Diari Més

Aguaceros 2021

Les Cases d'Alcanar recuperan el pulso de los aguaceros de hace un año

Los afectados siguen esperando las ayudas estatales

Cristina Cucuruzn indica dónde fueron a parar las sillas y mesas de su terraza.

Les Cases d'Alcanar recuperan el pulso de los aguaceros de hace un añoACN

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Todo el mundo vive pendiente del cielo en las Cases d'Alcanar. Sea mirándolo directamente o a través de aplicaciones del móvil. La tormenta que hace justo un año dejó un paisaje de desolación en el núcleo marinero ha quedado permanentemente grabada en la memoria vital de los ebrenses. Aquel 1 de septiembre, una tromba de agua inundó las calles y lo acarreó todo a su paso. Doce meses después, el pueblo ha recuperado su fisonomía habitual. Los destrozos en calles, casas y negocios se han reparado. Los restaurantes del paseo marítimo han vuelto a hervir de clientes este verano. La solidaridad vecinal y la actuación del Ayuntamiento han resultado cruciales. Y, mientras tanto, las anunciadas ayudas estatales por la declaración de zona catastrófica siguen sin llegar.

Mario Garriga, pescador de les Cases, estaba aquella mañana trabajando en su almacén de la calle Churruca, a sólo unos metros de su domicilio. Cuando se dio cuenta de la intensidad de la tormenta volvió a casa. Allí intentó sacar la poca agua que entonces todavía entraba por debajo de la puerta con una fregadora.

«Pero iba a más y fui a buscar toallas. En aquel momento vi que el agua subía como si llenas un vaso de agua. Cuándo me pasaron dos coches flotando a un metro y medio por delante de la puerta me dije: 'Mario, de aquí te tienes que ir que te harás daño' y me fui arriba a la buhardilla», recuerda. La casa se acabó llenando de agua y barro en cuestión de segundos. «Suerte que no estaba mi madre en casa o ya no estaría con nosotros», añade, con cierto alivio.

En la calle, en la fachada de al lado, una mancha en la pared a dos metros de altura del suelo testimonia el impacto de una de las diversas decenas de coches arrastrados por la barrancada -algunos llegaron al mar. Desde entonces, reconoce, se inquieta cada vez que tiene noticias de alguna tormenta que se acerca. «Más que nada nervios, porque eso de por vida no se olvida», reconoce.

Las previsiones de mal tiempo de los servicios meteorológicos, que durante estos últimos días han predicho episodios de lluvia intensos, también inquietan a Cristina Cucuruzn. «Era como una película. Lo miras, lo ves y dices: no puede ser verdad. Pero nos pasó a nosotros. Ahora llevan|traen dos días avisando de que habrá tormentas y que hará mucho calor y pienso... ¿qué pasará? –refiriéndose a este jueves a que se cumple el primer aniversario-», confesa.

Justo la mañana de hace un año, y viendo el mal tiempo, decidió no abrir su restaurante, La Mar del paseo Marítimo de les Cases. Por la tarde, después de que hubiera diluviado 230 litros por metro cuadrado en el municipio –se estiman más de 500 los que habrían caído arriba en la sierra del Montsià-, desbordando barrancos y calles del núcleo, intentó llegar a su establecimiento abriéndose paso por el agua. No sin esfuerzo, por la acumulación de barro, consiguió abrir la puerta y ver su restaurante inundado. A fuera, la barrancada se había llevado la práctica totalidad de las mesas y las sillas de la terraza al fondo del puerto.

Este verano, Cucuruzn ha podido abrir su restaurante y reconoce que el nivel de actividad ha sido bastante bueno, casi similar a las temporadas previas de la pandemia. La pintura bufada en algún tramo de pared es de los pocos signos visibles que quedan del desastre en el interior del local. Han podido cubrir gastos con el seguro y destaca el apoyo del Ayuntamiento. Incluso, reconoce la propietaria, los restauradores del paseo marítimo pudieron recuperar algunas mesas y sillas del fondo del puerto con el dragado posterior.

Movilización vecinal y solidaria

«La verdad es que tuvimos mucha ayuda de todas partes. Muchas personas vinieron de los pueblos próximos. De todas partes. Mucha gente nos ayudó a sacar el barro, además de los bomberos y todo eso», explica. Una oleada de solidaridad que, en una sociedad que tiende muy a menudo hacia el individualismo, la sorprendió positivamente. «No pensaba que fuera posible eso actualmente. La gente hace su vida. Pero aquí fue solidaridad 100%», concluye. Los mismos vecinos crearon también la entidad Mon Sortirem, con el objetivo de buscar recursos y ayudar directamente a las personas afectadas.

