Sociedad
Arnes pone cámaras de vigilancia y sanciona el mal uso de la estación de transferencias
El Consorcio de Residuos lucha contra «el mal hábito» de tirar voluminosos y rechazo fuera del centro de reciclaje comarcal
El Ayuntamiento de Arnes, en la Terra Alta, ha instalado cámaras de seguridad en la estación de transferencias municipal para acabar con las malas prácticas que se producían. Desde el verano se sanciona los comportamientos no permitidos que captan las cámaras y han puesto cinco multas. Personas de otros municipios vertían basura. Decidieron cerrar las puertas de la instalación y les tiraban basura por encima de la valla o la dejaban en la puerta. El cierre de las estaciones de transferencias se ha hecho en todos los pueblos de la comarca y el Consorcio de Residuos ha activado un centro de reciclaje móvil para los voluminosos. Desde el organismo se hace pedagogía para acabar con «el mal hábito» de utilizar las estaciones de transferencias como centro de reciclaje.
La estación de transferencias de Arnes está situada cerca de la carrereta T-333, a unos tres kilómetros del pueblo. Esta es una vía de paso entre el sur de la Terra Alta y el Matarraña y el consistorio detectó que muchas personas que no eran del pueblo, y lo eran de los pueblos vecinos, hacían uso. Se decidió cerrar la puerta y que a la estación de transferencias de Arnes sólo pudieran ir los ciudadanos del municipio, con permiso y registro de usos en el ayuntamiento. A la estación de transferencias se pueden llevar residuos que «se hacen en casa»: envases, rechazo, cartones, cristales, resta, e incluso voluminosos domiciliarios.
El cierre de las instalaciones y el acceso restringido al permiso del Ayuntamiento comportó que muchos usuarios vertieran las bolsas lanzándolas por encima de la valla, la rompieran para acceder dentro, o dejaran la basura fuera de las instalaciones, dispersión en una zona natural junto al río Estrets y del paraje de baño, muy popular en verano, conocido como el Toll de Valero.
Todavía quedan restos visibles, a pesar de la limpieza que se ha hecho, del impacto de aquellos vertidos ilegales e incontrolados. «Que el entorno estuviera lleno de suciedad nos hizo tomar la decisión. Eso es un lugar de paso y la gente paraba aquí y dejaba la basura», ha lamentado el alcalde de Arnes, Joaquim Miralles. «Era un desastre como estaba y todavía quedan restos que tenemos que acabar de limpiar, pero por el sitio donde está tenemos que conseguir que sea una zona limpia. Si la estación de transferencias está cerrada, la basura tiene que estar donde tiene que estar», ha insistido el alcalde.
A principios de año instalaron cámaras de vigilancia y aprobaron una normativa sancionadora para intentar acabar con unos comportamientos que no frenó ni el cierre de las instalaciones ni el control de acceso. Los primeros meses del año se hicieron advertencias a los usuarios que las cámaras engancharon dejando residuos en la puerta o lanzándolos por encima de la valla. Desde julio se ha aplicado la nueva normativa sancionadora. «Hemos puesto cinco multas – a gente que no es de Arnes- de 500 euros o más. Nuestra intención no es esta, pero es la única manera que la gente coja conciencia. Si no es del pueblo, no puede venir aquí a tirar basura», ha defendido Miralles.
La instalación de las cámaras y las repetidas reparaciones en la valla rota han costado más de 5.000 euros a las arcas municipales de Arnes. Este verano pasado también se produjo un incendio en el montón de basura que se había acumulado en el espacio que queda entre los compartimentos de la basura y la puerta de entrada, donde la gente tira las bolsas por encima de la valla. El fuego afectó, justamente, a una de las cámaras de seguridad.
El alcalde de Arnes no descarta que el hecho de que en las estaciones de transferencias del resto de municipios vecinos también se hayan cerrado puertas y se haya restringido el acceso, haya agravado la situación de la instalación arnerola.
