Exposición
Albert Hernández transforma en una muestra la naturaleza «viva» del Delta arrastrada por los temporales
'Troncs de mar' acoge restos de árboles recogidos de las playas durante tres décadas
Durante más de tres décadas ha ido recogiendo troncos de las playas del Delta del Ebro para darles vida y sentido. Son grandes fragmentos de árboles arrastrados por los temporales que, más allá de la apariencia de naturaleza muerta, el creador ebrense Albert Hernàndez ha transformado para representar la mirada por sorpresa que todavía genera este amenazado espacio natural. La muestra Troncs de mar , que se puede ver en el Museo del Ebro de Tortosa hasta el 29 de enero, quiere también traspasar también las fronteras visuales e invita al visitante a tocar con sus manos las piezas. Es el resultado de un cuidadoso trabajo de transformación de unas «joyas», de unos elementos «vivos» y «puros», a partir de la aplicación de materiales con carga simbólica como el pan de oro o el blavet.
El particular homenaje de Hernàndez al Delta del Ebro, a su dinamismo vital, toma como gran metáfora los troncos que los temporales arrastran de forma recurrente hasta la arena costera. En su caso concreto, los once que forman la exposición provienen de las playas de la Marquesa, Riumar y el Garxal, en el hemidelta norte.
El creador ebrense manifiesta sentir «atracción» y, al mismo tiempo, «sorpresa» ante unos hallazgos que, a menudo, pueden acabar desapareciendo enterrados en cuestión de poco tiempo. En su taller de l'Aldea las trabajó para dar forma al conjunto expositivo. En algunos, casos, apunta, ha intervenido muy poco, para destacar el componente natural. En otros casos, los ha manipulado a partir de las formas que le sugieren con el ánimo de convertirlos en «joyas o tesoros».
Organizada espacialmente a partir del punto central que ocupa el tronco que ha bautizado como Aire, un homenaje al viento de arriba que sopla en el territorio, Hernàndez presenta varios conjuntos de piezas. Los voladors, por ejemplo: «piezas que vuelan, casi suspendidas en el aire» apunta. Son tres troncos de entre 1 y 1,5 metros de longitud que ha limado y aseado con cera para que puedan ser tocadas sin encontrar astillas ni impurezas. Les ha acabado aplicando pan de oro de 22 quilates y también blavet, como representación de la pureza y el color del mediterráneo.
La experiencia del tacto
El tacto, de hecho, es una parte central de la propuesta de Troncs de mar, una experiencia que quiere convertirse en multisensorial, según su autor. «El primer paso es la vista, que es lo que hago cuando veo el tronco en la playa. Lo que busco y, sinceramente, creo que he conseguido, es que ver estas piezas dan ganas de tocarlas: produzco cosas que despierten la voluntad de ir a tocar», apunta. Busca sensaciones con el materiales que añade, la «sorpresa» que genera el tacto de un elemento poco habitual en la vida cotidiana.
Al otro lado de la sala, el conjunto Presència: tres troncos verticales de entre 1,6 y 1,9 metros de altura. En este caso, la intervención sobre ellos ha sido mínima, con voluntad de destacar el volumen y la forma originales. Únicamente, apunta Hernàndez, ha «purificado» la pieza para hacerla más agradable al tacto, sin alterar una forma que «promueve que no se mueva pero al mismo tiempo tenga vida» e interactúan con las diferentes formas de los soportes de forja. En la parte posterior, tres «cabezas», troncos que sugieren las formas de los bustos escultóricos de la Grecia clásica montados sobre pedestales de forja con diferentes volúmenes y forma de prisma.
El 'Ulisses' que vuelve al Delta
Corona la muestra, en el fondo, Ulisses, un tronco de 1,5 metros de altura suspendido que recuerda la forma de un torso. «Quizás es Ulisses que ha llegado después de un temporal en la costa del Delta del Ebro», aventura. En la pared del fondo, una pantalla no deja de proyectar imágenes y no emitir sonidos de las olas que rompen en la playa de la Marquesa. El creador ha situado dos monitores dentro de la sala más con imágenes fotográficas en bucle de los troncos en su paisaje.
Así, el homenaje al Delta de Troncs de mar representa una «mirada diferente, por sorpresa ante una cosa que es difícil de encontrar, un espacio donde todavía te sorprendes por el paisaje y por lo que encuentras». Un significado, asegura, que resulta perfectamente extrapolable a todo el entorno deltaico. «Es uno de los lugares donde más se nota que es un espacio vivo, por el paisaje, pero también por la forma de vivir y trabajar. Es un espacio vivo de relación», apunta.
De hecho, Hernàndez reivindica su proyecto artístico como una muestra de «naturaleza viva», en contraposición con las representaciones tradicionales de naturalezas muertas. «Dicen que un tronco ha muerto y no es así. Muere cuando se descompone y forma parte de la arena o la tierra. Hasta entonces, está vivo. Yo no vuelvo a la vida sino que recupero la vida de los troncos desde parte estética y de creación», cierra.
La muestra se puede ver hasta el próximo 29 de enero en el Museo del Ebro de Tortosa: sábados, de las once de la mañana a las dos del mediodía y de las cinco de la tarde a las ocho de la noche; domingos, de las once a las dos.