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Desmantelamiento diez años después de los terremotos que hicieron cerrar el proyecto Castor

La Plataforma del Sénia y el Ayuntamiento de Alcanar reclaman que se revoquen las servidumbres que afectan fincas de cultivo

Hito del gasoducto terrestre del proyecto Castor entre la planta de operaciones y la costa, en el término de Vinaròs, en medio de un campo de cítricos.

Desmantelamiento diez años después de los terremotos que hicieron cerrar el proyecto CastorACN

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Una década después de que el gobierno español decidiera cerrar el proyecto Castor la estructura de la plataforma marina sigue rompiendo el horizonte desde la costa de la Sénia. Pendiente desde antes de la pandemia, el gobierno español y Enagás todavía no han iniciado, todavía, el sellado definitivo de los pozos previo al futuro desmantelamiento. Desde su clausura, el mantenimiento de las instalaciones ha costado cerca de 100 millones de euros. Mientras tanto, los campesinos por donde transcurre el gasoducto soterrado que tenía que conectar el almacén de gas submarino vuelven a plantar árboles en los terrenos del trazado. La Plataforma Ciudadana en Defensa de las Tierras del Sénia y el Ayuntamiento de Alcanar siguen luchando para que se revoquen las servidumbres.

El 26 de septiembre de 2013, justo hace diez años, el Ministerio de Industria ordenaba a la empresa concesionaria Escal UGS que paralizara cualquier actividad de inyección de gas en las instalaciones del Castor después de provocar, dos días antes, un terremoto de 3,6 grados en la escala de Richter. Era el principio del final del cuestionado almacén de gas submarino, que llegó a desencadenar todavía temblores de hasta 4,2 grados cinco días después. Sólo llegó a funcionar en fase de pruebas inyectando 115 de los 1.900 millones de metros cúbicos de gas previstos.

Desde entonces, la controversia no ha dejado de acompañar el proceso de cierre y las diversas decisiones políticas, administrativas y judiciales que se han tomado al respecto. La primera y más chalada, un real decreto del semillas del gobierno del PP indemnizando con 1.350 millones de euros al grupo ACS de Florentino Pérez, después de renunciar a la concesión. Les posteriores sentencias judiciales del Constitucional y el Supremo anularon el mecanismo de pago a cargo de la factura del gas, que ha acabado asumiendo el Estado principalmente a través de deuda pública. La semana pasada, varios medios se hacían eco de la sentencia de la Audiencia Nacional que obliga ACS a devolver 210 millones de euros de la retribución financiera derivada del mecanismo de compensación de este decreto.

Les decisiones sobre las responsabilidades ambientales y técnicas del fiasco también han traído cola. Más allá que el ministro de Industria del PP, Álvaro Nadal, reconociera sin ambages en el Congreso que un «error de diseño» se encontraba en el origen de los problemas, la Audiencia de Castellón acabó exculpando por delito contra el medio ambiente y prevaricación ambiental a dos dirigentes de la empresa concesionaria, que entró en concurso de acreedores en el 2019. El mismo año, el gobierno español anunciaba que cerraría definitivamente y desmantelaría las instalaciones.

Y a pesar de todo eso, diez años después del episodio sísmico y la clausura provisional los campesinos propietarios de terrenos por donde transcurren gasoductos del proyecto se encuentran todavía sometidos a las limitaciones que imponen las servidumbres por su paso: una franja de algunos metros a lo largo de 20 kilómetros entre la red general de transporte y la costa con limitación de cultivos. Es una de las cuentas pendientes en el territorio, al lado del retorno de los recursos públicos y el desmantelamiento definitivo de las instalaciones, según recuerda la Plataforma del Sénia.

