Entrevista
Josep Gironès: «De los Crímenes de Gandesa la gente no quiere hablar ni que se hable»
El escritor presenta su nuevo libro ‘Justícia de garrot’ el domingo, 14 de abril, en el Hotel Termes de Montbrió
La novela se basa en hechos reales, que sucedieron en la Terra Alta en 1885. ¿Cuáles son, estos hechos?
«Un asesinato por encargo. Un potentado llamado Tomàs Valls ordenó a un grupo de maleantes que mataran a la mujer. A través de la prensa, y a partir de las imputaciones judiciales, se hizo evidente que estaba en marcha una auténtica industria de la muerte. Y aquí hay que destacar el papel que jugó la prensa, porque fue valiente y publicó todas las noticias relacionadas con aquellos Crímenes de Gandesa. En el libro hay un pasaje muy ilustrativo al respecto, en el que el protagonista lee un artículo y afirma que, si él hubiera estado allí, aquello no se habría publicado o a su autor le habría costado el cuello».
¿A qué te refieres, cuando hablas de la industria de la muerte?
«En el juicio, uno de los encausados se queja de que se centren en aquel crimen, cuando ellos han cometido otros. Y también que otros crímenes paralelos, incluso relacionados con los de Gandesa, queden sin juzgar. Por lo tanto, había una auténtica industria de la muerte que tenía como inductor a una persona muy poderosa. Y eso, sin olvidar que aquella persona tenía otros por encima».
Al fin y al cabo lo escribes a partir de una carta que encuentras en casa de los suegros. ¿Qué decía?
«Josep Monreal, que estaba preso en Tortosa, escribió al doctor Gallinat, que compró los bienes que su familia vendió para pagar los gastos judiciales. Le pedía dos duros porque en la prisión las está pasando muy putas. Aquí vemos la figura del buitre, que cuando ve a una familia apurada, se postula para gestionarle las pertenencias. De Ca Jeroni [la casa de la familia de Monreal] no quedó nada».
¿Qué impacto tuvieron, en la comarca, los Crímenes de Gandesa y la ejecución del principal acusado? ¿Todavía se recuerdan?
«De bien pequeño, yo ya oía hablar. De hecho, tanto escuché que he acabado haciendo un libro. Todavía hoy, de aquellos hechos la gente no quiere hablar ni que se hable. Pero yo pienso que este tema se tenía que tratar, con el fin de evidenciar el clima de opresión que había en la Terra Alta, el dominio del caciquismo y, sobre todo, la manera tan diferente que tenía la justicia de tratar ricos y pobres. Con esta historia, además, aprovecho para dar visibilidad a personajes reales, como el insigne verdugo o la señora Bárbara Forés».
Vamos al insigne verdugo. ¿Quién era Nicomedes Méndez?
«Era el verdugo de Cataluña, Aragón, Valencia y Baleares. Cuando se lo mandaban, iba a matar. Y lo hacía con un sistema implantado a partir de Fernando VII, el garrote vil. Era muy quisquilloso con su trabajo, iba a ver a los ajusticiados, les intentaba confortar e inventó un sistema para hacer más rápida la muerte, introduciendo un punzón que reventaba las vértebras. En el caso del ejecutado en Gandesa, incluso fue a su entierro».
El libro está lleno de expresiones populares. Leyéndolo he descubierto el origen de ‘Beure oli’.
«Yo tengo una casuística, y es que mi madre quedó huérfana muy pronto. A su padre lo mataron durante los hechos y a su madre le explotó una bomba al acabar la guerra. Le criaron su yaya y su reyaya y, por lo tanto, se hizo suya la manera de hablar de la Fatarella de años y años. Yo, que siempre he aguzado el oído, le recogí mil refranes, expresiones y frases hechas. Vale la pena recuperarlas, porque nuestra forma de hablar era muy expresiva: una buena frase hecha te ahorraba mucha explicación. Pienso por ejemplo en aquella que dice Mal va quan les putes filen...».
Es una novela con una clara voluntad divulgativa.
«Sí, porque nuestra historia ha sido muy falseada. Siempre que puedo, lo aprovecho para explicar la verdad. En este punto, déjame decir que estoy realmente alarmado por cómo se está tratando la guerra del 36, con homenajes raros que incluyen asesinos. Pero eso ya sería otra entrevista».
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