Las altas temperaturas del agua matan a los mejillones del Delta del Ebro
Se han perdido 150.000 kilos este año y un millón de crías aproximadamente de la próxima temporada
Las altas temperaturas del agua del Mediterráneo registradas este verano han causado la pérdida de más 150.000 kilos de mejillones de temporada y la mortalidad de alrededor de un millón de las crías para el año próximo en el Delta del Ebro.
El gerente de los productores de la zona, Gerard Bonet, ha explicado a Efe que la situación es tal que obligará la temporada próxima a traer ejemplares de Grecia e Italia, con el consiguiente encarecimiento del producto.
Los mejilloneros de la zona llevan semanas recogiendo material inerte del agua y las bateas, limpiando y tirando los retos de lo que no solo simboliza la muerte de la cría actual, sino también la futura.
Impotente, tras mostrar cómo ninguna de las cáscaras recogidas esconde rastro alguno de carne en su interior, Bonet se queja que «ya hace años que se notan los efectos del cambio climático», aunque este verano de 2022 ha marcado un antes y un después, con «una temperatura del agua del mar de más de 28 grados en julio e incluso 30 en agosto».
«El problema no es llegar a temperaturas altas un día o dos, sino que se mantengan tanto tiempo», explica el mejillonero, quien recuerda que un mar de más de 27 grados ya se considera mar tropical.
El 20 de julio encontraron que toda la producción estaba flotando muerta, ya que la temperatura del mar no era la óptima para el cultivo.
«Hace tiempo que íbamos afrontando la situación cambiante y nos intentamos adaptar reduciendo la temporada o produciendo menos cantidad, pero el mejillón solo puede retirarse y venderse si está lleno de carne. Los mejillones tienen un tiempo de vida limitado», cuenta.
Ante esta situación, piden medidas como la aportación de agua dulce en las bahías. «Ya se está haciendo, pero se podría hacer más», reivindica.
Asimismo, reclaman a la administración, como media paliativa, el dragado de la bocana de El Fangar, en el Delta del Ebro.
«Solo así podemos adaptarnos y mitigar los efectos del cambio climático», ha dicho.
Cada año, en el Delta se producen entre 3 y 3,5 millones de kilos de mejillones en el Delta, y dado que se han perdido 150.000 kilos este año y un millón de crías aproximadamente de la próxima temporada, Bonet cuantifica las pérdidas en entre 1 y 1,5 millones de euros en total.
La producción de mejillones del Delta se divide en dos bahías: la de Els Alfacs, con 90 bateas, y de El Fangar, con 74, y se calcula que en total, el mejillón da 400 empleos directos y unos 800 indirectos en la zona.
Los mejillones que crecen en el Delta del Ebro son de una especie en concreto llamada «Mytilus galloprovincialis», característica de la zona porque, paradójicamente, es la que mejor se ha adaptado históricamente a las aguas del mar Mediterráneo.
Los mejillones crecen durante todo el año, alcanzando su tamaño optimo entre los meses de junio y julio, en condiciones de temperatura del agua más favorables.
Los productores explican que los mejillones son claves para el ecosistema del Delta del Ebro no solo por la labor que realizan filtrando las agua de los humedales para absorber sus nutrientes, sino porque sirven de alimento para numerosas especie de aves acuáticas, que este año y el que viene, como mínimo, también se van a ver afectadas.
A mediados de este mes de agosto, la temperatura del mar batió récords, según los datos arrojados por el satélite europeo de vigilancia Copernicus, con seis grados de aumento de media por encima de la temperatura habitual, hasta rondar los 29-30 grados.
Las boyas medidoras repartidas por Puertos del Estado a lo largo de la costa española también han alcanzado cotas nunca vistas: la ubicada en Cabo de Gata (Almería), por ejemplo, registró 27,93º el día 25 de julio a las cinco de la tarde.
Los expertos llevan años advirtiendo de la vulnerabilidad del Mediterráneo ante el cambio climático y desde Copernicus ya hablan de «tropicalización del Mediterráneo» debido a un aumento en la temperatura del agua que ya causa efectos concretos sobre la flora, la fauna y la climatología.