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Agricultura

Los drones aterrizan en los campos de olivos de las Terres de l'Ebre ofreciendo mayor eficiencia y ahorro de tiempo

La mejora tecnológica y la flexibilización de la normativa permite las empresas prestar sus servicios a los oleicultores

El dron ruixant les oliveres d'una finca de Santa Bàrbara

El dron rociando los olivos de una finca de Santa BàrbaraACN

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Los drones ya sobrevuelan también los campos de olivos del interior de las Terres de l'Ebre. Les mejoras tecnológicas y los cambios normativos recientes hacen posible aplicar esta tecnología para tratamientos fitosanitarios, tareas de abono, mapeos u otras actividades que, hasta este momento, se tenían que hacer pisando el terreno.

Empresas como Persual Drone disponen de parcelas experimentales donde organizan demostraciones de vuelo prácticas para los agricultores. Argumentan que el uso de drones, en el caso de los tratamientos contra enfermedades propias del olivo, permite ganar tiempo a los campesinos, son más eficientes y ayudan a ahorrar recursos como agua, energía o los mismos productos fitosanitarios que se aplican.

Desplegados desde hace unos años en cultivos como cereales y horticultura, el uso de drones en cultivos arborizados seguía pendiente de encajar en un cultivo milenario y, tradicionalmente, muy poco proclive a la innovación tecnológica. Durante los últimos meses, sin embargo, el salto evolutivo en el diseño de los aparatos ha resultado clave para que empresas como Persual Drone, con sede en Camarles (Baix Ebre), se acabaran decidiendo a dar el paso y apostar por ofrecer sus servicios también a los profesionales de este sector.

Ha estado este año, precisamente, según apunta el director operativo de la empresa, Alexis Ripoll, cuando han aparecido al mercado drones «más preparados» para trabajar sobre cultivos con «altas masas foliares», como las de los olivos y los cítricos propios de las Terres de l'Ebre. Posiblemente por efecto de este desarrollo técnico, la normativa también ha evolucionado a partir de este verano.

La rigidez en la regulación ha sido, según los defensores de esta tecnología, uno de los grandes frenos a su expansión. Pero las cosas, según Ripoll, están cambiando poco a poco. Explica, por ejemplo, que desde el 27 de julio se permite a los drones para tareas agrícolas volar a un máximo de 40 metros de altura y en espacios arborizados o boscosos dónde hasta ahora no estaban autorizados. También lo pueden hacer de noche.

En colaboración con un propietario agrícola, Persual Drone utiliza una parcela de olivos de dos hectáreas del término municipal de Santa Bàrbara (Montsià) como banco de pruebas para mejorar las aplicaciones tecnológicas de los drones y mostrar los resultados de esta nueva tecnología a los campesinos.

Aunque los aparatos están capacitados para llevar a cabo tareas diversas como controles multiespectrales, cartografías, mapeos, seguimiento de plagas o de estrés hídrico para mejorar la eficiencia de los cultivos, los tratamientos fitosanitarios es la función más ampliamente aceptada. Utilizan productos de origen natural, como derivados de algas diatomees, al lado de otros de convencionales y de algunos -con permiso- en fase de autorización, para combatir enfermedades como el repila o la mosca.

Rapidez respecto de los tractores

La ganancia de tiempo es uno de los reclamos más poderosos de esta nueva herramienta: un mínimo de seis veces más rápido que los métodos tradicionales, según calculan. También la mayor eficiencia y ahorro el uso de recursos, así como el despliegue mucho menos invasivo que posibilita esta forma de aplicación. El dron permite también administrar el espacio de tratamiento y regular a voluntad la aplicación de líquido sobre puntos concretos, evitando su dispersión innecesaria.

«Tratar esta finca, de dos hectáreas, costaría entre cuatro o cinco horas de aplicación con el tractor. Con el dron costaría catorce minutos por vuelo, unos 30 minutos para cubrirlo todo. Por esta finca, -en tractor- utilizaríamos 6.000 litros de agua y nosotros 80 litros.

Desde que hemos empezado, se han hecho los trabajos preparatorios con el tractor y desde entonces no han entrado más: el cultivo y la tierra no sufren los cambios e impactos que provoca», detalla Ripoll. El uso de combustible propio de los vehículos agrícolas, apunta, también queda reducido de forma muy considerable.

Utilizan concretamente al modelo DJI Agras T50, con capacidad de 40 litros para pulverización y unos 75 para abandono y siembra. «Lleva cuatro bocas centrífugas con electromagnetismo que, cuando tira la gota, que es muy minúscula, no resbala y queda impregnada en la hoja», apunta al director técnico de la empresa, David Borràs.

Está equipado con ocho motores, cuatro coaxiales. La batería tiene una autonomía de unos trece o catorce minutos, similar al tiempo que dura vaciar el depósito de líquido. «A día de hoy es el único dron que hay para árboles y fruteros que garantiza una aplicación muy precisa de los productos», añade Borràs.

Asignaturas todavía pendientes

Con todo, asumen que la tecnología todavía no puede competir, en términos de efectividad, con los altos rendimientos de cultivos como cereales o maíz, donde se pueden llegar a cubrir entre 10 y 12 hectáreas en una hora. También el hecho de que el dron no puede operar durante episodios de viento, hecho que se compensa con la mayor velocidad de tratamiento en los periodos de calma atmosférica.

Además, reconoce Ripoll, la otra gran asignatura pendiente, en estos momentos, es la lista de productos fitosanitarios autorizados para su aplicación aérea. «Es uno de los pasos que más nos frena. Tenemos una limitación muy grande de los productos. Hay una vertiente de productos bio, eco o naturales que los podemos aplicar sin restricción pero la parte que la agricultura más demanda, aplicación de fitosanitarios o adobos ente general, está más limitado y permisos específicos y que más tardan en el tiempo», aduce, previendo que esta normativa se acabe flexibilidad también el próximo año.

Atomizadores y «burocracia»

Los campesinos que asisten a las demostraciones valoran, por encima de todo, la ganancia de tiempo que podría representar el uso de esta tecnología en detrimento de los tractores, cisternas y atomizadores actuales. «Te ahorras mucho tiempo. Hoy en día es primordial: no puedes estar en muchos lugares al mismo tiempo. Como menos horas estás -tratante- más te podrás dedicar a otra cosa», razona Francesc Arasa, oleicultor de Santa Bàrbara, recordando que la baja rentabilidad del cultivo los obliga, cada vez más, a trabajar más superficie del suelo.

Él y dos campesinos más han asistido a una demostración en la finca experimental a pocos kilómetros del pueblo. «Es el futuro que está aquí. Habrá que hacer un seguimiento pero la primera impresión es muy buena», apunta.

No descarta poder dar, con el tiempo, el salto hacia esta nueva tecnología si se acaba demostrando que las aplicaciones funcionan y combaten de forma eficaz las enfermedades de los árboles. También si el marco administrativo lo permite. «Se ve muy sencillo: si no hubiera tanta 'burocracia'... es lo mismo comprar un atomizador que un dron. Es todo burocracia», valla Arasa.

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