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La Región del Conocimiento, a rebufo del área metropolitana

El proyecto chocó con el calendario electoral pero las razones son plenamente vigentes

La Región del Conocimiento, a rebufo del área metropolitana.

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«Ahora las personas son diferentes y cada uno tiene que hacer su proceso», señala Francesc Xavier Grau. El mismo tiempo, seguramente, que necesitaron los impulsores de la Región del Conocimiento para pasar de una propuesta a plantear convertirla en ley.

«Las propuestas tienen que nacer de los responsables, y tienen que estar convencidos», añade el también exsecretario de Universitats i Recerca (2018-2021), que ve el actual proceso de constitución del área metropolitana tarraconense no como un impedimento sino como un condicionante para reanudar un proyecto, que nació en su etapa como rector de la URV (2006-2014) pero que no empezó a caminar hasta el mandato de su sucesor, Josep Antón Ferré.

En la URV surgió una cátedra –Universidad y Región del Conocimiento– que el propio Grau dirigió y que recientemente ha sido reactivada bajo la dirección del ingeniero Jordi Duch, aseguran fuentes de la universidad. En la Diputació, un área de trabajo y gestión –Proyectos Europeos y Región del Conocimiento– que continúa en funcionamiento.

Diez años después, Grau tiene bien presente una idea capaz de transformar como un calcetín la economía desde la Conca de Barberà hasta el Delta del Ebro. En las últimas reuniones de la Región del Conocimiento ya se planteó una propuesta de ley, y se había trabajado con los grupos parlamentarios y el consenso territorial.

Se trataba de crear un nuevo organismo bajo la gestión de la Diputació de Tarragona, aunque su alcance podría superar los límites provinciales. Contar con el rol del ente provincial tenía que facilitar el acuerdo político. «Si lo tuviéramos que haber creado todo ex novo habríamos tenido un problema», reconoce Grau. Pero el calendario electoral, tanto en el mundo universitario como en el Parlament, jugó en contra, y el proyecto quedó arrinconado.

La comparación con otras regiones europeas deja el centralismo de Cataluña en evidencia. Tampere, en Finlandia, de dimensiones muy similares en PIB y población en Tarragona. «Allí hacen política regional propia, y aquí no», dice el exrector. Y, sin ir tanto lejos, en La Rioja y en Cantabria, también.

Aunque no haya fructificado, Grau se muestra satisfecho, sobre todo de haber «inoculado» el virus de la transformación necesaria no sólo a los agentes del territorio sino también al conjunto de la clase política catalana, mayoritariamente barcelonesa y ajena a una problemática que queda permanentemente diluida en el café de las grandes cuestiones de país. ¿Cuándo recomenzaremos? No lo sé, seguramente está influenciado por esta otra realidad que ocupa la agenda en este momento», dice Grau, refiriéndose a la creación del área metropolitana tarraconense.

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