Escapadas
Miravet, centinela sobre el Ebro
Este pueblo de la Ribera de Ebro es conocido, sobre todo, por su castillo templario y por su pasado, que ha dejado huella en el paisaje
La mejor perspectiva del pueblo de Miravet –y, por descontado, para hacer una fotografía digna de publicar– se tiene desde el embarcadero de lo pasde barca. Desde este punto, junto al agua, el visitante tiene una perspectiva que engloba todo aquello que es el pueblo: una aldea que parece descolgarse abajo por la colina, con una iglesia singular por su arquitectura y dimensiones, y al fin y al cabo coronada con un castillo de apariencia claramente inexpugnable.
Desde este punto, y antes de subir hacia la Cap de la Villa, vale la pena detenerse a contemplar el mismo paso de barca, si es que coincide en que la embarcación se encuentra en la orilla miravetana. Esta nave es la única que queda en el Ebro funcionando por la fuerza del agua. La embarcación la forman dos laúdes unidos por una plataforma con capacidad para transportar hasta seis toneladas de peso. Y, aunque pueda parecer una atracción turística, no lo es: gracias a ella, los coches se ahorran hasta veinte kilómetros de carretera. Que la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta es una evidencia que se sabía ya en el siglo XII, cuando aparece documentado este transporte.
La visita a Miravet hace subida, porque el destino final de viajero es el castillo templario que se alza en lo alto de la villa, dominando el curso del río y el territorio de los alrededores. Aunque se puede llegar en coche, vale la pena y hacer el trayecto caminante, porque de esta manera se pasa por rincones comolo Salt , desde donde se tiene una perspectiva excepcional sobre el meandro de Tamarigar, llamado así porque cuenta con una de las extensiones de tamariscos mayores de Cataluña. Un poco más arriba, en el patio de la EsglésiaVella, hay otro mirador, el de la Sanaqueta, con vistas también excepcionales sobre el Ebro. La EsglésiaVella es un templo monumental construido donde antiguamente había la mezquita, porque Miravet es de origen musulmán. Después de la conquista de estas tierras por parte de Ramon Berenguer, el año 1153, el pueblo y el castillo que los primeros habitantes habían levantado fueron entregados a la orden del Templo, que les convirtieron en su posesión más preciada en la corona de Aragón. Los caballeros de la cruz y la espada vivieron una época de gran esplendor hasta que la orden fue acusada de herejía y traición. El castillo de Miravet fue la última bastión donde resistieron hasta que se acabaron rindiendo, al cabo de un año de asedio. El Castillo es ahora un testigo vivode toda aquella época, que si bien ha sido reformado y reconstruido, mantiene todavía buena parte de la estructura templera. Se pueden visitar los patios y estancias como el refectorio, las caballerizas o la iglesia románica.
La belleza de Miravet atrajo al pintor barcelonés Joaquim Mir, que pintó el pueblo en cerca de cuarenta trabajos, y el cual también aparece referenciado por todo el pueblo.