Caso relativo a las servidumbres

«Queremos que desaparezcan», ha remarcado el portavoz de la entidad, Evelio Monfort. Una visita rápida al trazado terrestre del gasoducto revela que, después de diez años, muchos de los agricultores afectados ya no hacen caso de la servidumbre. Tocando los hitos que marcan en la superficie el paso de la conducción soterrada se ven mandarineros y naranjos plantados. «Está claro que no han hecho mucho caso. A la gente no le importar tener la servidumbre porque el uso lo están haciendo. Pero no tenemos por qué tenerla poruna cosa que no funcionará nunca», ha subrayado.

El Ayuntamiento de Alcanar se suma también a esta reclamación. «Una vez sabemos que el Castor es un proyecto fallido y que la cañería no tiene ningún uso hace falta volver a revertir las servidumbres de los campesinos y recuperar su cosecha, no sólo sobre la cañería, sino al perímetro a derecha e izquierda», ha asegurado el alcalde, Joan Roig. Aunque el trazado recurre el límite del término por la bandade Vinaròs, una gran parte de los propietarios son del municipio.

De hecho, las decisiones administrativas y judiciales que enterraron el proyecto dejan en evidencia, nuevamente, la incongruencia con la realidad sobre el terreno. El caso más flagrante es el del tramo de cerca de doce kilómetros de gasoducto que conecta el gasoducto y la planta terrestre: fue anulado por una sentencia confirmada por el Tribunal Supremo el año 2015 que condenaba el Estado por haber autorizado su construcción fragmentando el proyecto y ahorrándose la preceptiva declaración de impacto ambiental. Así las cosas, sin uso actual ni previsto, encañonadas -y servidumbres- siguen sin moverse.

Una década después del episodio sísmico, también la carpeta del desmantelamiento definitivo de las instalaciones sigue inexplicablemente abierta y sin ninguna previsión clara. Monfort recuerda la losa económica que supone la hibernación encargada a Enagás y que ha costado unos 96 millones de euros hasta este momento. «Lo tenemos aquí todo muerto, esperando a ver qué pasa, de que puedan los precios, se encarezca un poco más, que seguimos pagando Enagás porel mantenimiento, que tenemos un peligro que tenemos en el mar», resume Monfort.

Sin fecha para el cierre de los pozos

Cuandola vida útil de los sellos provisionales de los pozos submarinos instalados en el 2016 había ya vencido hacía tiempo y había que renovarlos, el gobierno español del PSOE anunció que se cerrarían definitivamente como paso previo a su desmantelamiento. Pero después de tres años de tramitación, y con la luz verde del estudio de impacto ambiental desde marzo pasado, la obra todavía no tiene fecha concreta. Todavía menos la retirada de la plataforma.

Si bien de forma esporádica aparecen iniciativas parlamentarias iniciativas exigiendo estas acciones, la angustia que se vivió en la calle durante aquellos días de movimientos sísmicos a finales de septiembre y principios de octubre ya queda lejos. Después del sentencia exculpatoria de la Audiencia de Castellón, la asociación de afectados Aplaca decidió no recurrir por la vía civil y se acabó disolviendo.

«Aunque la batería reivindicativa se ha ido apagando poco a poco y ahora, mediáticamente, el caso no tiene el espacio que merecería, el Ayuntamiento, de la mano de la Plataforma, seguimos haciendo las reivindicaciones pertinentes. Hacemos el seguimiento al Ministerio pidiendo un calendario, que todavía no lo hemos conseguido, para que nos digan cuandoy comose hará el desmantelamiento. También para saber qué repercusiones puede tener: que nos hagan un estudio de peligrosidad sísmica y qué consecuencias puede tener para el ecosistema marítimo», defensa Roig, comprometido a seguir presionando hasta que se acaben desmantelando las plantas marina y terrestre.

Desde la Plataforma, Monfort confía en que, tarde o temprano, este desmantelamiento se acabará produciendo y, asegura, será «una victoria de la gente del Sénia, de la que a su día se quejó y dijo 'ya tenemos suficiente, no queremos eso'». «Eso es nuestra victoria: que se reconozca que con lo que dijimos a su día nosotros y la gente que nos daba apoyo teníamos razón», ha cerrado.

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