La casa de Mario quedó literalmente destripada por una ola de agua y barro. La ayuda de familiares, amigos y voluntarios venidos de todas las Terres de l'Ebre y Cataluña les permitió parar el golpe de la primera limpieza de emergencia. «Recuerdo a un hombre de Arenys de Mar, no muy alto pero un poco reforzado, con bigote, que debió tener unos 80 años y ¡quería levantar una lavadora a solas! La gente se portó muy bien. Tuvimos que echar gente de casa porque no cabíamos», recuerda.

Él no tenía la casa asegurada y, junto con sus dos hermanos, acordaron restaurar la planta baja habitada desde el principio. Sólo hace dos meses que él y su madre vuelven a vivir allí. Decidieron posponer la contratación de profesionales para permitir que varios vecinos y pequeños empresarios que habían perdido su vivienda principal o sus negocios pudieran recuperarlos de forma más rápida.

«Vimos que no era nuestro momento de arreglar la casa y había prioridades de gente con restaurantes y que no tenía casa», relata Garriga. Ellos, apunta, tenían la suerte de disponer en el pueblo de una otra pequeña vivienda que no resultó afectada y donde se pudieron trasladar. Tiempo después decidieron asegurar la casa afectada y, como la mayoría de vecinos de la calle, ha instalado unas guías para encajonar un panel de madera delante de la puerta principal para amortiguar la entrada de agua en casa en caso de un nuevo episodio de fuertes lluvias.

La factura de la recuperación, según resume el alcalde de Alcanar, Joan Roig, tiene un importante componente emocional. «Vivimos literalmente mirando al cielo, preocupados por la lluvia. Nos sentimos vulnerables. Y eso no quiere decir vulnerabilidad o derrota. Temporalmente, por unos aguaceros sobrevenidos, insólitos, muy intensos, salimos de la zona de confort: nuestro centro de protección era nuestra casa y nuestro pueblo. Aquellos aguaceros hicieron que nos sintieramos inseguros en nuestra casa: genera mucha angustia y mucho temor», reflexiona Roig. El temporal abrió también el debate sobre el modelo urbanístico litoral y las construcciones cerca de cursos fluviales o barrancos.

En la retina de los vecindario, pero quedan las imágenes de los destrozos materiales de magnitud tanto en les Cases, Alcanar Platja como en el mismo núcleo de Alcanar: desde los domicilios inundados de agua y barro, las decenas de coches arrastrados y destrozados o el mismo boquete que cortaba el acceso al paseo marítimo.

Ni un euro de la zona catastrófica

Hacer frente, exigía movilizar inmediatamente recursos materiales y económicos por parte de las administraciones. La declaración de zona afectada gravemente por una emergencia de protección civil –la conocida anteriormente como zona catastrófica- aprobada por el gobierno español tres semanas después del episodio tenía que garantizar buena parte de estas aportaciones. Un año después, sin embargo, en el municipio todavía no ha llegado ni un euro del Estado.

Una situación desesperante para el gobierno municipal, que ha tenido que cargar casi en exclusiva con las inversiones para reparar los destrozos: un importe que cifran en más de 3 millones de euros, sumando la inversión ya efectuada y la pendiente para hacer frente a las necesidades más urgentes en materia de infraestructuras viarias o de servicios básicos. De momento, calculan haber ejecutado ya un 70% de las actuaciones, especialmente en el núcleo urbano.

«Las ayudas por zona catastrófica son viciadas, no ayudan. Tendrían que llegar pronto y con la cantidad de dinero que necesita en municipio. Ni una cosa ni la otra: a un año de los aguaceros hemos recibido cero euros. No hay recursos supramunicipales vinculados a la zona catastrófica», reprocha Roig. Todo, asegura, responde a un «nihilismo institucional» que niega la realidad vivida por los vecinos.

Reclama el alcalde al gobierno español una reforma de este mecanismo que resulta inoperativo y penaliza municipios pequeños como Alcanar, con un reducido margen financiero. Y es que llueve sobre mojado en el municipio y el consistorio no es optimista al respecto. Especialmente después de que las ayudas para reparar los caminos rurales afectados por otro temporal en el 2018, que también recibió la consideración de zona catastrófica, llegaron el año pasado y sólo un 10% de los 8 millones solicitados inicialmente. Roig ya ha adelantado que el municipio se tendrá que endeudar por encima de los límites autorizados y tendrá que posponer la ejecución de equipamientos programados.

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