ir cambiando los tipos de propuestas: siempre hay música pero no es un festival de música; siempre hay instalaciones artísticas, no es un festival de arte; siempre hay propuestas al aire libre, tampoco es un festival de propuestas en el espacio público. Puede cambiar de varias formas en función de los aires que toman las cosas», ha cerrado.
El festival valla puertas este domingo al mediodía. Durante estos dos fines de semana –el programa de este segundo se inició el pasado jueves- han pasado por sus escenarios nombres como Joan Miquel Oliver y Space Afrika.