Reducir volúmenes en las estaciones municipales
Pero las estaciones de transferencias municipales de los pueblos de la Terra Alta, como recuerda Núria Morera, técnica de Medio Ambiente del Consorcio de Residuos, no son centros de reciclaje. Se concibieron para acumular los residuos del sistema puerta a puerta (rechazo, orgánica, papel y cartón y cristal). En algunos casos se permitía tirar voluminosos o maderas de generación domiciliaria. Con el tiempo estos acopes se habían incrementado y «desbordado» y el Consorcio se tenía que encargar de limpiar el espacio y resolver la gestión de todos estos volúmenes.
Además de la cantidad, la basura acababa lanzada en el suelo, sobre todo residuos que no procedentes «sólo de las casas particulares», sino que también los tiraban las empresas. «Como se ha hecho este mal hábito», Morera remarca que la gente «concibe» las estaciones de transferencias como si fueran pequeños centros de reciclaje municipales y la situación se tiene que «revertir».
La técnica de Medio Ambiente insta a los consistorios a que «animen a los ciudadanos» a hacer uso del centro de reciclaje comarcal. «Las estaciones de transferencias, a la larga, tienen que ocupar el menor espacio posible. Se tiene que dejar de ir a verter voluminosos y maderas», ha reivindicado Morera.
Centro de reciclaje comarcal y móvil
En la Terra Alta, desde diciembre del año pasado está abierto el nuevo centro de reciclaje comarcal en Gandesa. El nuevo contrato de la basura del Consorcio de la Terra Alta, la Ribera d'Ebre y el Priorat permite que los 46 pueblos que forman parte tengan recogida de basura puerta a puerta y un centro de reciclaje comunitario –hay en Gandesa, Móra d'Ebre, Flix y Falset.
Estas instalaciones cuentan con contenedores para diferentes fracciones, un cobertizo para materiales peligrosos, voluminosos y similares, así como un compactador de residuos. «Es el espacio donde llevar los residuos que no se recogen en la recogida domiciliaria, para que sean tratados y gestionados de forma correcta y de acuerdo con la normativa», ha recordado el hasta ahora director del Consorcio, Josep Maria Sáez.
Desde el 1 de septiembre se ha puesto en marcha también el servicio de centro de reciclaje móvil en la Terra Alta. El Consorcio tiene tres unidades que visitan, uno o dos días al mes, cada pueblo y acercan el servicio que ofrece el centro de reciclaje de Gandesa, «para hacerlo fácil». Se puede llevar pilas, fluorescentes, bombillas, aceites usados de cocina, cosméticos, medicamentos y un largo etcétera.
Asesoramiento a las empresas
La recogida puerta a puerta y las estaciones de transferencias es un servicio para los residuos urbanos de la ciudadanía. Desde el Consorcio remarcan que la basura fruto de la actividad económica, industrial o comercial, tiene que ser gestionada por gestores autorizados, según la normativa. Aún así, ofrecen acompañamiento a las empresas para que sepan como hacerlo correctamente.
Morera ha dicho que hay que fomentar la recogida «ordenada de los volúmenes» para que dejen de ir al suelo. La técnica apunta que como los vertidos se hacían de manera anónima, el Ayuntamiento se tenía que encargar de recogerlo y gestionarlo, «pero este anonimato se tiene que acabar y que cada uno se haga responsable de la basura que genera», ha añadido.
Sistema más sostenible
No es el caso de la Terra Alta, pero Sáez reconoce que el sistema puerta a puerta ha sido un cambio de hábitos para algunos de los pueblos donde todavía no se hacía. «La ciudadanía percibe rápidamente los beneficios», ha asegurado. «Si ha aparecido una mínima reticencia, una vez implementado el servicio la ciudadanía la ha percibido de manera satisfactoria porque les recogen la basura en la puerta de casa, se hace cada día con calendarios establecidos, y sobre todo porque en términos de sostenibilidad se aumenta la recogida selectiva», ha detallado. De hecho, el hasta ahora director del Consorcio ha recordado que con este sistema el porcentaje de recogida selectiva se multiplica (del 30% hasta el 70% o 80%) mientras que el resto se reduce drásticamente (del 80% hasta el 30% o el 20%).